viernes, 13 de mayo de 2016


Hernán Rengifo,

Un verdadero servidor público

Aníbal Palacios B.

 

 

 

La política, como actividad pública orientada a la resolución de los problemas de la comunidad en el momento en que se ejerce y la capacidad de prever las dificultades que puedan presentarse en el futuro a fin de evitarlos a través de una planificación coherente, acorde con las características sociales y culturales de esa comunidad, donde todos los factores humanos actúan de manera convergente, tuvo en Hernán Rengifo un verdadero paradigma.

 

Muy pocos, poquísimos en realidad, dirigentes políticos a quienes en la mal llamada Cuarta República les correspondió hacer vida pública en Guatire entendieron cuál es la verdadera función de un dirigente político aldeano. De la quinta ni hablar, ninguno entiende, ninguno aprende, ninguno sirve. Si dividimos la función pública guatireña en dos grandes etapas, antes y después de la dictadura de Pérez Jiménez, nos encontramos con que los dirigentes de la segunda etapa están en deuda con la población. Los dirigentes comunitarios de antes no cobraban sueldos, no disponían alegremente de los dineros públicos y solucionaban todos los problemas de la comunidad; a saber, alumbrado público, agua potable, escuelas municipales y las calles arregladitas, porque aunque eran de tierra, no tenían huecos debido a una cuadrilla de obreros municipales que ganaban poco y trabajaban mucho. Los de ahora tal vez sigan ganando poco pero son muchos, en realidad demasiados, los que cobran y no trabajan, porque en aquel entonces no existía burocracia municipal.

 

Quizás el gobernante local (Alcalde o Presidente del Concejo Municipal) que entendiera cabalmente la función pública y la ejerciera consecuentemente fue Francisco Delgado, pese a las limitaciones presupuestarias de la época. Hernán Rengifo quien no ejerció como edil en nuestra población, pero que se desenvolvió como diputado en la Asamblea Legislativa del Estado Miranda por varios períodos, jamás se desligó de su comunidad, trabajo por ella a tiempo completo y, además, consciente de que, por guatireño, no debía dedicarse exclusivamente a este pueblo porque su competencia abarcaba a todo el estado Miranda, atendió también a toda la geografía regional.

 

Amigo de todos

A la hora de ayudar a algún ciudadano, Hernán no consideraba su militancia política; adecos, copeyanos, masistas, comunistas, miristas, causaerristas, izquierdistas variopintos, independientes y ciudadanos comunes y corrientes, siempre tuvieron en él a un amigo con el que podían contar para resolver algún problema o para solventar obstáculos relacionados con las actividades políticas y sociales de cada cual. Hernán era el único dirigente político aldeano que usted sabía dónde encontrarlo cuando lo necesitaba. Particularmente nunca pude entender cómo hacía para estar en un estadio de beisbol, cancha de bolas criollas, polideportivo, una barriada, una comunidad rural, bautizo, un entierro, la biblioteca pública, la plaza 24 de Julio, un acto del CEA, una celebración del CEMAG, el San Pedro, el San Juan, las alfombras de flores en Araira, las fiestas patronales Guatire, Araira, Chuspita, Salmerón y las Barrancas, y además tener tiempo para trabajar activa y eficientemente con legislador. Parecía poseer el don de la ubicuidad.

 

Obras son amores

Ningún político guatireño y probablemente ningún dirigente regional puede mostrar un catálogo de obras gestionadas para la comunidad como las que lograra Hernán Rengifo. Y conste que jamás hizo alarde de su trabajo como servidor público. No como ahora que se gasta más dinero en promocionar una obra que lo efectivamente gastado en el trabajo mismo. La sede del CEA en el Calvario, la del CEMAG en La Rosa y de la Orquesta Municipal en la Calle Zamora. La sala de Fisiometría y la sede del San Pedro en el 23 de enero, para hablar de instituciones civiles emblemáticas de la población, son logros obtenidos gracias a la terquedad de Hernán Regnifo ante los distintos gobernadores de Miranda. Nunca le detuvo la militancia política de gobernante de turno. No se trata de un listado taxativo, es una mera referencia a obras tangibles de utilidad pública forjadas por el espíritu silencioso de trabajador social que siempre caracterizó a Hernán Rengifo.

