domingo, 10 de diciembre de 2017


La Orquesta Sinfónica Venezuela  
y su concierto en Guatire
Aníbal Palacios B.

Presbítero Beltrán Sánchez - Foto Víctor Álvarez
 La Santísima Cruz del Valle de Pacairigua y Guatire quiso que bajo su cielo coincidiera y se conjugara la presencia de tres destacados lugareños que en distintos ámbitos del quehacer ciudadano favorecieran a la comunidad, enaltecieran el gentilicio y fortalecieran la guatireñidad. Así lo dispuso y se cumplió; y hoy, 8 de diciembre de 2017, día de la Inmaculada Concepción, en el mismo lugar en donde se oficia la Santa Misa desde el año 1680, la Sociedad Orquesta Sinfónica Venezuela, el Centro de Educación Artística Andrés Eloy Blanco y la Parroquia de la Santa Cruz de Pacairigua y Guatire, rinden homenaje a Henry Leroux Planchart, con motivo del centenario de su nacimiento (nacido el 15 de diciembre de 1917); Francisco Mujica Toro, debido a los veinte años del fallecimiento (hecho acaecido el 10 de diciembre de 1997), y Vicente Emilio Sojo por cumplirse hoy ciento treinta años del  nacimiento (ocurrido el 8 de diciembre de 1887.
Luego de realizar una ofrenda floral ante el busto del maestro Vicente Emilio Sojo, la concurrencia se dirigió al templo donde el presbítero Beltrán Sánchez oficiaría una Misa Solemne en honor a la Inmaculada Concepción de María. En su homilía, el párroco de la feligresía guatireña resaltó la trascendencia litúrgica de la fecha y subrayó la feliz coincidencia con el nacimiento de Vicente Emilio Sojo. Concluida la misa, Miguel Alciro Berroterán, maestro de ceremonias y promotor del evento, explicó brevemente la 
Foto Víctor Álvarez
motivación del acto, y el maestro Pedro González Amaya, presidente de la Orquesta Sinfónica Venezuela (OSV), se dirigió a los presentes para resaltar la importancia que para los integrantes de la Sociedad OSV tiene este encuentro con el pueblo que vio nacer al Maestro Sojo, a pesar de que su continuidad a veces se haya visto interrumpida por las vicisitudes propias de los tiempos que vivimos; prometió el Maestro González Amaya fortalecer aún más los lazos entre la Orquesta Sinfónica Venezuela y el pueblo de Guatire.
 
A continuación, bajo la dirección del Maestro Alfonso López Chollet, la Orquesta Sinfónica Venezuela inició su concierto en la Iglesia Santa Cruz de Pacairigua y Guatire con el siguiente repertorio:
                                           Antelación e imitación fugaz, de Gonzalo Castellanos
                                           Suite del Cascanueces, de Tchaikovski
                                           Suite de aguinaldos venezolanos, de Pedro López.

 Durante  la interpretación del último acto, el Maestro Alfonso López sorprendió a los presente con una invitación a acompañar a la Orquesta cantando el estribillo de los aguinaldos, en una perfecta comunión entre la Orquesta y su audiencia, muy propia del recinto que acogía el encuentro.
            Previo al inicio del Concierto, quien suscribe el blog, describió a los homenajeados con la siguiente semblanza:

Henry Leroux Planchart
            Parafraseando a cierto escritor alemán podemos afirmar –con absoluta propiedad- que algunas personas consideran capitalino al destacado médico guatireño Henry Leroux, porque accidentalmente naciera en Caracas un 15 de diciembre de 1917; es decir, hace 100 años. Graduado de médico en la Universidad Central de Venezuela en 1940, el Dr. Leroux se trasladó a Guatire y asumió la dirección del Hospital Santa Marta, que así se llamaba aunque esa categoría se la dio el propio Henry Leroux al crear un quirófano y formar un equipo de enfermeras especializadas, que permitió atender a toda la comunidad del este mirandino, desde Cúpira hasta Mampote.

Parco en el hablar pero certero en concebir y concretar ideas, Henry Leroux fue literalmente médico de cuerpo y almas de los guatireños de mediados del siglo pasado. No se limitó solo a curar heridas y sanar enfermedades; forjó además la espiritualidad aldeana al involucrarse directamente en el único y esencial pasatiempo de los lugareños. Así, un domingo cualquiera observó que muchos pobladores se dirigían animadamente hacia el sector Curazao, donde jugaban beisbol los equipos Lanceros y San Luis. Se unió al grupo y le gustó la calidad, el alto nivel de juego, el espíritu de lucha, la mística y el entusiasmo del público, y en el transcurso del partido en su mente germinó una idea brillante: unir ambos equipos en una sola divisa capaz de competir exitosamente en la exigente liga de beisbol caraqueña. Así, conformó el equipo Gavilanes de Guatire en 1943 y los muchachos le dieron la razón: en su primer año fueron campeones  de la segunda división de la Liga y ganaron el ascenso a la primera.


El Directos alecciona a los asistentes - Foto Víctor Álvarez
Henry Leroux fue Presidente del Concejo Municipal de Zamora y, entre otras medidas, promovió la creación de una farmacia popular con medicamentos gratuitos que obtenía con donaciones y muestras médicas. También fue Diputado de la Asamblea Legislativa del Estado Miranda y cuando su formación profesional le exigió atender cargos de Docencia Médica y de Director del Puesto de Salas, no abandonó al pueblo, y cada sábado regresaba al Hospital a realizar las intervenciones quirúrgicas que requerían sus pacientes. Se unió a Lourdes Hernández, una gran mujer que brillaba con luz propia, y tuvo cuatro hijos. El Dr. Leroux no tuvo tiempo para ejercer la medicina privada, pero sí para sus pacientes y su familia. A él, nuestro eterno agradecimiento.  
 
