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sábado, 3 de septiembre de 2022

 El concejal Grippa

Aníbal Palacios B.

 De cómo Carlos Grippa fue Presidente del Concejo Municipal por 5 días, Belén de Jesús Marrero se le alzó a su jefe y Ana Francisca Mujica perdió su empleo

La Casa de Gobierno Municipal albergó durante mucho tiempo a la Jefatura Civil, la Comandancia de la Policía y al Concejo Municipal; era pequeña, pero como no existía burocracia, había espacio para todos. A comienzos de 1953, luego de aquellas polémicas elecciones  del año anterior, en las cuales el pueblo votó por Jòvito Villalba, pero que debido al procedimiento, aún no famoso, llamado “acta mata voto”, ganó el gobierno de Pérez Jiménez, se decidió nombrar autoridades municipales, y para evitar sorpresas las mismas no serían electas. El Jefe Civil, Jesús Velásquez, fue el encargado de seleccionar a los concejales guatireños; los requisitos fundamentales eran dos: ser ciudadanos honestos y no ser adeco ni comunista; así pues, se buscó entre copeyanos, urredistas e independientes.

Carlos Grippa, uno de los candidatos, consultó con los directivos de COPEI; su posición era que si se respetaba la autonomía municipal podía aceptar el nombramiento, pero que si el Jefe Civil o el Gobernador interferían, renunciaría. Entre los seleccionados figuraban también Antonio Rebanales, Ana Chacìn, Manuel Antonio García y Eduardo Hernández. Ana Francisca Mujica asumió el cargo de Secretaria de la Cámara. En el acto de instalación Ángel María Dalò, quien fungía de Administrador de Rentas, le comentó a Grippa, designado Presidente: “Carlos, aquí quien manda es Velásquez, y se hace lo que él dice; te sugiero que dispongas que la Administración no haga ningún pago que no venga avalado por la Presidencia de la Cámara”.

Un domingo, cinco días después de la toma de posesión, Velásquez asistió a una corrida de toros en Caracas y al día siguiente un empleado de la Prefectura se presentó en la Administración con una factura de gasolina de una estación de servicio petareña; pertenecía al Jefe Civil. Ángel María le indicó que pasase por la  Presidencia del Concejo para que autorizaran el pago porque ahora con la nueva Cámara Municipal, los procedimientos administrativos eran otros. Carlos Grippa recibió la factura y habló con el Comandante de la Policía para saber si alguna patrulla había ido el día anterior a Petare (en aquella época habían solamente dos patrullas y ambas servían); el  Jefe Policial dijo que no. En el ínterin de la verificación, el empleado de la Prefectura se fue a informar al Jefe Civil sobre el particular, y Jesús Velásquez entró al despacho presidencial en forma desenfrenada y altanera y le gritó a Grippa:

- “Por qué tanta investigación para pagar una factura; aquí sobra uno de los dos”

 Acto seguido sacó un revólver y lo colocó sobre el escritorio de Carlos Grippa y le dijo:

-“Toma, defiéndete; vamos a la calle a echarnos unos tiros”-

 Sin lugar a dudas el tipo era una especie de caballero medieval, hay que reconocerlo; otro en su lugar simplemente le hubiese caído a tiros al concejal  y ya. Carlos Grippa siempre tuvo un carácter vehemente, irónico, impetuoso; terco dirían algunos, pero loco no era. Asustado, pero sereno, atinó a decir:

-’Si me vas a matar hazlo aquí, yo no sé manipular un revólver”

 En eso apareció la figura de Belén de Jesús Marrero, ex - dirigente campesino de Salmeròn y guardaespaldas de Velásquez, e intervino milagrosamente en el conflicto y le dijo al Jefe Civil:

- “Mira Velásquez, si las cosas son así, creo que también sobra uno entre tú y yo, vente a la calle que yo si me voy a dar unos tiros contigo”.

-“Tú eres mi subalterno” -, grita con desdén el Jefe Civil.

            -“Pero soy más amigo de Carlos Grippa” -.

 De inmediato se quitó la chapa policial lanzándola sobre el escritorio, justo al lado del revólver.

El Jefe Civil, quien tampoco era loco y sabía cazar una buena pelea, optó por retirarse. Se fue inmediatamente a Los Teques y al día siguiente reunió a la Cámara Municipal y les informó que por orden del Gobernador el señor Carlos Grippa no podía seguir siendo Concejal, y le pidió que desalojara el recinto. Carlos abandonó la sala y con él otros colegas de Cámara.

- “No, no, ustedes no, solo Grippa”-, indicaba Velásquez.

- “Si él se va, nosotros también”-.

 En eso se levanta la Secretaria de la Cámara, Ana Francisca Mujica y recoge sus bártulos.

- “Señorita, usted no, son los Concejales”-, dice ya en tono de súplica.

- “Mire señor Velásquez, en esta semana aprendí que soy la Secretaria de la Concejo Municipal, no del Jefe Civil”-, e igualmente se marchó…

 Cincuenta años más tarde, Ana Francisca Mujica nos dijo: “Consideré que no era justo lo que estaban haciendo, y le dije que si ellos renunciaban yo también, agarré mis cosas y me fui. Él no quería que yo renunciara, y después estuvo mucho tiempo sin tratarme”. Por su parte, Carlos Grippa comentó que el gesto más significativo y admirable fue el de Ana Francisca, puesto que renunciaba a su empleo en solidaridad con ellos: “… los demás teníamos nuestras fuentes de ingresos, porque el cargo de Concejal era ad-honorem; ella dependía de su sueldo y renunció”.

Eso la convierte en una mujer con dignidad y sólidos principios, porque no sólo renunció a un cargo, también se enfrentó a la máxima autoridad civil del Municipio, lo cual en aquella época era mucho decir.

sábado, 20 de agosto de 2022

 

Las plazas Zamora y 5 de julio

Aníbal Palacios B.


En 1911, en el marco de la programación para celebrar el primer centenario de la Declaración de Independencia de Venezuela, el Concejo Municipal acordó “Dedicar los doscientos barriles(de) cemento cedidos por el Benemérito Jefe del País, a la construcción inmediata de las aceras de la Plaza Zamora, a las de las calles Miranda y 19 de diciembre y a las aceras de la pequeña plaza adyacente a la Plaza Principal, que de ahora en adelante se denominará Parque 5 de julio…”

Ese nombre permaneció por veinte años puesto que al inaugurarse la Plaza 24 de julio con la estatua de Bolívar, el busto de Zamora –donado por la municipalidad de Villa de Cura en 1917- fue trasladado a la placita que en adelante se llamó  Plaza Zamora; posteriormente el lugar dio paso a parte del actual Centro Cívico.