 

No pretendemos hacer con esta nota un reconocimiento póstumo; si algún dirigente político llegó a ser respetado, apreciado y valorado durante su vida pública, ese fue Hernán Rengifo. Jamás se valió de su posición política para atropellar a nadie, jamás utilizó recursos o privilegios de su status en beneficio propio y jamás cambió su personalidad; siempre fue un hombre humilde y sencillo y así se comportó como político. En la despedida de sus amigos, observamos que eran todos los que estaban, pero no estaban todos los que eran: faltaron algunas personas, hoy dirigentes o encumbrados simpatizantes del gobierno de turno a quienes Hernán ayudó mucho en épocas de desasosiego político y personal, pero que no tuvieron vergüenza para acercarse a despedirlo, o porque simplemente ya no conocen ni reconocen a nadie que en el pasado les haya tendido la mano.

 

A Hernán Rengifo la comunidad no le debe honores porque él nunca los buscó ni trabajó en función de ello, pero el reconocimiento de su labor no es un acto de justicia política sino histórica, y la historia aldeana sabrá reconocerle los méritos que como dirigente político tuvo, y la influencia de su comportamiento público en beneficio tanto de las generaciones con las que convivió como con las futuras, porque eso fue precisamente lo que le distinguió: su visión de futuro.  

 

¡Qué vaina contigo, Henry Gil!

Aníbal Palacios B.

 

Nuestra amistad con Henry era reciente, apenas databa de unos cuatro años. Pero fue sólida y fructífera, incluso didáctica. Claro que le conocíamos desde hace mucho tiempo. ¿Quién no conocía a Henry Gil en Guarenas y Guatire? Sólo que entonces le veíamos como alguien distante y difícil, esquivo y de mal talante, ermitaño y retrechero. ¡Cuán equivocado estábamos!

 El azar quiso que coincidiésemos una tarde en la panadería de Bartolo y compartiésemos un café. Preguntó por Tere Tere, y para nuestra sorpresa supimos que lo leía con la regularidad de su edición, le gustaba y lo difundía. Por supuesto con el disenso y el consenso que cada crónica le merecía. Los encuentros continuaron por un tiempo en el mismo lugar, pero siempre fueron casuales, sólo que la conversación abarcaba aspectos relacionados con la historia aldeana y nacional, música, literatura, política, etc. Y, otra sorpresa, de repente percibimos que Henry no era el tipo antipático, desapacible y huraño que él mismo se empeñaba en aparentar sino que se trataba de un individuo abierto, generoso, inteligente, agudo y con una humildad espiritual tan grande que, ciertamente, era necesario esconderla para no ser víctima de los aprovechadores de oficio.


Poeta, trovador, compositor, bohemio, amigo

Cambiamos el lugar de encuentros vespertinos, el local de Bartolo no disponía de las comodidades que las ya largas tertulias exigían, y nos mudamos al Centro Comercial Castillejo donde Gleixis Ortega detentaba un pequeño Café llamado Aga’s, que se convirtió en nuestro centro de operaciones. Esas tertulias permitieron conocerlo más, y mejor. Respetuoso con los caballeros, galante con las damas, Henry conservaba intactas sus cualidades de poeta y en más de una ocasión nos hizo sentir mal porque mientras uno tenía que hablar parejo para llamar la atención de una dama, llegaba él, tomaba una servilleta de la mesa y en par de minutos escribía un soneto que la hacía suspirar. Afortunadamente, en beneficio de la amistad, no abusaba de sus aptitudes.