Francisco Mujica Toro
          El profesor Mujica, como todos le conocían, nació un 24 de abril de de 1933.  Baloncetista, artista plástico, docente, volibolista, diseñador gráfico, cultor, promotor social; en fin, es difícil encasillar a Francisco Mujica en una actividad específica de trabajo porque, entre otras razones, sobresalió en todas. Se trata de un ciudadano paradigmático en el quehacer social y cultural zamorano que dedicó toda su vida al trabajo comunitario sintetizado en la docencia, el deporte y la cultura. Formó varias generaciones de guatireños y guareneros en las aulas del Grupo Escolar Elías Calixto Pompa, el Liceo Dr. Ramón Alfonso Blanco, el Colegio Santa María Goretti, el Liceo Nacional Guarenas y la Escuela Técnica Industrial de Los Naranjos, antes de instruir caraqueños en el Instituto Pedagógico de Caracas.

Pese a todo eso, a Francisco Mujica Toro se le conoce más como el fundador del Orfeón Régulo Rico y el Centro de Educación Artística Andrés Eloy Blanco; y no es para menos, dada la importancia y trascendencia de ambas instituciones.

El profesor Mujica supo combinar un afable carácter con una enérgica disciplina para moldear equipos de trabajo que le llevaron a consolidar sus muchas propuestas organizativas; hoy resaltamos una de ellas, para que no pase inadvertida:

Francisco Mujica fue un determinante factor organizativo y operativo en el proceso que llevó a redimensionar la vieja tradición de la Parranda de San Pedro de Guatire, que languidecía tras la muerte de Justo Pico Tovar. Ese accionar permitiría posteriormente a la Parranda alcanzar las altas cotas de popularidad, estabilidad y reconocimiento que hoy le son propias y de las que entonces carecía. Francisco Mujica Toro siempre se consideró un ciudadano común y corriente, pero tuvo un don divino que puso a disposición de las comunidades de Araira, Guatire y Guarenas y su sencillez le valió el respeto y la consideración de la sociedad en general y de sus discípulos en particular. A 20 años de su fallecimiento rendimos homenaje a este ilustre ciudadano guatireño.

Vicente Emilio Sojo
         Nació en Macaira, un alejado sector del centro de Guatire para aquella feche del 8 de diciembre de 1887; es decir, hace 130 años.  

El expositor - Foto Víctor  Álvarez
Justamente aquí, en este Santa Iglesia de la Santa Cruz de Guatire, Pedro Ramón Palacios Sojo Gil y Arratia, Enrique León y Régulo Rico, cantaron la misa, y aquí aprendió Vicente Emilio sus primeros compases musicales de la hábil batuta del maestro Régulo Rico, por lo cual no es casualidad que sea éste el apropiado lugar escogido siempre por la Orquesta Sinfónica Venezuela para rendir homenaje a su fundador; porque, en mi opinión, es precisamente la Orquesta Sinfónica Venezuela la mayor de las creaciones musicales del maestro Vicente Emilio Sojo.

Una que una de las mayores virtudes del maestro Sojo fue potenciar las ya grandes cualidades de un grupo de músicos contemporáneos y de jóvenes promesas del difícil y exigente arte de la musicalidad, para ahondar en las raíces históricas de la música nacional, recopilar ese legado social y proyectar dentro y fuera del país la riqueza y variedad de nuestras tradiciones musicales; de allí la trascendencia de su obra.
 
Foto Víctor Álvarez
Pese a su congestionada agenda de trabajo, el maestro Sojo jamás se desvinculó del terruño e incluso logró que sus alumnos lo quisieran tanto como él, le cantaran, le compusieran y la homenajearan permanentemente. A todos los integrantes de la Orquesta Sinfónica Venezuela, a través de su historia, nuestra gratitud.

¿Cómo no sentirse orgulloso de la obra de Vicente Emilio Sojo y de los grandes músicos que precedieron su labor en esta aldea? Para los guatireños, la presencia histórica del Padre Sojo, Régulo Rico y Vicente Emilio Sojo, responde claramente a una vieja interrogación musical: los cantantes podrán ser de La Loma pero en Venezuela, los músicos, son de Guatire.
 
 
 
 
 
 
 

 

domingo, 26 de noviembre de 2017


FRANCISCO DELGADO DALO:
LA VISION FUTURISTA DE UN CONCEJAL GUATIREÑO
Aníbal Palacios B.

El terremoto del 29 de octubre de 1900 puede servir como punto de partida para un análisis de la gestión municipal en Guatire, porque nos permite observar dos claras tendencias de estilo gerencial que podemos definir como de carácter social, el que prevaleció desde citada fecha hasta el 23 de enero de 1958;  y política, el que hemos conocido a partir de la caída del gobierno de Marcos Pérez Jiménez.
Terremoto de 1900 (Foto El Cojo Ilustrado)
A las 4 de la mañana del 29 de octubre del año 1900 un violento terremoto sacudió al bucólico pueblo de Guatire y destruyó casi todas sus viviendas desde La Lagunita (Macaira), hasta los predios de Curazao, límites urbanos de Norte y Sur, así como entre las Calles Manzanares (hoy calle 9 de diciembre) y Sucre, límites de Este y Oeste. De la iglesia, sólo quedó en pie la Torre del Campanario, visiblemente fracturada. Luego de las lamentaciones de rigor, un grupo de ciudadanos entre los que destacaban Antero Muñoz Escalona, Elías Centeno, Luis Betancourt y Antonio García Guerra, asumen la responsabilidad de reconstruir al pueblo en general y a la iglesia en particular. Ese comportamiento fue el modelo de gestión municipal que guió a las autoridades municipales guatireñas durante seis décadas; es decir, solucionar los problemas del pueblo, sin excusas por falta de recursos presupuestarios. Acueductos, escuelas, hospitales, calles y plazas quedaron como evidencias tangibles de un mandato administrativo orientado al servicio de una comunidad y no de intereses personales o grupales. Llegó la democracia y los criterios políticos comenzaron lentamente a imponerse sobre los fundamentos sociales y luego, en los últimos dieciocho años, el desatino, la improvisación y el desarraigo aldeano, se convirtieron en el manual operativo de la gestión municipal.