La calle 19 de diciembre era la antigua calle Manzanares, cuyo nombre lo recibe de la quebrada homónima que corre en su parte oeste y desemboca en la Quebrada de las Ánimas. Fue la calle de mayor longitud del municipio y por muchos años la más importante. La municipalidad dispuso llamarla 19 de diciembre como un homenaje a la fecha del ascenso al poder del general Juan Vicente Gómez.  Luego de la muerte de Juan Vicente Gómez en 1936 –en una manifiesta acción de sincretismo político- las autoridades municipales tacharon el número 1 de su nombre y quedó simplemente como 9 de diciembre; en reconocimiento a la batalla de Ayacucho que en 1824 determinó la definitiva derrota de los ejércitos que representaban al imperio español en suramérica.

sábado, 25 de junio de 2022

 

Semblanza de Jesús María Sánchez

Aníbal Palacios B.

 Humildad, nobleza y modestia son cualidades de la naturaleza humana suficientes para que una persona pase inadvertida en cualquier lugar, pero es casi imposible ignorar la presencia de Jesús María Sánchez, poseedor de tales dones, por muy concurrido y amplio que sea el espacio en el cual se encuentre. Su estatura, física y espiritual, su voz, grave y portentosa, su sonrisa franca y seductora, su andar elegante y su carácter abierto y amigable, tiene un efecto centrípeto sobre quienes le rodean.

Jesús María Sánchez nació en Vega Redonda, Araira, el 14 de septiembre de 1938. Guiado por su madre, Clemencia Sánchez, conoció personajes, historias, cuentos, costumbres y tradiciones de Guatire y Araira, que le llevaron posteriormente a investigar y documentar buena parte de la historia aldeana a través de diversos artículos de prensa, programas radiales y libros, que lo convirtieron en un ilustre guardián del gentilicio aldeano y sus tradiciones autóctonas, defensor de la identidad cultural y reconstructor de nuestra historia.

Formado en dos connotadas instituciones educativas del Guatire de mediados del siglo XX, el Grupo Escolar Elías Calixto Pompa y el Liceo Dr. Ramón Alfonso Blanco, desde muy joven se unió al movimiento cultural guatireño y junto con Guido Acuña y César Gil fundó la Casa de la Cultura del Estado Miranda, luego renombrada Casa de la Cultura Antonio Machado. Por entonces comenzó su prolífica e incansable labor de cronista aldeano y a falta de medios donde publicarlos fundó los propios como El Tambor y Pamiragua, hasta que surgieron semanarios como La Voz y Rutas Mirandinas que acogieron con entusiasmo sus escritos sobre la cotidianidad histórica de Guatire, Guarenas y Araira. También para esa época de principios de los años sesenta incursiona en la Radio con un programa de corte cultural que por arte de su manifiesta credibilidad, sus entretenidos guiones y su mágica voz se convirtió en todo un éxito a través de Radio Industrial; lo llamó Festival, una verdadera fiesta dominical de conocimientos. Años más tarde repetiría la experiencia y el éxito a través de Caliente Stereo con el programa Por los caminos abiertos.

A Jesús María Sánchez se le reconoce como el historiador que rescató para la comunidad guatireña el Decreto que honró a nuestro pueblo con el merecido título de Villa Heroica, por atreverse a dar el primer grito de Federación más allá de las fronteras de Coro. Por el contrario no se le acredita mérito alguno por ser el cronista que rescató para la historia cultural del país la densa obra de Elías Calixto Pompa, excelso poeta nacido en la hacienda El Palmar en 1837, relegado al olvido hasta que con el tesón, paciencia y determinación atribuibles sólo a un paisano interesado en resaltar los valores de su patria chica, pudo Jesús María, luego de un arduo trabajo de investigación en la Hemeroteca Nacional, encontrar en viejos periódicos publicados entre 1862 y 1887, los poemas de K-Listo, como era conocido el poeta. Así, publicaciones como El Federalista, El Porvenir, Diario de Avisos, El Siglo, Registro Literario, El Fonógrafo, y El Independiente, impregnaron sus manos de polvo, su olfato de olor acre, y su mente de maravillosos sonetos que legó posteriormente a la comunidad zamorana en particular y al país entero en general.

Por lo demás, en su rutina diaria de funcionario de la Biblioteca Nacional su atención era requerida por jóvenes estudiantes universitarios que no solo necesitaban consultar libros, sino orientar investigaciones. Adicionalmente, grandes figuras de las letras venezolanas tenían en Jesús María una especie de bibliotecario particular; así, Mariano Picón Salas, Ángel Rosenblat, Miguel Otero Silva, Jesús Sanoja Hernández, Arturo Uslar Pietri, Guillermo Meneses, Gloria Stolk, Antonio Arraiz, Rafael Pizani, entre tantos, se convirtieron en usuarios de lujo  y hasta le solicitaban con anticipación material bibliográfico, que Jesús María curioseaba con interés.

Publicó a través de la Casa de la Cultura del Estado Miranda las siguientes obras: Apuntes sobre Guatire, 1965; Versos de K-Listo, 1966; Poemas y otros trabajos de Elías Calixto Pompa, 1966 y Documentos sobre la Colonia Bolívar, 1968. De memoria prodigiosa, luego de jubilado de sus tareas docentes, Jesús María se convirtió en una especie de profesor ambulante que en las festividad de la Santa Cruz, de la Parranda de San Pedro o de Villa Heroica; es detenido en la calle para dictar clases magistrales sobre Guatire y Araira, sus tradiciones y sus personajes. El trata de camuflarse vestido como un sanpedreño cualquiera, con betún, levita y pumpá, de sanjuanero común y corriente con franela, pañuelo al cuello y sombrero de cogollo, o como ciudadano de a pié cada 20 de septiembre con fresca guayabera pero ¡qué va!, no puede esconderse de quienes se convierten en alumnos fuera del aula por varios y dilatados minutos.

Jesús María Sánchez ocupa, sin lugar a dudas, un distinguido lugar en el Olimpo de los grandes ciudadanos nacidos en estos lares. De él se puede y se debe escribir un extenso libro biográfico.

 

viernes, 24 de junio de 2022


La Independencia fue una guerra civil. 

Discurso de Orden pronunciado por Aníbal Palacios B.,
con motivo del 201° aniversario de la Batalla de Carabobo, en la Plaza 24 de julio 

 El acontecimiento venezolano más relatado por historiadores, cronistas, ensayistas, improvisados y cuenteros de oficio, es a su vez, dada su trascendencia, el menos transparente de cuantos ocurrieron durante la guerra de independencia, en términos historiográficos.

De entrada, el título Batalla de Carabobo genera confusión, y en historia las indefiniciones siempre ocasionan polémicas y las dudas, a su vez, restan credibilidad a los hechos. Si a un distraído estudiante de bachillerato le preguntan cuándo ocurrió la Batalla de Carabobo y responde que el 28 de mayo de 1814 seguramente todos, docente incluido, le dirían que está equivocado. Y resulta que, efectivamente, en esa fecha hubo una Batalla de Carabobo, muy importante, por lo demás. Entonces, ¿a cuál batalla nos referimos?

Por antonomasia, se llama Batalla de Carabobo a un evento acaecido el 24 de junio de 1821, en Valencia, pero ocurre que la retórica lingüista es contraproducente en la narración de eventos reales porque, entre otras razones, atenta contra un concepto básico en la investigación y posterior relato, denominado “rigor histórico”.