Revolucionario, de los de antes, Henry Gil siempre conservó sus ideales en defensa de las causas sociales dirigidas a los menos favorecidos económica y socialmente, y cuando le correspondió ejercer funciones públicas, no traicionó esos ideales. Las generaciones actuales quizás desconozcan la valentía con que defendió los intereses municipales guareneros ante la toda poderosa compañía eléctrica local. Sus correrías políticas no las inició, como pudiera pensarse, dentro de las filas de Acción Democrática, sino de la izquierda venezolana. Un amigo español huido del franquismo, Manolo Huelves, le dio las primeras enseñanzas en materia de teoría política y Alfredo Mechita Gil, su hermano, se las consolidó. Luego, la madurez, los amigos y uno que otro regaño de César Gil Gómez, su padre, le recondujeron al camino de la democracia partidista y representativa. Sin embargo, Henry siempre prefirió mantenerse un tanto al margen de la militancia política, mientras era amigo de unos y otros y colaboraba con todos. Es que si eres político difícilmente puedes ser amigo a carta cabal, y Henry prefería la amistad.

Un buen día se nos ocurrió llevar parte de las conversaciones cotidianas, las musicales concretamente, a la radio y surgió el programa Tertulias, a través de Millenium en principio y luego en Súper Romántica. El programa fue todo un éxito y en buena medida se le debía a Henry Gil. Mientras este cronista tenía que leer libros, buscar viejas revistas y visitar páginas web para conocer sobre algún artista, resulta que Henry Gil se había echado palos con él, compartido escenario o simplemente conversado un rato en un lejano bar dominicano o de la Isla del Encanto. Amigo y admirador, de Alfredo Sadel, Henry grabó con su sello disquero y conoció a cuanto cantante criollo y extranjero actuaba en los auditorios caraqueños, incluidos los escenarios de las radioemisoras capitalinas, porque los programas eran en vivo, y él solía estar, como muchos, en la esquina del Teatro Municipal esperando un llamado de Radiodifusora Venezuela u Ondas Populares.

Henry estuvo en una audición con el maestro Billo Frómeta cuando se fue Felipe Pirela; era un tema del cual no le gustaba hablar mucho, pero un buen día accedió a contarnos la experiencia. Era un muchacho recién casado, y luego de la exitosa audición la esposa fue a hablar con el maestro; nuestro amigo desconoce el diálogo, pero luego Billo le dijo que la vida de un cantante de orquestas no era muy compatible con la idea de un matrimonio feliz, y hasta allí llegó todo, optó por el matrimonio. ¡Estabas enamoradísimo!, comentamos. Nos dirigió una mirada fulminante y dijo: ¡No joda, nos divorciamos a los ocho meses! No pude evitar reirme.

Durante muchos años Henry Gil y Pedro Escalona formaron un admirable dúo de parrandas, serenatas, presentaciones y actividades afines y consecuentes, para llenar de satisfacciones a muchísimos guareneros y guatireños y de tribulaciones a Ana Julia Pompa, esposa de Pedro. Fue tanta la compatibilidad, la armonía y la empatía entre ambos juglares, que algunos amigos, jodedores, por lo demás, decían que Pedro era el mejor guitarrista del mundo, porque era el único que se atrevía acompañar a Henry Gil; suponemos que igual dirían en Guarenas de Juancho Carpio. Es que Henry era muy exigente con los músicos que le acompañaban y no aceptaba una nota discordante y mucho menos un instrumento desafinado, un poco cual Camejo en su época. No conoció el arrepentimiento, sus errores los asumía con responsabilidad y los trataba con seriedad, no todos los corregía. Siempre nos manifestó estar satisfecho con lo que hizo y vivió;  de volver a nacer haría lo mismo, insistía.

          
Lo que nunca supo, lo que no aceptó

De sus amigos sólo quiso respuestas a temas que le inquietaban en su afán permanente de aprendizaje, de allí que si conocía un funcionario del CIPC, o como quiera que ahora se llame, en seguida indagaba si ya habían determinado quién fue que mató a Consuelo. Al dueño de una lencería le comentó: tú eres la persona que me puede explicar cuál es la tela del juicio. Así, de un maratonista experto o de algún ingeniero de carreteras pretendía que le explicasen cuál era el término de la distancia. Su cara seria no cambiaba ante el desconcierto de los interpelados.