La excepción que confirma la regla
Desde 1958 hasta el 2015 han ejercido la dirección de la Administración Municipal en Guatire unas 20 personas; bajo la denominación de Presidente del Concejo Municipal, al principio y luego como Alcaldes, a partir de 1989. De ellas solamente podemos catalogar como sobresaliente la gestión de Francisco Delgado Daló, quien ejerció como Presidente del Cuerpo Edilicio entre 1968 y 1971, y luego entre 1983 y  1985. El criterio de gestión gubernamental que orientó el mandato de Francisco Delgado fue el de quienes condujeron los destinos del pueblo durante las primeras seis décadas del siglo XX; es decir darle un matiz social a su administración, por lo que los resultados no se hicieron esperar.
Un problema recurrente del guatireño ha sido la falta de vivienda, aún en épocas de poco movimiento migratorio, situación que se vio agravada con el terremoto de 29 de julio de 1967. Guatire no tuvo ejidos, lo cual visto en retrospectiva, dado el comportamiento habitual de los dirigentes políticos del país, podemos considerarlo una bendición. Eso motivó que los dueños de las haciendas que circundaban el municipio, cedieran terrenos para que sus trabajadores construyesen viviendas cerca de sus lugares de trabajo, pero en pocos casos se legalizaron títulos de propiedad y cuando el terremoto destruyó sus casas y surgió el convenio entre Fedecámaras y el Banco Obrero para reconstruirlas se presentó el problema de respaldo al préstamo hipotecario. Francisco Delgado, en un acto de absoluta justicia social pero carente de fundamento jurídico, dictó una Ordenanza que convirtió al Municipio en garante de los préstamos y agilizó los trámites de traspaso de la propiedad de los terrenos afectados. Al final las hipotecas fueron condonadas, pero el problema se enfrentó con hidalguía.

Las Barrancas, el barrio más antiguo de Guatire y quizás el más olvidado, recibió una atención integral: asfaltado, acueducto, cloacas, la Capilla de Santa Isabel de Guía y una cancha deportiva. La Urbanización Tapaima (o Las Casitas, o Arnaldo Arocha, como quiera usted llamarla) fue producto de la gestión de Francisco Delgado, desde la consecución del terreno hasta la edificación de las viviendas y el urbanismo inicial. A todas las barriadas de la población se les construyó canchas deportivas y se les atendió otras necesidades. Las familias de Araira recibieron títulos de propiedad de los terrenos de sus viviendas, que eran propiedad del Instituto Agrario Nacional y el bulevar paralelo al rio se convirtió en un desahogo vial expedito. Todo eso con un pírrico presupuesto municipal; es decir, que el trabajo en favor de las comunidades  de realizó a fuerza de gestiones políticas ante instituciones públicas y privadas.

Visón de futuro
 
A la par de atender las barriadas, Francisco Delgado acometió la obra social más transcendente del período democrático en Guatire: la remodelación del casco urbano de la población. El proyecto no tuvo oposición política ni ciudadana; todos entendieron la necesidad de ampliar la calle Bermúdez (cuyo propósito inicial la extendía hasta Terrinca), y la calle Miranda (que en su primera etapa debía llegar hasta el Colegio San Martin de Porres). Sólo hubo un poco de comprensible aflicción por parte de algunas familias residentes en dichas calles cuyos hogares de ancestral tradición debían modificarse para ceder espacios (unos 10 metros de  cada frente) que permitiese convertir las calles en avenidas. Cora de Useche, Lourdes Hernández, Ángel María Daló, la familia de Régulo Rico, los Muñoz, García, Graterol, etc., enfrentaron su propia nostalgia convencidas de que el pueblo requería una cuota de sacrificio urbanístico. Lágrimas no faltaron, pero comprensión tampoco. De no haberse ampliado estas vías, Guatire sufriría  un caos vial semejante al de las calles Páez y Comercio de Guarenas, agravadas por la carencia de ejidos que se constituía es una especie de camisa de fuerza que constreñía el desarrollo urbano. Guarenas pudo crecer hacia las áreas periféricas, aislando al casco central; Guatire ni siquiera tenía esa opción. Hoy, un  autobús de pasajeros tendría que maniobrar en las 4 Esquinas hacia adelante y atrás para cruzar de la calle Bermúdez hacia la Miranda.

 
 
Paralelamente, Delgado Daló conversó con los propietarios de las Haciendas El Rincón, El Palmar, La Margarita y El Ingenio y les expuso que de no urbanizar sus predios corrían el riesgo de ser invadidos, porque la presión social era alta y a la municipalidad cada vez le era más difícil contenerla. En pocos años surgieron proyectos urbanísticos en La Rosa, Valle Arriba, Villa Heroica y Castillejo. Por otra parte se invitó a numerosas empresas para crear parques industriales con la oferta de exonerar impuestos por un año, con la condición de que empleasen mano de obra local, porque hasta ese entonces, los guatireños trabajaban en Caracas y Guarenas. El Centro Cívico era muy grande para albergar la nómina de trabajadores (¡Que en ese entonces si trabajaban!) del Concejo Municipal, por lo que hubo que alquilar  un piso entero a Eleggua  y cederle la azotea al CEMAG. El Cañaote del Barrio pasó a  llamarse Bulevar I y II, al ser embaulada la maloliente quebrada y construida las caminerías; se reforestaron las calles en labor conjunta con el CEMAG y se edificó la Sala de Fisiometría. Todo eso logró Francisco Delgado Daló a pulso de visión futurista y gestión política y administrativa concebida en función de generar bienestar a la comunidad, porque los recursos presupuestarios eran escasos; vendrían, sí, después, precisamente como consecuencia de su gestión al promover la construcción de esas viviendas que generarían impuestos catastrales y esas industrias que aportarían ingentes impuestos municipales, que hoy sirven sólo para alimentar la voracidad política y burocrática.

Sí, Francisco Delgado Daló es un político que se convirtió en paradigma de lo que debe ser un gerente municipal; allí está su obra, la tangible y la intangible, porque ambas se pueden valorar e imitar. Delgado Daló recuperó el carácter social de la gestión gubernamental de quienes dirigieron los destinos de Guatire y Araira durante la primera mitad del siglo XX, y así merece ser reconocido.