Lo primero que se observa al leer las crónicas sobre la Batalla de Carabobo de 1821 es su descripción en términos militares. Desde la escuela primaria nos enseñan que intervinieron compañías, tropas, batallones, divisiones, regimientos, escuadrones, pelotones, etc., indistintamente. Nadie se toma la molestia de explicarnos qué es y cómo está compuesto un batallón, un escuadrón o un pelotón. De las divisiones ni hablar, que ya bastante molestia nos generaba tratar de entender a la maestra cuando se esforzaba en explicarla, luego del sufrimiento que nos causó comprender la multiplicación.

Todo esto trae como consecuencia que más de doscientos años después se desconozca con propiedad cuántos soldados intervinieron en la contienda. Cada bando, patriotas y realistas, ofreció cifras dentro de un contexto estratégico válido para impresionar al enemigo pero carente de utilidad para fines de objetividad histórica. Desde 10 mil para unos y 4 mil para otros, siempre con ventaja numérica para los patriotas, hasta cifras más parejas y menos cuantiosas. Cada quien expone sus números sin más explicaciones ni consideraciones de interés, como por ejemplo lo concerniente a la dotación, alimentación y movilización de las tropas, ni su preparación para la confrontación.

Y para corroborar aquello de que muchas, manos en el guiso ponen el caldo morado, vale acotar que hasta el mismísimo Carlos Marx, aquel que –por unos dólares más- una vez calificó a Bolívar de “canalla, cobarde, brutal y miserable”, y lo comparó con un “analfabeto,  sanguinario y corrupto” emperador haitiano de mediados del siglo XIX, para consternación de los marxistas criollos, pues bien el revolucionario de marras no quiso quedarse al margen de lo acaecido por estos lares y ofreció sus cifras: 4 mil realistas contra 9 mil patriotas. Conclusión: Es impreciso y por ende falso el número de combatientes que, según nos enseñan, intervinieron en la batalla de Carabobo de 1821.

En la Batalla de Carabobo de 1821, sobre la cual –por cierto- René García Jaspe documentó la participación del guatireño José Fruto Oses; el ejército patriota logró una importante y significativa victoria que inclinó favorablemente la balanza para que dos años más tarde, con la Batalla Naval del Lago de Maracaibo, se lograse el triunfo definitivo sobre las tropas realistas. Podemos convenir que con el triunfo logrado el 24 de junio de 1821 en Carabobo, el Departamento de Venezuela, que eso éramos en aquel entonces, aseguraba su independencia del reino español, pero la guerra no terminó allí, como se nos hace entender. Hubo que esperar dos años para lograr el objetivo de manera categórica e incuestionable, porque los reductos realistas en Cumaná, Puerto Cabello, Coro y Maracaibo generaban esperanzas en el ejército realista y si no inquietud, por lo menos preocupación entre los patriotas. Los combates, enfrentamientos y escaramuzas continuaron hasta el 24 de julio de 1823 cuando en la citada Batalla Naval, las tropas que luchaban a favor de los españoles rindieron su definitivo y último esfuerzo.

¿Por qué nos enseñan que la independencia se logra con la Batalla de Carabobo de 1821 y no con la de Maracaibo de 1823? La batalla de 1821 fue el inicio de la liberación del Departamento de Venezuela o de la Capitanía General de Venezuela, que ambos nombres tenía según quien la aludiera.  Si a ver vamos, el Mariscal Francisco Tomás Morales, con la potestad que le confería el cargo de Capitán General de Venezuela, firmó el 3 de agosto de 1823 la capitulación que oficialmente puso fin a las hostilidades y de paso lo convirtió en la última autoridad del gobierno español en Venezuela, con las repercusiones políticas que el hecho implicó, dentro y fuera de nuestro territorio.

La omisión más llamativa

Pero hay algo muchísimo más significativo y trascendente que tampoco nos enseñan: Nuestra guerra de independencia fue un conflicto entre patriotas y realistas, sí; pero no de venezolanos contra españoles. La lucha por la independencia de Venezuela fue una guerra civil. Solo los oficiales tenían distintas nacionalidades.  

Simón Bolívar, con la perspicacia analítica que siempre le caracterizó, se percató de ello apenas comenzada su lucha. Dado que su formación militar la forjó en Colombia comandando tropas granadinas contra el ejército español, se vio sorprendido cuando al comenzar la Campaña Admirable, el 14 de mayo de 1813, observó que esta vez el ejército enemigo no lo conformaban españoles sino venezolanos; de allí que apenas un mes más tarde, el 15 de junio de 1813 promulgara su famoso y absurdamente cuestionado Decreto de Guerra a muerte. Al Decreto lo juzgan por su título y no por su contenido, y resulta irrazonable: por definición toda guerra es a muerte, no tiene por qué explicarse. Pero lo verdaderamente sustancial y transcendental fue que Bolívar estableció en términos claros, inequívocos y terminantes que sus compatriotas no eran sus enemigos… “… Americanos, contad con la vida, aun cuando seáis culpables“. Nuestro futuro libertador mostraba tempranamente la lucidez de estadista que le distinguió entre sus compañeros de lucha.

Inexplicablemente esta tesis no ha sido analizada en profundidad en la historiografía venezolana. Solamente la ha considerado el sociólogo e historiador Laureano Vallenilla Lanz. Sus planteamientos han tenido poca resonancia tal vez porque fueron publicados en un polémico libro titulado "Cesarismo democrático. Estudios sobre las Bases Sociológicas de la Constitución Efectiva de Venezuela", publicado en 1919. Cien años después su tesis política ha sido objeto de innumerables análisis y cuestionamientos, como poca atención sus consideraciones históricas.

Decir que la guerra de la Independencia fue una guerra civil, no amengua en nada la gloria de nuestros Libertadores”, señala Vellenilla Lanz. En efecto, la guerra de independencia venezolana fue la más larga y cruenta de hispanoamérica, y buena razón de esa particularidad lo fundamenta su carácter de guerra civil. Los estudiantes comandados por José Félix Ribas derrotaron en La Victoria a un ejército realista compuesto por venezolanos; los ejércitos de José Tomás Boves, Domingo Monteverde y Francisco Tomás Morales estaban conformados por criollos de distintos estamentos sociales. En 1812 bandas realistas provenientes de Curiepe asaltaron Guatire y perpetraron una atroz matanza, denunciada por Bolívar en su Carta a las naciones del mundo”... y no eran españoles. Venezolanos también fueron quienes persiguieron a los patriotas en la Emigración a Oriente.

La guerra de independencia la promovió la aristocracia caraqueña, los pardos y la clase media en general no se avinieron a ella; mucho menos los negros indios y mestizos quienes en su mayoría formaron parte del ejército realista. Pero no solo fueron las clases sociales menos favorecidas quienes dieron la espalda a la causa libertadora; fueron muchos los hombres notables que lucharon o realizaron funciones públicas a favor de la corona española. Esos mismos hombre, una vez concluida la guerra se incorporaron a la vida política republicana con el nombre de godos.