En cuanto observaba que una institución o una comunidad necesitaba solucionar un problema o desarrollar un proyecto para consolidarse, pretendía a incorporarse a la consecución del objetivo, olvidando que ya no tenía treinta; lo malo era que además intentaba involucrar a quienes le rodeaban, y no era sencillo hacerle entender que uno tenía suficientes responsabilidades sociales y culturales que atender y que él ya no estaba para esos trotes. Poseía una habilidad extraordinaria para llamarnos la atención sin que pareciera un regaño y a su vez la virtud de saber escuchar explicaciones sin recriminar que le parecían excusas.

Si la palabra amistad tiene algún sinónimo más espiritual que semántico, ese es Henry Gil. De ello pueden dar fe Alexis Castro, Matilde Muñoz, Rosita, Luis y Mercedes Rondón, entre tantos con quienes compartió. Nosotros siempre sabremos valorar el afecto que nos brindó y los conocimientos que compartió.

El desorden de las Órdenes


EL DESORDEN DE LAS ÓRDENES

Aníbal Palacios B.

 Los Concejales del Municipio Zamora siempre han sido displicentes a la hora de promulgar Ordenanzas relativas al reconocimiento de méritos ciudadanos. La razón es sencilla, los Ediles sólo se interesan en la ciudadanía durante el breve período legal de las campañas electorales.

 De acuerdo con la Ley del Poder Municipal las Ordenanzas son de obligatorio cumplimiento por parte de particulares y autoridades, pero en el caso de las Ordenanzas creadas para rendir homenaje a ciudadanos preocupados por el municipio, observamos una desigual lucha entre la comunidad que exige el cumplimiento cabal de la respectiva Ordenanza y las autoridades empeñadas en desobedecer sus propios mandatos para imponer candidaturas basadas en afinidades políticas o personales, algunas con méritos, la mayoría sin ellos.

 El  pecado original

Se supone que el Concejo Municipal legisla y el Alcalde ejecuta, pero si en la normativa se establece que es un Concejal (generalmente el Presidente de la Comisión correspondiente) quien asume la ejecución de la Ordenanza, la circunstancia,  además de ilegal y absurda, se convierte en una especie de ucase, coto personal del edil y por ende, inoperante. Se trata de una usurpación de poderes mediante la cual, a través de una figura llamada Consejo de la Orden,  se otorga relevancia a la discrecionalidad como herramienta jurídica; es decir al no reglamentar sus potestades, estas se convierten en actos discrecionales. Por supuesto, para evitar conflictos internos, se otorgan distintas Ordenanzas a cada Concejal, o se rota a fin de que cada cual atienda sus cuotas de  compadrazgo. En estos casos el secreto radica en que el referido Consejo de la Orden, cuya conformación aparenta una imagen de pluralidad, es designado por el Concejal de turno, conforme a sus propios criterios e intereses, amparados en una potestad extralegal. No está demás agregar que cuando hablamos de desorden nos referimos también a que en el Concejo Municipal de Zamora se desconoce el número de ordenanzas vigentes, que muchas están desactualizadas en función del nuevo régimen legislativo, que su publicación soslaya los propios parámetros que la regulan, y que los ediles manifiestan una lamentable pereza legislativa a la hora de reformarlas. Observemos algunas normativas.

 