 

 

 

 

 

  

domingo, 8 de octubre de 2017


El  ¿descubrimiento?  de  América
Aníbal Palacios B.

Más de quinientos años después, las inexactitudes, mitos, distorsiones, omisiones y las estériles desavenencias semánticas aún envuelven bajo un manto de misterio la llegada de Colón a nuestro continente, lo cual genera una lógica dificultad para entender cabalmente lo ocurrido.

 
El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define la palabra Descubrimiento, en su primera acepción,  como “Hallazgo, encuentro, manifestación de lo que estaba oculto o secreto o era desconocido”. Como segundo significado del término, puntualiza: Encuentro, invención o hallazgo de una tierra o un mar no descubierto o ignorado. Es decir establece la preexistencia del objeto desconocido. Pues bien el 12 de octubre de 1492 Cristóbal Colón descubrió un nuevo territorio. Estaba allí, muchos navegantes pasaron, lo vieron y hasta estacionaron, pero nadie se percató de la novedad, hasta que lo hizo el marinero genovés. Si usted quiere regatearle méritos al personaje, puede decir que los indígenas descubrieron a Colón porque, con absoluta seguridad, ellos avistaron primero a los visitantes que éstos a los residentes… pero hubo un descubrimiento. No fue ningún “Día de la resistencia indígena” porque los indígenas no se resistieron. Tampoco un “Encuentro de dos mundos” porque mundo hay uno sólo; mucho menos el “Día de la raza” porque desde el punto de vista étnico faltaban dos. El encuentro de dos culturas suena más racional, pero igualmente una encontró (descubrió) a la otra. Podemos convenir en que se hable del Descubrimiento de América por comodidad pedagógica, aunque no fue sino hasta el año 1507, quince años después, cuando un cartógrafo alemán, Martín Waldseemüller, publicó el primer Mapa Oficial de la nueva región y lo llamó América, por la sencilla razón de haber sido Américo Vespucio quien primero se percató, o hizo público, que era un continente y no una isla grande. Igual convenimos en lo de las tres carabelas, aunque  en realidad fueron dos (la Santa María era una nao), porque para los efectos es igual y en estos menesteres el tamaño no importa; además, era lo  que había.

De inexactitudes, distorsiones y omisiones
Lo primero que nos enseñan es que en la época se pensaba que la tierra era plana y que Cristóbal Colón, cual un José Arcadio Buendía cualquiera, determinó, un buen día (valga la redundancia), que “la tierra es redonda como una naranja”. Pues resulta que un tal Eratóstenes, más de mil quinientos años antes, había demostrado la esfericidad de la tierra  y establecido la circunferencia ecuatorial en poco más de 40 mil kilómetros, y allí estaba precisamente el problema. Era de conocimiento público, entre especialistas, claro está, la información del matemático griego, pero Colón con insistente terquedad sostenía que eran apenas unos 30 mil kilómetros, lo cual significaba darle una vueltica en menos tiempo.

En relación con la tripulación de ese primer viaje, según el cuento, estuvo conformada por malandros,  sicópatas, ladrones, criminales, zagaletones, bachaqueros, reposeros, enchufados, caraquistas y motorizados. ¡No! A Colón lo acompañaban marineros. El que una buena cantidad de estos fueran reclutados en cárceles se debió a que los marinos, después de muchos meses en alta mar llega a los puertos en busca de bingos, botiquines y burdeles, por lo que suelen meterse en líos, algunos de ellos considerados delitos. Colón fue muy convincente con la Reina Isabel a la hora de conseguir financiamiento para el viaje, pero su capacidad de orador no le sirvió mucho para persuadir al común de los tripulantes que merodeaban por Palos, pueblo que por cierto se jactaba de formar a los mejores marineros del mundo. Así que hubo que ofrecer conmutación de penas por aventuras. Tampoco es cierto que estos aventureros vinieron atraídos por el espejismo del oro, puesto que después del horizonte se preveía encontrar especias, es decir, condimentos aromatizantes para las comidas, por lo cual es lógico pensar que a la voluntaria tripulación le atrajo simplemente la atractiva idea de ser excarcelados. Finalmente, nos informaron que Colón llegó a una isla llamada Guanahani, pero sin indicarnos dónde carrizo quedaba. ¿No es más didáctico decir que llegó a las Bahamas? Ahí,  a seis o siete cuadras de Los Roques.

 ¿Qué trajo Colón?
Lo más trascendente del portafolio colombino fue la cultura española, fundamentalmente idioma y religión.  Más de dos tercios de los colonizadores españoles fueron andaluces. ¡Gracias a Dios! Nuestra forma de hablar, nuestra música y hasta nuestro espíritu, es andaluz. No quiero imaginarme hablando como un madrileño. ¡Hostia, que ni siquiera saben pronunciar el nombre de la ciudad!  Los alimentos vinieron en el primer viaje como elementos de autoconsumo. Gallinas, ganado bovino y porcino, al principio fueron para  alimentar la tropa. Luego, una vez que arribaron los primeros colonizadores era  necesario  autoabastecerse y de España llegó algodón, cebada, trigo y  arroz. El café, que llegó a jugar un papel de primer orden en el fortalecimiento de las economías locales, también vino del Este. La caña de azúcar, plátanos, naranjas, limones y hasta el exquisito y americanizado mango, fueron frutos importados. También armas, primero como elemento de defensa y luego de conquista,  y por último las enfermedades europeas que causaban estragos por aquellos lares y aquí azotaron  a una población inmunológicamente desvalida

 ¿Qué se llevó Colon?                
Los reyes católicos no se decepcionaron porque Cristóbal Colón no les llevase lo que les prometió: una nueva ruta marítima para llegar a Oriente, proveedor comercial por excelencia. Su ingratitud no llegaba a tales extremos; se conformaron con las ingentes toneladas de oro y plata que estabilizó sus agotadas  finanzas luego de la cruenta, larga y costosa guerra contra los moros, y como valor agregado un territorio de más de 40 mil kilómetros cuadrados que explotar comercialmente y una población superior a las 500 mil almas para catequizar y ofrecer al paisano, nacido en Valencia, Rodrigo de Borgia que, a la sazón, ejercía en el Vaticano el cargo de Pontífice, con el nombre de Alejandro VI. Pero como no faltaban sibaritas aficionados entre los colonizadores, muy pronto la gastronomía española se enriqueció con productos como la papa, el maíz, tomates, piñas y el maní, aunque fueron el tabaco y el cacao los cultivos que marcaron la pauta económica de la región. A los escribientes españoles, que todo lo anotaban, se les pasó por alto registrar quien se comió el primer aguacate, que para muchos gourmets se trata de un héroe anónimo. En cuanto a la fauna utilitaria fue poco lo que aportamos por aquí, porque cocodrilos, anacondas, jaguares, cascabeles y jabalíes no encontraron mucha demanda en el  mercado europeo, más allá de los parques zoológicos.