Finalizada la guerra en 1823 esos realistas militares y civiles criollos ahora eran ciudadanos republicanos y desde esta nueva posición continuaron combatiendo el sueño bolivariano de la Gran Colombia y socavaron las bases de su sustentabilidad en Venezuela, permaneciendo abiertamente contrarios a los ideales del Libertador, ahora en el plano político. Lo que no pudieron lograr en diez años de guerra lo obtuvieron en cuatro años de pacífica y soterrada lucha política. En decir, esa guerra civil entre venezolanos continuó hasta el Congreso de Valencia de 1830…

Al final la guerra la ganaron los realistas, llamados godos o conservadores, pero ya éramos una república.

                                                                                                Guatire, 24 de junio de 2022

 


lunes, 25 de abril de 2022

 Plaza Zamora de Guatire


Aníbal Palacios B.

Este es el aspecto de la plaza Zamora según una descripción de Ángel María Daló (Guatire, 1995). El faro fue sustituido en 1917 por un busto de Ezequiel Zamora donado por la municipalidad de Villa de Cura por iniciativa de Antero Muñoz. A su vez, el busto de Zamora fue reemplazado en 1930 por la estatua de El Libertador y trasladado a la Plaza 5 de Julio, ubicada justo al frente, que a partir de entonces se denominó plaza Zamora; fue el segundo destino local de este busto, que desde entonces lo tienen del timbo al tambo, para expresarlo en términos de la época.
Plaza Zamora en los años 60



viernes, 11 de marzo de 2022

 

El cronista municipal

Aníbal Palacios B.

    Llegado el momento de elegir un nuevo cronista del municipio Zamora del estado Miranda, había un consenso en torno al nombre de René García Jaspe, insigne guatireño quien junto con Ángel María Daló, Guido Acuña y Jesús María Sánchez, mora en el Olimpo de la crónica histórica zamorana. Pero René manifestó que, por razones personales, no podía aceptar el nombramiento… y se armó la sanpablera.

Sede del Concejo Municipal

    Me preocupa disentir con amigos a quienes admiro, aprecio y respeto, tanto como me angustia coincidir con personas habitualmente más alejadas de mis ideales, quehaceres y pareceres, pero no es la primera vez, ni espero sea la última; del disenso se puede extraer útiles conocimientos. En este sentido opino que el debate en torno al nombramiento del nuevo cronista es pertinente pero extemporáneo, a la par de descomedido. Existen aspectos que me generan suspicacia, tal vez porque no logro entenderlos. El primero de ellos se refiere al hecho de discutirse vehementemente ahora un tema que debió debatirse hace justamente un año. Si el tan mentado artículo 6° de la ordenanza se modificó en febrero de 2021, ¿por qué no se cuestionó en ese momento? No había entonces interés alguno de por medio en la selección del cronista, por lo que la discusión tal vez hubiese sido igual de apasionada, pero más amplia, sincera, desaprensiva. Al respecto, mi impresión es que la discusión no está planteada en procura de determinar quién debe ser el cronista, sino para establecer quién no debería serlo y en ese sentido todo apunta, sin que se revelen nombres, que hay quienes desean que la designación no recaiga en José Manuel Milano quien, hasta la fecha de hoy, 8 de febrero de 2022, no ha sido postulado al cargo.    

René García Jaspe

    Se argumenta que el Concejo Municipal pretende seleccionar a un miembro del PSUV y eso para muchos es inaceptable porque, según ellos, se estaría imponiendo un criterio partidista al nombramiento. Pero resulta que el noble, apreciado y respetado amigo Marlon Zambrano, cronista de excelso estilo literario, poeta de la crónica, al confesar que pertenece a esa organización política le agrega un nuevo ingrediente al debate. Marlon es el único guatireño que puede presumir haber ganado dos premios nacionales de periodismo, ambos por cronista, por lo demás. Uno él solito en 2019, del cual por cierto aún nos debe el brindis, y el otro con Tere Tere en 2005, mensuario del cual es cofundador junto con José Manuel Milano, Elia Alonso y Coromoto Fajardo y en el cual durante muchos años, compartió también con René García Jaspe, Nelly Pittol, Rachel Citty Pittol, Nanci Fernández y quien suscribe). Si por una de esas tantas vueltas que da la vida Marlon Zambrano fuese nombrado Cronista Oficial del Municipio, ¿alguien en su sano juicio criticaría la designación por el mero hecho de pertenecer al PSUV? No lo creo. ¿Que no ha sido propuesto para el cargo? pues yo lo hago en este momento; tecnicismo superado. Entonces, ese argumento de la partidización no me convence. Cualquiera puede tener razones personales para no desear que José Manuel Milano sea el Cronista Oficial, eso lo respeto; pero nadie puede decir que carezca de méritos, credenciales y capacidad de trabajo para ejercerlo. Pertenecer al PSUV no disminuye la valía de ninguno de los dos.

    Otro argumento es el de la injerencia política en la toma de decisiones. Los entes legislativos son instituciones intrínsecamente políticas; es su naturaleza y actúan en consecuencia. Si el alcalde Raziel Rodríguez tuviese mayoría en la Cámara Municipal la situación sería diametralmente opuesta; la misma dirección pero en diferente sentido; entonces la selección seguramente recaería en Rachel Citty Pittol, cuyas cualidades y capacidad de trabajo tampoco pueden discutirse, por tanto, ejercería su cargo con la misma brillantez que los dos miembros del PSUV. Pero, ¿se atrevería alguien a cuestionar ese nombramiento porque existiera una injerencia política en la decisión? Tampoco lo creo y me disculpan tanta incredulidad. Ese argumento entonces carece de sustento; ese no es el problema.

Ángel María Daló

    El otro aspecto es la legalidad. Se critica a estos concejales recién instalados algo que se le toleró flagrantemente a los anteriores, y que es el causante de todo este lío: modificar el artículo 6° de la Ordenanza. Considero que la Cámara tiene el derecho de determinar la manera como debe elegirse al cronista; a fin de cuentas es su responsabilidad. Ramón Melinkoff, destacado profesor universitario, resalta como un principio administrativo fundamental que la responsabilidad no se delega. Usted puede delegar funciones, atribuciones, directrices y actividades; pero la responsabilidad seguirá siendo suya. El Concejo Municipal elige también al Contralor Municipal; ¿podemos elaborar una Ordenanza que establezca una comisión formada por un representante de la Alcaldía, otro del Concejo, un tercero de la Cámara de Comercio, uno más en representación de los contadores públicos que trabajan en el municipio y el otro del sector industrial? El Alcalde, por su parte, nombra al Síndico Procurador Municipal, pero debe recibir previamente la aprobación de la Cámara, que puede vetar el nombramiento. Si el Concejo Municipal, actuando conforme a la ley rechaza el nombre propuesto ¿qué haríamos? ¿Recogeríamos firmas de apoyo o protestaríamos frente al Centro Cívico exigiendo el reconocimiento? La Oficina del Cronista es un Órgano Auxiliar del Concejo, lo establece la ley, que además indica que el municipio “podrá crear”…; es decir, es optativo. Puede no hacerlo y aunque esa sería una salida políticamente incorrecta, pudiera darle largas al asunto mientras nosotros vociferamos. El Concejo Municipal, nos guste o no, tiene deberes que cumplir y el derecho a determinar cómo hacerlo; a fin de cuentas, insisto, es su responsabilidad.