Orden Guerrera Urquía

A falta de héroes y heroínas propias, en 2009 a los ediles se les ocurrió honrar  “…a aquellas mujeres que han desempeñado un trabajo comprobado en pro de la lucha por la igualdad de oportunidades y condiciones…”. Por lo general este tipo de ordenanzas se promulgan para honrar a ciudadanos zamoranos, pero ésta no se limita a nuestra jurisdicción, tal vez por ello los concejales ignoraron la existencias de tantas meritorias guatireñas Lo cierto es que el curriculum vitae de esta guerrera se conoce más a través de las estampitas de imágenes de la santería que de las crónicas de la historia patria. A Urquía se le atribuye como mérito haber sido la esposa del indio Guaicaipuro, obviando que la institución social del matrimonio la impusieron los españoles durante el proceso de colonización; es decir cuando Guaicaipuro ya había muerto. La poligamia regia la sociedad indígena venezolana por lo que atribuir una esposa al héroe en cuestión no es más que afán propagandístico. La norma copia un elemento recurrente en todas las demás al ofrecer una venera de oro, que se estilaba en los años sesenta cuando una onza de ese metal era accesible hasta para el más humilde de los ciudadanos. Finalmente, asumimos que la imagen de la india que debe llevar la medalla es la que cualquiera puede observar en los establecimientos de santería, la cual varía según el gusto del artista, solo deseamos que no la hayan encargado al mismo diseñador del indio de Solamey. Se desconoce si se otorgó alguna vez, porque una de las características más comunes de todas estas ordenanzas es la ausencia de registros históricos.

 Orden del educador

La Orden, de acuerdo con su texto, no es para honrar a ilustres educadores aldeanos como Belén Blanco, las hermanas Hernández, Elías Centeno, María Pittol Jaspe, Manuel Ángel González y el maestro Fermín,  sino para homenajear  “… al grupo de abnegados educadores que fundó en Venezuela la primera Organización Gremial Docente, aquel histórico 15 de Enero de 1936, así como el insigne Maestro Narciso Simón Rodríguez Guevara…”, merecido sin duda, pero excluyente. No se establece fecha de entrega y  aunque alguien pudiera inferir que se trata del día del Maestro, pues no es así. Se confiere cuando se puede, o cuando alguien se acuerda. La gramática castellana es brutalmente atropellada en esta Ordenanza y, hasta donde sabemos, la autonomía municipal no tiene competencia en materia lingüística. No hay Capitulo I y si un Capitulo II; usted tendrá que suponer que las Disposiciones Generales corresponden a ese Capítulo I; en fin, una Ordenanza, poco didáctica para tratarse de docentes.

 Orden Régulo Rico

La Orden se crea “… en atención y  como complemento a lo establecido en el Artículo 4 del Decreto Ejecutivo de fecha 25 de marzo de 1996, dictado para rendir homenaje a… Don Régulo Rico Lugo, en ocasión de celebrarse el 30 del citado mes los primeros ciento veinte años de su natalicio”. El texto completo del referente instrumento legal, así como su fecha de publicación y número de Gaceta fueron datos poco importantes para los legisladores locales. Además de las tres clases de reconocimiento, la Ordenanza prevé la entrega de un diploma “Especial” a una miríada de candidatos que nos hace suponer que al tratarse de músicos, los legisladores se imaginaron el acto como una animadísima velada musical sin costo alguno para la municipalidad. Los períodos de postulaciones se anunciarán “oportunamente”, lo cual significa que nunca se anuncian y la comunidad se entera del nombre de los agraciados el día del acto.

 Orden Rescate de la Dignidad:

Lo primero que pensamos sobre esta Orden es que los ediles no encontraron en las filas de sus organizaciones políticas personajes dignos de recibirla, a juzgar por la poca trascendencia que tuvo. Y razón no les falta, al circunscribir el ámbito de los méritos al comportamiento de esos ciudadanos durante una fecha específica, ciertamente, no hubo mucho dónde escoger. Otra particularidad de la Ordenanza es que el reconocimiento no es permanente. Fiel a la costumbre del Ejecutivo Nacional de no dar titularidad sobre las prebendas que otorga,  la Orden está sujeta a revocación,  lo que nos lleva a pensar que de haber sido acatada en toda su extensión, y en consecuencia otorgado medallas de oro de 12 kilates, los favorecidos hubiesen vendido el recuerdito, en legítimo acto previsivo.