Más recientemente, se afirma que la sífilis fue un aporte de los aborígenes americanos a la cultura europea, a manera de intercambio  viral, para compensar a los españoles por los microorganismos genéticos que tantas enfermedades importados por ellos desde el viejo continente.

El tercer viaje
Macuro. Fotografía de Luis Ovalles
Macuro tiene el exclusivo privilegio de haber sido el primer territorio continental al que llegó Colón; allí se instaló doce días; era su tercer viaje transoceánico. Esto ha sido un secreto bien guardado por los gobernantes venezolanos, quizás con la excepción de Juan Vicente Gómez, porque 520 años después Macuro sigue casi tan igual a como lo encontró el Almirante. La mayoría de los historiadores coinciden en que fue descubierto el 3 de agosto de 1498, aunque hay quienes insisten en que fue un día antes, porque Colón pasó por la desembocadura del Orinoco el día 2. Pero si nos ponemos a hilar muy fino tendríamos que señalar que fue en 1493 porque durante su segundo viaje el Almirante navegó por áreas del mar territorial venezolano. Es poca la información que recibimos al respecto, pero Venezuela limita por el norte con el mismísimo imperio estadounidense, si tomamos como referencia la territoriedad marítima. Macuro debería ser una fortaleza histórica y un fortín turístico, al punto de llegar a discutirle a los dominicanos eso de “donde todo comenzó”.

Pero la historia nos la enseñan incompleta, vaya usted a saber por qué.

 

sábado, 29 de julio de 2017



¡Se derrumban las 4 Esquinas!
Joseito Espinoza predijo el terremoto de 1967
Aníbal Palacios B.

Un anuncio promocional por medio de un volante entregado de mano en mano el día 25 de julio de 1967 anunciaba: “¡Se derrumban las cuatro esquinas!, y una campaña publicitaria a través de Radio Industrial en la peculiar y estridente voz de Luis Reyes, sirvieron de marco para que la tienda Las Cuatro Esquinas anunciara a la comunidad de Guatire, Guarenas y Araira un remate de mercancías que comenzaría casualmente el sábado 29 de julio, que resultó premonitorio porque justamente ese día, literalmente, ¡se derrumbaron las cuatro esquinas! y no precisamente en precios como pretendía Joseito Espinoza, dueño del establecimiento. 

Si usted pregunta en Guatire y Araira quién es José Espinoza, nadie le respondería con exactitud. “¿Es de por aquí?” preguntarán quienes tengan la voluntad de orientarlo. En cambio, si pregunta por Joseito, a secas, o Joseíto Espinoza, si desea ofrecer más datos, entonces sobrarán detalles. No era hijo de ningún José como pudiera pensarse, sino de Vicente Espinoza porque José era su tío. Joseito era el propietario de la tienda Las Cuatro Esquinas, ubicada en un emblemático sector de Guatire que aún conserva el nombre y la referencia geográfica. Ocupaba la esquina noroeste del conocido lugar y competía con Tienda las 3 B (Bueno, bonito y barato), Casa Cultura (luego Casa Grippa) y Bordados Aurora, separados entre sí por menos de cien metros. Había que ofrecer buenos precios para atraer a la clientela y agosto era un buen momento porque durante el período de vacaciones escolares disminuían las ventas. Joseito pautó una campaña publicitaria por Radio Industrial e imprimió un millar de volantes en el que resaltaba la atractiva frase AtenciónSe derrumban las cuatro esquinas- Atención. En negritas la primera y última palabra y con una altura de dos centímetros el anunció central. La promoción estaba pautada para comenzar precisamente el sábado 29 de julio y culminar el viernes 18 de agosto, pero Joseíto apenas pudo mantener la oferta un solo día.
Para 1967 la calle Bermúdez era casi netamente comercial, mientras que en la Miranda predominaban las residencias. Los establecimientos comerciales prolongaban sus servicios hasta las nueve de la noche, cuando terminaba la primera función del Cine Bolívar, de Cipriano Rodríguez.

 Antecedentes
En enero de 1967 la revista Élite publicó un artículo del periodista Luis Duque titulado “¿Un terremoto destruirá a Caracas?”, basado en las profecías de Marina Marotti y unas consideraciones de Alexander Von Humboldt anunciadas en el año 1800. La portada de la revista Élite mostraba una imagen de las torres del Centro Simón Bolívar de El Silencio resquebrajadas y derrumbándose. Caracas celebraba el cuatricentenario de su fundación y quienes creen en cábalas anunciaban que la naturaleza, al no ser invitada a los actos, preparaba para ese día, 25 de julio, una desagradable sorpresa. Una sensación de alivio recorrió el cuerpo de no pocos ciudadanos al ver que todo era falso, pero permanecía la sensación de que algo ocurriría en cualquier momento y particularmente en Guatire las abuelas narraban la tragedia del terremoto del 29 de octubre de 1900; es decir había la creencia generalizada de que un terremoto azotaría nuevamente al país.