    En todo caso, el asunto jurídico es un tema discutible, lo admito; de interpretación, de tratar de establecer cuál era la intención del legislador y pudiésemos pasar meses tratando de resolverlo sin llegar a un acuerdo, o simplemente concluir que la intención era, justamente, enredarlo todo.

Jesús María Sánchez

    En medio de este zaperoco, surgen voces que desvirtúan, enrarecen y hasta envilecen el debate a través de las redes sociales, o concretamente por medio de un grupo de WhatsApp, pese a la insistente y hasta ahora inútil recomendación de moderar opiniones para mantener la cordura, de manera de no agredir, ofender o vilipendiar a quienes adversamos. Una de esas voces es la del aspirante al cargo, Juan Ramón Colina, quien, en una carta de autopostulación, en lugar de resaltar sus propias virtudes comienza descalificando de manera irrespetuosa, desmedida, e intolerante a sus posibles rivales. Así, conceptuó a Jesús María Sánchez como un viejo caprichoso y se apresuró a inhabilitarlo porque la Ordenanza establece un tiempo de residencia en el municipio y él vive en Los Teques. Jesús María nunca ha deseado ser Cronista Oficial, de haberse interesado hubiese sustituido a Ángel María Daló. Pero si quisiese serlo en este momento ¿sería alguien capaz de vetarlo por ese tecnicismo o protestar una modificación de la Ordenanza que eliminara esa restricción? Cuesta creerlo pero sí, es posible. Para el aspirante Colina, poco importa que Nelly Pittol haya desarrollado una extraordinaria labor en la Casa Regional de la Historia de Petare e investigado y publicado diversos y significativos trabajos sobre Araira y Guatire; nada, es una vieja de 59 años y punto, no nos sirve. ¿Marlon Zambrano? A sus cincuenta años hay que jubilarlo. ¿Qué importan sus dos Premios Nacionales de Periodismo? Que los exhiba en la pared de su casa y se dedique a la poesía; a fin de cuentas es excelente en ese campo. En fin, todo aquel que tenga más edad que la suya no es apto para el cargo. Estas expresiones de Colina recibieron el apresurado, irreflexivo y, consecuencialmente, cómplice apoyo de algunas personas. Aquí vale decir que posteriormente Juan Ramón logró que una agrupación lo postulara y en esa ocasión se dedicó a resaltar sus atributos sin desmerecer los ajenos.    También, en esta vorágine demencial ha surgido una campaña con opiniones destempladas, agresivas, contradictorias y hasta injuriosas en contra de los concejales (de los actuales, no de los responsables reales que conformaron la directiva anterior). Un esfuerzo (sin las injurias) digno de mejores causas. Por ejemplo, cuando Solamey Blanco colocó la estatua del indio aquel, ¿acaso consultó al sector cultura? No. ¿Estaba obligada a consultarlo? Tampoco. Pero a quien sí debió consultar fue a la antropóloga Nelly Pittol y al profesor René García Jaspe (escribió un libro sobre el origen prehispánico de nuestra población, ¿lo sabían?) quienes la hubiesen asesorado sobre las características fisonómicas de nuestros indígenas y se hubiese evitado ese desaguisado. Fueron pocos los cultores que reaccionaron contra Solamey cuando la alcaldesa frustró las pretensiones y necesidades zamoranas de recrearse en un parque zoobotánico en El Ingenio. No se oyeron voces estridentes como las de ahora ¡y miren que ese si fue un hecho trascendente para la comunidad! Tampoco hubo protesta cuando la Alcaldía dejó correr la destrucción de la casona de El Palmar, donde nació Elías Calixto Pompa, o las reliquias coloniales de El Ingenio. Más recientemente, cuando Thaís Oquendo quiso destruir al CEMAG, no fueron pocos quienes se hicieron los locos y voltearon la cara para otro lado, incluso Asopueblo, que tantos favores obtuvo del CEMAG. Esa organización, vale decir, pareciera haber sido creada para llegar al poder, disfrutarlo y usufructuarlo, porque desde entonces –para ellos- se acabaron los problemas en Guatire.

    Todo lo expuesto es lo que genera en mí la suspicacia de la cual hablé al principio.

Guido Acuña

    Como colofón a todo esto Arístides Martínez publico en su estado de WhatApp: “Es triste para la historia del municipio como están dividiendo con la política partidista el tema del cronista de Zamora. Tanta buena historia de Guatire y Araira tratando de echarle tierra…” ¡Arístides! Precisamente el gobernante que quiso enterrar la historia de Guatire y Araira cuando pretendió eliminar la trascendencia histórica que para los guatireños tiene su plaza 24 de julio. En aquella oportunidad el poeta Rafael Borges, José Manuel Milano y César Martínez encabezaron un movimiento que logró frenar la intentona; y lo hicieron de manera sosegada, metódica, planificada; sin agresiones ni estridencias.

    Por lo demás, existe un error conceptual en torno a la figura del Cronista Oficial, se sobrevalora su función. El Cronista Oficial no está llamado a escribir la historia del municipio, ni siquiera a dirigirla. José María Franquíz Jiménez, Ángel María Daló, Elías Centeno, Guido Acuña, Jesús María Sánchez, Luis Felipe Muñoz y Andrés Blanco Delgado, entre otros, publicaron sus investigaciones  sin ser cronistas oficiales. En Tere Tere está escrita buena parte de la historia zamorana, y sus redactores (René García Jaspe, José Manuel Milano, Marlon Zambrano, Nelly Pittol, Rachel Citty Pittol, Aníbal Palacios, Naci Fernández, Ángel Antonio Pestana y Juan Ramón Colina, entre otros) han publicado sus trabajos sin ser cronistas oficiales; y lo seguiremos haciendo. Así que no entiendo tanta alharaca.

    La cultura en Guatire se ha dirigido, ha crecido, desarrollado, evolucionado y fortalecido sin la participación de las autoridades, y continuará así. Sobre esa premisa si considero que debemos organizarnos y exigir más a las autoridades; no sobre hechos circunstancias. En los últimos veinte años la cultura la han llevado adelante instituciones como el CEA, Tere Tere, las Sociedades Religiosas, el CEMAG y las Parrandas de San Pedro, Santa Isabel de Guía y San Juan, sin la determinante presencia de las autoridades locales. El Instituto Municipal de Cultura ni siquiera maneja su propio presupuesto y su accionar no obedece a las necesidades del sector sino a la voluntad de los alcaldes de turno. En tal sentido, ¿somos capaces de establecer una política cultural a corto, mediano y largo plazo con objetivos específicos y generales sustentables y susceptibles de ejecutarse? Eso si vale la pena discutirse. No lograremos nada si no actuamos en ese sentido; como dijera Marlon Zambrano, es nuestro momento 

    ¿Alguien sabe cuánto dinero ha presupuestado la alcaldía en los últimos veinte años para la cultura y cuánto realmente ha gastado? ¿Han consultado al sector sobre la cantidad de recursos que se debe destinar a la cultura? Y algo mucho más significativo aún, ¿cuánto del presupuesto municipal se utilizó en el pago de una nómina al servicio del PSUV y no del municipio? ¿Cuánto dinero municipal se pagó en autobuses, viáticos y demás gastos inherentes a las marchas oficiales? Obtener esa información y supervisar la ejecución del presupuesto para la cultura y conocer su nómina, si es una bandera que vale la pena enarbolar; el otro camino sería persistir en el Síndrome de Sísifo.