 Orden Villa Heroica

Se trata de una Ordenanza muy original: por primera vez en la historia de la instrumentación legal del Municipio los concejales ceden las prerrogativas de su ejecución al Alcalde; así se establece en el Artículo 9° del mandato. No obstante desde su promulgación hasta la fecha los concejales se han subrogado ese derecho. Si algún ciudadano solicita una copia de esta Ordenanza le suministran un ejemplar al cual le faltan los artículos 16 al 19; esto tiene un carácter más anecdótico que trascendental porque a fin de cuenta no  es mucho la atención que le prestan los ediles a las ordenanzas. Al igual que con las demás, la discrecionalidad y el irrespeto a las formalidades establecidas en la Ordenanza genera dudas, en algunos casos inmerecidas, sobre la pertinencia de los favorecidos.

 Orden Santa Cruz de Pacairigua

Se trata de la condecoración aldeana más importante que puede recibir un ciudadano en este municipio. Creada en 1983 su  intención era “… premiar a personas e instituciones que se destaquen en alguna actividad orientada al progreso y bienestar moral o social del Distrito Zamora del Estado Miranda”. Originalmente se estableció que la Orden se confería en una sola clase, y el Consejo de la Orden lo conformaban los  Concejales. Esta Orden preveía su revocatoria por causales específicos y otorgaba al Síndico Procurador Municipal el carácter de Fiscal Instructor de las posibles averiguaciones. La Ordenanza fue reformada en 1992, y se estableció concederla en tres clases; también se modificó la conformación del Consejo de la Orden para integrar al Alcalde como Presidente del mismo, al Cronista de la Ciudad y al Presidente de la Comisión de Cultura de la Cámara como miembros permanente, además de otro Concejal, un representante de las Instituciones Culturales, uno de las Asociaciones de Vecinos y otro de la Cámara de Comercio, sujetos a ratificación o relevo. Se estableció un período de postulaciones comprendido  entre el 15 de marzo y el 5 de abril y se derogó inescrupulosamente la Ordenanza anterior, y al hacerlo eliminó los elementos que otorgaban realce a la condecoración: La Insignia, el Distintivo y el Diploma, minuciosamente descritos en la Ordenanza original. Podemos afirmar que el 28 de abril de 1992 el Concejo Municipal no  reformó la Ordenanza que creaba la Orden Santa Cruz de Pacairigua, sino que promulgó una nueva, deficiente, mermada y chucuta, por lo demás.    

Pero los desaguisados legales no culminaron allí, el 25 de noviembre de 1997 los concejales vuelven a sus andadas y sancionan una reforma parcial de la Orden Santa Cruz de Pacairigua y en su Artículo 1°, como Disposición Fundamental, se crea la Orden, generando la confusión de si se trata de una reforma o una nueva normativa y como quiera que la Ordenanza sobre la Gaceta Municipal establece, y el sentido común también, que cuando se reforma una Ordenanza debe publicarse el texto completo de la norma reformada y no es este el caso, se puede asumir que, ciertamente, se trata de una Orden nueva, más escueta aún que la anterior, lo cual es mucho decir; y para colmo, la hermosa y distinguida condecoración de otrora se redujo a un simple Botón y un Certificado de Acreditación. El Consejo de la Orden también se modificó; ahora lo conforman un representante del Alcalde, un Concejal, el Cronista y representantes de las Instituciones Culturales,  Educativas, Deportivas y de Comerciantes, uno por ente; esta vez los vecinos quedaron fuera. El período de postulaciones se ubica entre el 16 de enero  y el 16 de marzo. En la misma fecha, 25/11/9, el Ayuntamiento aprueba un Reglamento General de la Ordenanza, que pareciera no redactado por los concejales, a juzgar por su sencillez, claridad y especificidad. Paralelamente a estos tejemanejes leguleyescos, Carlos Grippa, representante de los comerciantes en el Consejo de la Orden, mantenía una quijotesca lucha por elevar y mantener la dignidad de esta distinción ciudadana, hasta que fue apartado por terco, quisquilloso y fastidioso; así, la más alta y otrora distinguida condecoración municipal, la Orden Santa Cruz de Pacairigua, perdió su relevancia e invirtió sus valores y razón de ser; ahora alguno que otro ciudadano, es quien da realce a la Orden, pese a ser seleccionado como cortina de humo.