Dicho y hecho
Tienda Las 4 Esquinas
A las 8 de la noche en la tienda Las 4 esquinas aún quedaban varios clientes que aprovechaban el primer día de ofertas. Mientras Joseito Espinoza se encargaba de la Caja, sus empleados Héctor Ruiz y Josefina González se movían de un lado a otro atendiendo a los compradores. Josefina en particular dedicaba su atención a una dama que pretendía comprar un par de zapatos. Todos sabemos lo quisquillosas que son las mujeres a la hora de comprar zapatos, por lo tanto a las 8:05 había unos seis o siete pares en el piso y al final la dama en referencia se fue sin comprar ninguno, tal vez en contra de su voluntad. Justo a esa hora un terremoto de 6.5 grados en la escala de Ritcher sacudió toda la costa venezolana y causó estragos en Caracas y La Guaira, mientras que en Guatire las viejas construcciones de las calles Bolívar y Miranda fueron las más afectadas, especialmente las 4 Esquinas. Al grito de “salgan que está temblando” Joseito alertó a clientes y empleados, quienes emprendieron la huida sin percatarse plenamente de lo que ocurría. La tienda tenía tres amplios portones; dos hacia la calle Miranda y el otro por la Bermúdez, por allí salieron todos despavoridos; los clientes, al estar más cerca de las puertas, ganaron la calles sin percance. Hugo Ruiz tuvo lesiones leves, Joseito saltó sobre el mostrador y en segundos estaba  en medio de la calle, pero Josefina González no tuvo la misma suerte. Intentó salir por la puerta que daba a la calle Bermúdez justo cuando se desprendió una cornisa sobre su cuerpo que le ocasionó fractura de cráneo, de pelvis, cara, tres vértebras y escoriaciones en todo el cuerpo; con todo eso, tuvo la suerte de no ser atropellada por un carro que frenó a centímetros de ella cuando quedó tendida en la calle. La llevaron al Centro de Salud Dr. Eugenio P. D’Bellard (Hospitalito), desde donde la trasladaron al Hospital Pérez de León y de allí a la Clínica Ávila. Realmente fue un milagro que Josefina sobreviviera al terremoto, y luego de tres meses de convalecencia regresó al trabajo. Cincuenta años después la encontramos tras el mostrador de su tienda Boutique Jade, en el Centro Comercial Castillejo. Josefina recuerda con exactitud todo lo ocurrido hasta el momento en que tirada en medio de la calle, impotente y con un montón de escombros sobre su cuerpo vio un carro que casi la arrolla; perdió el conocimiento y cuando despertó estaba en una sala hospitalaria, ¡se había salvado milagrosamente!
También a las 8 de la noche, Aurora Llaca, copropietaria de Bordados Aurora, salía de su casa, sede también de su tienda ubicada en la calle 9 de diciembre, frente a la Ferretería El Chamaco (hoy Edificio Pompa). Iba al supermercado a realizar unas compras para la cena familiar y al salir se encontró con una dama, cliente por lo demás, quien se dirigía a la parada de autobuses, rumbo a Guarenas. Ya en la calle Bermúdez, a unos 30 metros de las 4 Esquinas, Enriqueta Villani detuvo a Aurora para pagarle una mercancía que horas antes había adquirido en la tienda, pero la dama acompañante le dice “yo sigo, estoy apurada” y continuó su marcha. Justo al llegar a la tienda de Joseito Espinoza, se produjo el terremoto y el consecuente desprendimiento de la cornisa que la mató e hirió a Josefina González. Pasado el susto Enriqueta y Aurora corrieron a socorrer a la dama referida, pero nada pudieron hacer. ¿Casualidad? ¿Destino? La repentina  aparición de Enriqueta salvó una vida y pudo salvar dos, de no ser por la prisa de la desconocida mujer en tomar un autobús que la trasladaría a Guarenas. Hubo otra persona herida, según se supo luego: la Niña Reverón. El sismo duró alrededor de 35 segundos; luego se produjo un torrencial aguacero.
Ya cerca de las 9 de la noche volvió la calma, Joseito cerró los portones de la tienda y trató de comunicarse con Camila, su esposa, que en ese momento debía estar en Araira, ya que era madrina de boda de Alejandrina Toro, pero esa es otra historia.

Noche de bodas
En el año 1961 se debatía en Guatire la conveniencia de construir un nuevo templo o remodelar el existente, cuya última modificación databa de 1885 y había sido duramente dañado por el terremoto de 1900. Ese era precisamente el argumento de quienes, encabezados por el padre Mariano Marianchic, solicitaban una nueva edificación porque la existente se había reconstruido sobre las viejas y maltrechas ruinas dejadas por el terremoto. No hubo acuerdo entre los parroquianos, por lo que el presidente Rómulo Betancourt convocó a  una veintena de paisanos a una reunión para dilucidar el asunto, el lugar fue la quinta Los Núñez, ubicada en Altamira, residencia presidencial para aquel entonces. Un concluyente y documentado informe del Ministerio de Obras Públicas  determinó que la vieja estructura no aguantaría un terremoto, por lo que la balanza se inclinó por la construcción de un nuevo templo, que finalmente se inauguró en 1965.
Para la noche del 29 de julio de 1967 el padre Mariano tenía una agenda saturada. Esa noche estaban programadas tres bodas y la feligresía llenaba el templo como si de una misa de Semana Santa se tratara. Novios, familiares, curiosos, chismosos y los habituales de siempre que tenían por costumbre presenciar cuanto matrimonio se realizara en la parroquia, ocuparon todos los espacios disponibles. María Josefina Gutiérrez y Luis Felipe Ruiz, Rosaura Silva y Rafael Eduardo Fuco  Acevedo, Sonia Yolanda Utrera y Juan de Jesús El Negro D’León, se disponían a contraer nupcias esa noche en la iglesia Santa Cruz de Pacairigua, mientras que en Araira lo harían Alejandrina Toro y Jesús Álvarez. En el templo guatireño se pautó el comienzo de la ceremonia a las 7 de la noche, por la cantidad de contrayentes; mientras que en la iglesia Nuestra Señora del Carmen los invitados fueron convocados para las 8 de la noche. En Guatire se cumplió el programa sin novedad; pocos minutos antes de las ocho, ya todo el ritual matrimonial había concluido y los contrayentes se habían marchado a las celebraciones correspondientes. A las 8:05 de la noche permanecían en la iglesia el padre Mariano, los monaguillos y alguno que otro curioso, por lo que al producirse el terremoto todos pudieron salir sin mayores dificultades. La iglesia ofrecía seguridad física y, por supuesto, también espiritual pero (por si acaso) era mejor estar en la calle. Para el momento del terremoto las tres parejas de recién casados se disponían a celebrar el acto entre familiares, amigos y alguno que otro coleado, que nunca faltan.