                                     Nota: Quien suscribe también fue postulado al cargo, pero conoce perfectamente las reglas de juego.


domingo, 6 de marzo de 2022

 

¿Qué significa ser guatireño?

El término guatireño no es un simple gentilicio; es una condición humana arraigada dentro de nosotros que no se circunscribe a un origen geográfico. Es un sentimiento profundo, un amor incondicional por el terruño; una pasión. Es lo que nos distingue de los demás pueblos. La expresión “los guatireños nacemos donde nos da la gana” (parafraseada del dominicano Dellín Betances) no es arrogante porque presumir de un amor es valorarlo, realzarlo, gritarlo a los cuatro vientos. No importa dónde ni cuándo, se nace guatireño en cualquier lugar del mundo tan solo con valorar las grandes virtudes de esta humilde aldea mirandina, una vez conocido su legado histórico, sus personajes, costumbres, tradiciones, paisajes, leyendas y gastronomía. Años antes, Guido Acuña se lo había expresado a Rafael Borges: “Ah, es que así somos los guatireños”.

 




sábado, 25 de septiembre de 2021

 

Bicentenario de la Batalla de El Rodeo

Aníbal Palacios B.

    Se cumplen, 12 de mayo de 2021, doscientos años de la Batalla de El Rodeo, evento histórico que resultó determinante para que seis semanas más tarde el ejército patriota obtuviera el triunfo que otorgó la independencia a Venezuela en el campo de Carabobo. La estrategia bélica consistía en confundir al ejército realista y hacerles creer que la batalla final sería en el valle de Caracas.

Rota la tregua acordada en el Tratado de Regularización de la Guerra firmado en la ciudad de Trujillo el 26 de noviembre de 1820, ambos contendientes sabían que Carabobo era el lugar que orientaría el rumbo por el que transitaría Venezuela. Por una parte, estaba muy cerca del poder político, Caracas, y por otra, su condición de encrucijada para acceder a cualquier lugar del país, lo convertían en lugar de importancia estratégica inequívoca e incuestionable. Así, sólo había que defenderla, los realistas; y atacarla, los patriotas. Pero estos optaron por una estrategia de distracción que haría creer a los comandantes españoles que el objetivo era Caracas, y para ellos dispusieron de uno de sus oficiales más destacados, y por ende con el suficiente prestigio para dar veracidad a las acciones militares que comandaba.

José Francisco Bermúdez, inició un avance desde Oriente y en lugar de tomar la vía de Los Llanos para reunirse con el resto del ejército patriota en Carabobo, se dirigió a Caracas y el 12 de mayo de de 1821 enfrentó en Guatire, en El Rodeo para ser más precisos, al ejército realista, al que derrotó y persiguió por lo valles del Tuy y acosó hasta Caracas. El objetivo de Bermúdez no era tomar la ciudad, aunque no lo descartase, sino atraer fuerzas enemigas hacia él, y fue tan eficiente, que el Mariscal Miguel de la Torre, Comandante general de las tropas enemigas.se vio en  la necesidad de enviar tropas para retomar Caracas, y debilitó así las fuerzas con las cuales defendería a Valencia. La historiografía tradicional otorga poca relevancia a la Batalla de El Rodeo, pero sus protagonistas; es decir, el ejército patriota si valoró en su justa medida ese acontecimiento.

La importancia, la trascendencia histórica y el reconocimiento oficial de la batalla de El Rodeo como acción bélica de incuestionable y determinante significación histórica se refleja en el hecho de merecer una Edición Extraordinaria del Correo del Orinoco, periódico oficial del ejército patriota. Después de 105 ediciones ordinarias, el general Carlos Soublette, Director para ese entonces del periódico fundado por Simón Bolívar, consideró que era necesario informar el éxito de la estrategia concebida en el Alto Mando Militar.

La primera edición extraordinaria del Correo del Orinoco (hubo dos más) publicada el 31 de mayo de 1821 fue dedicada a informar a Venezuela y al mundo sobre el éxito de lo que se conoció luego como la Batalla de El Rodeo, lo cual indica la importancia de la misma y que no fue un hecho casual, por lo que era necesario informar al ejército patriota que los planes se cumplían tal como se habían previsto, y que el general José Francisco Bermúdez había logrado atraer satisfactoriamente al ejercito adversario con sede en Caracas, para hacerle creer que la ofensiva final que se avecinaba tenía como objetivo esa ciudad .

    La citada edición publica un oficio del general Bermúdez fechado en Caracas el 14/05/1821 (dos días después) en el cual notifica la “…evacuación de esta plaza por el enemigo después de haber sufrido ayer en el pueblo de Guatire un fuerte revés…”. La edición se complementa con otros informes relacionados con la batalla. Dos ediciones más tarde, N° 107 del 16 de junio de 1821, se publican notas sobre la trascendencia de la lucha escenificada en El Rodeo el 12 de mayo de 1821.

Durante la guerra de independencia hubo más de 80 batallas además de Carabobo, y solo una, la Batalla de El Rodeo, mereció ese honor. Así, el 31 de mayo de 1821 en un Correo Extraordinario del Orinoco, se reseñó la batalla.

En el Correo del Orinoco se puede leer, entre otras, información sobre el Discurso de Angostura, los Congresos de Angostura y Cúcuta, el Armisticio de Regularización de la Guerra firmado por Pablo Morillo y Simón Bolívar, las batallas de Boyacá y Carabobo… y la batalla de El Rodeo.

La batalla fue de suma importancia en el resultado final obtenido en 24 de junio de 1821 en Carabobo, y no lo decimos nosotros, los guatireños, por el simple hecho de ser tales, aunque como bien explicó el poeta Guido Acuña al también poeta Rafael Borges, “Ah, es que así somos los guatireños”; no. Se trata de una afirmación pertinente y absolutamente documentada. Es que desde el mismísimo inicio del movimiento independentista los habitantes de este pueblo se involucraron en la noble causa; recuérdese que un guatireño, el sacerdote Francisco José Ribas, firmó el Acta del 19 de abril de 1810.  

 

 

 


 

viernes, 13 de noviembre de 2020

 

Guatire no tiene Plaza Bolívar

Aníbal Palacios B.

 A mediados del año 1995 la comunidad guatireña se enfrentó al gobierno local que pretendía, en aras del progreso, la magnificencia y el derroche, desterrar al olvido lo que constituye uno de los patrimonios históricos y culturales más significativos del pueblo de Guatire desde su fundación.