María Josefina Gutiérrez y Luis Felipe Ruiz
La novia tenía 18 años y acababa de graduarse de maestra en el Colegio Santa María Goretti. Había sido asignada al Colegio Eugenio P. D´Bellard cuya sede era la vieja casona de La Carbonera, cuya estructura quedó muy destrozada por el sismo. El novio era Supervisor en Hilana, la hilandería sita en Guarenas. La recepción fue en casa de la familia de la novia, ubicada en la calle Páez. Fueron los primeros contrayentes de la noche, por lo que la ceremonia del vals, el brindis y las fotografías de rigor ya había concluido. Mientras que María Josefina atendía a los invitados Luis Felipe bailaba con su hermana Angélica. “Nos fuimos de un lado para otro y comenzó a caernos tierra del techo”, cuenta Luis Felipe. Se trataba de una vieja construcción con techo de teja y caña amarga. “Solté a mi hermana, busqué a María Josefina y corrimos a la calle”, continuó el novio. Como debe ser, acotamos nosotros.
Todos los invitados salieron a la calle ya atestada de vecinos asustados; pocos tenían la claridad mental suficiente para saber qué hacer; pero en medio del barullo, hubo una persona que si mantuvo la calma, la estoicidad y la imperturbable serenidad de quien nada teme. Ysaura Posteraro Gutiérrez, sobrina de la novia, fue la única persona que se quedó en casa y, créalo o no, sin miedo alguno, a lo sumo quizás desconcertada. Afuera alguien gritó “¿y la niña? y como si de una escena de Mi pobre Angelito se tratara, la madre, el abuelo  y unos tíos corrieron a buscar a Ysaura que, con apenas 10 meses de nacida, sonreía ante la avalancha de caricias, besos y abrazos que nunca antes había recibido en tan poco tiempo.
El palo de agua obligó a todos a refugiarse nuevamente en la casa que por lo demás era una regadera por la gotereas del fracturado techo. Domingo Gutiérrez, padre de la novia, decidió que la fiesta continuaría en El Ingenio, en una casa que tenía asignada por su rol de administrador de la Vaquera de Chuchú García. La mayoría de los invitados no asistió porque se fueron a sus respectivos hogares para ver qué había ocurrido; sólo los familiares de la pareja aceptaron la invitación, así que se fueron con su música, comida y bebida a otra parte. La casa quedó sola, situación que aprovechó un ladronzuelo para robarse algunos regalos. La pareja había alquilado un apartamento en el local donde funcionaba el cine Bolívar, y allí se trasladaron a los cuatro días, una vez superado el miedo a una nueva experiencia.

Rosaura Silva y Rafael Eduardo Fuco Acevedo
Fue la segunda boda de la noche. La pareja de 22 años celebraba en el barrio 23 de Enero, en una casa ubicada justo enfrente del colegio Dr. Ramón Alfonso Blanco. Estaban todos en el patio de la casa dispuestos a brindar por la felicidad de la pareja, cuando sintieron una especie de ola que provocó que un tanque de agua se volcara sobre las mesas. No se habían repuesto del asombro cuando un fuerte ruido y un temblor violento asustó a los invitados quienes entre gritos y llantos salieron a la calle, aunque la lluvia les obligó a refugiarse nuevamente en la casa, cuya estructura de bloque resistió la sacudida. Alguien de la familia se acordó de las botellas de whisky abiertas que habían caído al suelo y corrió a recogerlas para no perderlo todo. Al escampar, se unieron a la poblada en la calle. Césareo Calveiro y su esposa Maruja, dueños de un abasto cercano sacaron dos cajas de velas que obsequiaron a los vecinos puesto que se había cortado el suministro eléctrico. Poco a poco la gente se retiró a sus casas para evaluar daños, mientras los recién casados, una vez restituida la electricidad, decidieron continuar la rumba con los pocos valientes que decidieron desafiar sus propios temores. Pero su número era tan reducido que no pudieron con tanta bebida y comida, por lo cual quienes al día siguiente se acercaron al lugar pudieron disfrutar de algunas delicias sin la zozobra de lo recién vivido.

Sonia Yolanda Utrera y Juan de Jesús El Negro D’León
Fue la última boda de la noche; la pareja y sus invitados se dirigieron a la calle El Rosario donde a mitad de la misma, poco antes de llegar a la calle Zamora, Santiago Mendoza les había prestado su vivienda para la recepción. Comenzaron a bailar el Danubio azul cuando de repente la aguja del tocadiscos de deslizó por toda la superficie del long play en señal de que algo andaba mal. Un invitado gritó “¡Un terremoto!” y todos corrieron a la calle. En este punto de la narración no pudimos determinar la correcta secuencia de los hechos porque tras cincuenta años de su ocurrencia la memoria suele ser tramposa. Lo cierto es que, a pesar de estar bailando juntos, Sonia dice que El Negro corrió primero hacia la salida y ella lo siguió, pero él insiste en que fue al revés, que ella salió despavorida hacia la calle y ante el temor de que un carro la atropellara, corrió tras ella para detenerla. Para sustentar su argumento acota que se resbaló con el arroz que se había regado en el piso y al caerse una cabila del jardín rasgó su pantalón desde el tobillo hasta la cintura. Ignoro que tiene que ver una cosa con la otra pero la desavenencia continuó y debo admitir que la disfruté e incluso le agregué mi granito de arroz: “¿Alguien más se resbaló”? –pregunté-. A fin de cuentas no es la primera vez que la pareja discrepa, ni será la última. Los invitados lógicamente se fueron a sus hogares y los familiares regresaron a la casa cuya estructura no sufrió daños, vasos, platos, botellas, todo cayó al piso, excepto la torta que en el centro de la mesa se inclinó como una torre de Pisa, pero resistió el embate. A nadie se le ocurrió revisar la habitación donde estaban los regalos; bueno, en realidad alguien lo hizo y se los llevó casi todos. Pensaban visitar la isla de Margarita en viaje de luna de miel, pero toda la región costera del país era un desastre. La pareja había fijado su residencia en Calvarito y hacia allá se dirigieron con la angustia de no saber en qué condiciones estaba la vivienda, pero cuando El Negro abrió la puerta y observó que todo estaba intacto, pudo respirar con mayor tranquilidad.