Vieja iglesia, viaja plaza
La plaza principal de Guatire no se llama Plaza Bolívar; es más, Guatire no tiene plaza Bolívar. La plaza que todos conocemos frente a la iglesia, con la estatua pedestre del Libertador es la Plaza 24 de Julio. Su nombre no es caprichoso; todo lo contrario, tiene un profundo significado histórico que enaltece el gentilicio guatireño. La estatua de Simón Bolívar que allí admiramos fue adquirida por colecta pública entre todos los pobladores de aquel Guatire del año 1930: comerciantes, hacendados, peones de las haciendas, empleados del comercio, amas de casa y hasta los niños estudiantes de la Escuela Federal Narvarte (varones) y de la Escuela Federal N° 74 (mujeres) que con orgullo cedieron sus  centavitos de la merienda escolar; la comunidad entera aportó, acorde con sus disponibilidades, el dinero que permitió adquirir tan significativa escultura.

Antecedente patrimonial

Plaza antigua

La plaza de Guatire no tuvo nombre hasta finales del siglo XIX. Ubicada exactamente en el lugar que hoy ocupa el abandonado, feo e inútil estacionamiento del Centro Cívico, actual sede del Concejo Municipal, la plaza era un pequeño lugar de encuentro, con una fuente en su centro, rodeada de árboles, flores y palmeras, bordeada por una empalizada, que luego fue sustituida por una estructura de hierro y en lugar de la fuente se colocó un faro, y se arreglaron las caminerías. En 1917, por iniciativa de Antero Muñoz, comerciante guatireño de la época con gran ascendencia en la población, se logró que el Distrito Zamora del estado Aragua donara a Guatire un busto de Ezequiel Zamora, que fue enviado desde Villa de Cura hasta Caracas, y de allí, en una carreta, lo trasladaron a nuestra población; a partir de ese momento la plaza, que ya venía conociéndose como Zamora, tenía una figura representativa de su nombre.

Antecedente histórico

Jefatura Civil, al fondo

El 5 de mayo de 1929, a las 4 y media de la tarde, hubo un alzamiento en Guatire contra el régimen de Juan Vicente Gómez. La conspiración local se enmarcaba dentro de una descoordinada rebelión nacional que en Miranda comandaba el general Norberto Borges. La insurrección fue abortada, pero los guatireños no se enteraron y actuaron según lo planeado. Los rebeldes no lograron tomar la Oficina del Telégrafo y la conjura fracasó, no obstante en el enfrentamiento murió el Jefe Civil Luis Rafael Ostos y un funcionario policial. Juan Francisco Pacheco era el jefe de los insurgentes que, entre otros, conformaban Néstor Silva, Eugenio Muñoz, Gregorio Suárez y Félix Mijares. Desde Araira se incorporaron Natividad Rojas y sus hijos Miguel y Simón González, Luis Mario Monroy y los hermanos Fernández, según una crónica de Ángel María Daló, quien agrega que Ramón Dorta no estaba implicado pero juzgó que de todas maneras lo acusarían y decidió sumarse al movimiento. Por su parte Andrés Pacheco Anderson (Pachequito), quien no tenía nada que ver con el asunto, se convirtió en el primer preso debido a que su ímpetu juvenil, tenía 18 años, le llevo a tomar el viejo Ford Tablitas del Jefe Civil e informar a todo el vecindario sobre los acontecimientos, para luego ir a Guarenas con el mismo propósito, pero fue detenido y torturado. Al resto de los alzados se les persiguió y luego de su detención fueron enviados a la cárcel de la Rotunda, lugar donde ya les esperaba Pachequito. A partir de ese momento Guatire cayó en desgracia para el gobierno del general Gómez, tanto así que se pretendió hasta silenciar su nombre, y según un calificado relato de Elías Centeno, prominente vecino de la época, cuando la prensa capitalina tenía la necesidad de referirse a Guatire, solía utilizar expresiones como “… de una población mirandina…”.

Para el año 1930, con motivo del Centenario de la muerte del Libertador, el general Juan Vicente Gómez, entre otras disposiciones, ordenó que cada pueblo de Venezuela tuviese una plaza con un busto o una estatua del padre de la Patria, financiada por el gobierno nacional. Cuando las autoridades guatireñas fueron a Los Teques, capital del estado, y solicitaron en la Gobernación de Miranda el busto de Bolívar que correspondía a nuestra población se les negó la petición, por insubordinados. Ante esta situación, los honorables ciudadanos guatireños constituyeron una Junta que conformaron el doctor Ramón Alfonzo Blanco (Presidente), el padre Jacinto Soto (Vicepresidente), el doctor Manuel Hernández Suárez (Secretario), Elías Centeno (Tesorero), Antero Muñoz, Régulo Rico y Pablo Antero Muñoz, entre otros, quienes no se quedaron con los brazos cruzados y decidieron que la negativa de ayuda oficial no era motivo suficiente para que Guatire no rindiera un homenaje a Bolívar, por lo que decidieron solicitar a la población una colaboración para adquirir un busto del padre de la patria. La respuesta fue tan contundente que los fondos aportados (Bs. 27.139.80, según el autorizado testimonio de Ángel María Daló, primer Cronista Oficial de la ciudad ) permitirían adquirir no ya un busto sino una estatua a un costo de Bs. 30.281,67. La diferencia, Bs. 3.141,87, la aportó la municipalidad. Eran tiempos de transparencia administrativa y no existía malversación; en otras palabras… bueno, ustedes entienden.

Lo cierto es que acordaron remodelar la plaza y erigir una estatua en lugar de un busto. La efigie escogida fue la de Bolívar estadista y guerrero, como se le conoce. Se trata de una réplica de la escultura de Pietro Tenerani (1789-1869) erigida originalmente para la Plaza Bolívar de Bogotá en 1846, que fue la primera estatua pública del Libertador en el mundo. En Ciudad Bolívar también existe una réplica de la misma obra, del año 1869, según relata César Urbano Taylor en una publicación titulada Pietro Tenerani: el escultor del Libertador. De manera, que no es cierto que la estatua de nuestra plaza haya sido solicitada directamente al famoso escultor italiano (ya había fallecido), ni importada desde Francia o Italia. No había recursos suficientes para adquirirla, ni el tiempo para tramitarla, vaciarla y trasladarla, ya que fue enaltecida el 17 de diciembre de 1930.

Plaza, vista desde el Grupo Escolar

Por lo demás, las autoridades mirandinas consideraron un desacato que los guatireños insistieran en tener su plaza y presionaron para que no llevara el nombre del Padre de la Patria, por lo que se optó por denominarle Plaza 24 de Julio. Fue un acto de resistencia pacífica activa contra el gomecismo, y toda la comunidad participó en el mismo. Elías Centeno describió el momento de la siguiente manera: “…Con este gesto correspondió Guatire a la negativa que se le hiciera, reconquistando así de manera insólita su derecho a ser un pueblo venezolano. No con fondos nacionales, sino con el dinero del pueblo…”. El 17 de diciembre de 1930, con un solemne acto público, Guatire conmemoró los cien años de la muerte del Libertador, y bautizó la plaza como 24 de julio.  

El busto de Zamora fue trasladado a la Plaza 5 de Julio, una pequeña franja de terreno colindante también con la calle Girardot, ubicada en lo que es hoy la entrada del Centro Cívico. A partir de ese momento esa Plaza pasó a llamarse Plaza Zamora.


La defensa patrimonial

Años después, en 1995, el Alcalde Arístides Martínez y el Concejo Municipal abatían la ilustre figura de su pedestal para sustituirla por una estatua ecuestre; demostrando así un absoluto desconocimiento de los valores patrimoniales del municipio que gobernaban, en una acción que subestimó el ímpetu de una joven generación de guatireños, que logró movilizar a la comunidad para impedir que la soberbia de unos funcionarios se impusiera por sobre el sentimiento popular y relegara al olvido una gesta histórica que representa precisamente una demostración de resistencia a las arbitrariedades de los gobernantes. Fue el poeta Rafael Borges quien siguiendo los consejos de otro viejo bardo guatireño, Elías Calixto Pompa  (“… entreabre con amor tus labios viejos, y alumbra al joven que te sigue el paso, con la bendita luz de tus consejos”), dolido, preocupado e indignado, exclamó en la plaza ante un grupo de jóvenes: “!Cómo es posible esa barbaridad;  eso es un crimen contra los valores culturales de un pueblo, a ustedes los muchachos les corresponde salvaguardar y honrar la memoria histórica de esta comunidad, cómo vamos a dejar que nos quiten nuestra estatua¡” Seguidamente detalló las intenciones de las autoridades locales  y  explicó las razones por las cuáles la estatua de Bolívar no era tan sólo un monumento más erigido al padre de la patria, sino que tenía una connotación diferente para aquella generación de guatireños que en el año 1930 se atrevió a enfrentar la tiranía para rendir homenaje al Libertador. La arenga caló entre los jóvenes y el movimiento rescatista sumó adeptos en toda la población. La gesta reivindicadora creció y se constituyó el Comité Pro Defensa de la Plaza 24 de Julio, al frente del cual estaba, entre otros César Gil, Cronista Oficial de la Ciudad, José Manuel Milano, César Martínez, Oswaldo Gómez y Marcos Milano. Hubo movilización hacia los planteles educativos, las organizaciones culturales, deportivas, políticas, vecinales y ambientalistas de Guatire, lo que fortaleció al Comité.

Y se prendió la mecha.

Agravio

El Alcalde pretendía colocar en la plaza una estatua de Bolívar civil encargada al prestigioso escultor Julio César Briceño, pero la comunidad guatireña no aceptó la imposición. No se trataba de rechazar una obra de indiscutible valor artístico e histórico como la figura creada por Briceño; se trataba de defender el legado histórico de la población, y así se le hizo saber al Alcalde y a los Concejales. Pero prevaleció la prepotencia de los gobernantes y la estatua fue bajada de su pedestal a pesar del sólido razonamiento que constituía el hecho de ser un genuino y enaltecedor patrimonio público, de esos que dignifican la lucha de los pueblos. La actitud del Alcalde enardeció a los guatireños y a la iniciativa del Comité de Defensa de nuestra plaza se le fue sumando gente, que poco a poco iba aportando su granito de arena a la causa, y es así como Pedro (Pepote) Muñoz entrega un documento de significativa importancia en la discusión planteada: el programa elaborado para los actos del 17 de diciembre de 1930, denominado: OFRENDA QUE EL PUEBLO DE GUATIRE DEDICARÁ A LA MEMORIA DEL LIBERTADOR SIMON BOLIVAR EN EL PRIMER CENTENARIO DE SU MUERTE, y en reunión realizada en el salón de sesiones del Concejo Municipal, se acuerda que la estatua debe permanecer en su lugar. Pero la soberbia obnubila el entendimiento, y el Alcalde decidió días más tarde desconocer dicho acuerdo bajo el argumento de que ese “grupito” de personas no representaba el sentir popular.

La Alcaldía decide invitar al doctor Marcos París del Gallego, Director del Ceremonial y Acervo Histórico de la Nación, en su búsqueda de apoyo, pero los delegados voluntarios de la comunidad guatireña iban multiplicándose día a día y esta vez le tocó a Marcos Lander, viejo amigo del académico, sumar su aporte: alertó al ilustre visitante sobre la polémica existente, y París del Gallego, a la par de exaltar las bondades de la estatua ecuestre, lo cual nunca estuvo en discusión, recomendó escuchar la voz del pueblo, y ese pueblo gritaba ¡Devuélvannos la estatua! Ante la sordera oficial aunada a una campaña mediática que tenía por objeto descalificar la voluntad popular, la movilización continuó, y el Comité decide convocar una Asamblea Popular para el día 1º de noviembre de 1995 en la Casa Sindical; la masiva asistencia exigió a los organizadores acciones contundentes para la defensa del patrimonio histórico y cultural de Guatire; los miembros del citado Comité Pro Defensa de la Plaza 24 de Julio lograron contener con mucho esfuerzo a la exacerbada e indignada concurrencia. Privó la sindéresis y la Asamblea se canalizó dentro del riguroso contexto histórico que le era propio. Ese día se acuerda por unanimidad dar un ultimátum al alcalde en manifiesto escrito donde se insta a colocar la estatua en su lugar de origen en un plazo no mayor de 15 días.

Volvió la estatua

Al final, las autoridades ceden ante el peso de las circunstancias, y la estatua pedestre regresa al lugar al cual pertenecía por decisión popular, el poeta Rafael Borges que se encontraba presente en ese momento aplaudía con el entusiasmo de quien ve en ese acto un desagravio a aquellos guatireños de 1930.  

La estatua de Bolívar Ecuestre, del escultor Julio César Briceño,

inspirada en un cuadro del pintor Norberto Liendo, se convirtió entonces en una especie de jarrón chino, y comenzaron a buscarle desesperadamente un lugar, cualquier lugar, donde ubicarla. Su escultor negó categóricamente haber exigido a la Alcaldía que retire la estatua de su taller en Las Barrancas, y manifestó que pese a tener un convenio para su custodia, conservación, mantenimiento y protección, jamás le pagaron. El proyecto original era construir una plaza con el nombre del Libertador al lado del Centro Comercial Guatire Plaza, a través de un acuerdo de los constructores con la Alcaldesa Carmen Cuevas, cuya exigencia no fue concretada por ese gobierno. Años después, en 2016, los gobernantes de turno consideraron que ese espacio era más adecuado para ubicar buhoneros y construyeron allí una especie de centro comercial para ellos, mientras confinaban la estatua en la orilla del rio Guatire en la Urbanización Castillejo, en un parque denominado Paseo Ezequiel Zamora; un final que, podemos decir, no fue tan feliz.

palacitto@gmail.com

Publicado en TereTere N° 42 - Junio 2004

Actualizado en guatireysugente - Noviembre 2020