Alejandrina Toro y Jesús Álvarez
El Notario puede decir lo que le dé la gana, pero Camila Espinoza, Camila León y Camila León de Espinoza son una misma persona. Camila Espinoza, esposa de Joseito Espinoza, era la madrina de boda de Alejandrina Toro y Jesús Álvarez y a las 8 de la noche debía estar ante el altar de la iglesia de Nuestra Señora del Carmen, pero a esa hora apenas salía de Guatire en un vehículo conducido por su hermano Rubén León. Fue un hecho providencial, su puntualidad tal vez hubiese producido una tragedia como consecuencia del terremoto porque el templo estaba lleno de feligreses  y estos podían reaccionar con pánico.
Por su parte, Alejandrina había decidido no ir a la iglesia hasta que no llegara la madrina. Ya lucía su ajuar completo: vestido, zapatos, tocado, liga, ropa interior, accesorios, algo nuevo, algo prestado, algo azul; sólo faltaba el buquet porque lo traería Camila. En la habitación le dio un último toque al maquillaje cuando de repente sintió una fuerte sacudida, un ensordecedor ruido y un fuerte movimiento de tierra que obligó a todos, novia, pajes y damas de honor a correr a la calle. En casa sólo se quedó José Vicente Espinoza, entonces de 4 años, hijo de Camila y Joseito, que se aferró al copete de una cama. Pasado el susto alguien preguntó “¿y el carajito?”, y Vicente, quien supuso que se referían a él, respondió “¡Aquí estoy!” Nadie se percató de que lo habían dejado solo. Casi de inmediato se presentó el párroco en casa de la novia y le preguntó ¿Te quieres casar aquí?, pero Alejandrina había decidido casarse en la iglesia y nada ni nadie podía impedírselo, ni siquiera un simple terremoto. Por lo demás, la estructura del templo no sufrió daños severos. A las 8:10 llegó Camila y el séquito se dirigió a la iglesia; como no había electricidad los carros tuvieron que enfocar sus faros hacia la nave del recinto y el párroco pudo finalmente bendecir el matrimonio de Alejandrina Toro y Jesús Álvarez. Con el festejo no hubo problemas, una vez restituido el servicio eléctrico no había razones para suspenderlo, no hubo desgracias en Araira y poco o nada se sabía del resto del país. Fue la única de las cuatro bodas en el municipio cuya fiesta se celebró íntegramente.

Calle Bolívar

Así transcurrió la noche del 29 de julio de 1967 en Guatire y Araira, visto en el tiempo hay escenas que parecen graciosas, pero les aseguró que nadie llegó a reírse. 


Calle Miranda (Hoy Banco Mercantil)

Por lo demás, sin pretender alarmar a nadie, les informo que los sismólogos calculan que el ciclo sísmico en Venezuela es de 50 años, así que no está demás que usted asista a las  

charlas que ofrece el CEMAG sobre acciones y previsiones sísmicas, solo por si acaso.


Aníbal Palacios B.
                                                                                                                       04242193635     









domingo, 25 de junio de 2017

GUATIRE Y LA BATALLA DE CARABOBO:
una historia incompleta

Aníbal Palacios B.

El acontecimiento venezolano más relatado por historiadores, cronistas, ensayistas, e improvisados y patrioteros cuenteros de oficio y de afición, es a su vez, dada su trascendencia, el menos transparente de cuantos ocurrieron durante la guerra de independencia, en términos historiográficos.

De entrada, el título Batalla de Carabobo genera confusión, y en historia las indefiniciones siempre ocasionan polémicas, y las dudas, a su vez, restan credibilidad a los hechos. Si a un absorto estudiante le preguntan cuándo ocurrió la Batalla de Carabobo y responde que el 28 de mayo de 1814, seguramente todos, docente incluido, se burlarían de él. Y resulta que efectivamente en esa fecha hubo una Batalla de Carabobo, muy importante, por lo demás. Entonces, ¿a cuál batalla nos referimos? Por antonomasia, se conoce como Batalla de Carabobo a un evento acaecido el 24 de junio de 1821, en Valencia, pero ocurre que la retórica lingüista es contraproducente en la narración de sucesos reales porque, entre otras razones, atenta contra un concepto básico en la investigación y posterior relato, denominado “rigor histórico”.


Historia para eruditos


Imagen: Dolis Quintana
Lo primero que se observa al leer las crónicas sobre la Batalla de Carabobo de 1821 es su narración en términos militares. Desde la escuela primaria nos enseñan que intervinieron compañías, tropas, batallones, divisiones, regimientos, escuadrones, pelotones, etc., indistintamente. Nadie se toma la molestia de explicarnos qué es y cómo está compuesto un batallón, un escuadrón o un pelotón, todo en grado superlativo, como corresponde al mundo militar. De las divisiones ni hablar, que ya bastante molestia nos generaba tratar de entender a la maestra cuando se esforzaba en explicarla, luego del sufrimiento (estrés le llaman ahora) que nos causó comprender la multiplicación. Tal vez de esa circunstancia se valen los militares para hacerse los locos y no dar detalles sobre su estructura organizativa.
Todo esto trae como consecuencia que casi doscientos años después se desconozca con propiedad cuántos soldados intervinieron en la contienda. Cada bando, patriotas y realistas, ofreció cifras dentro de un contexto estratégico válido para impresionar al enemigo pero carente de utilidad para fines de objetividad histórica. Desde 10 mil para unos y 6 mil para otros, siempre con ventaja numérica para los patriotas, hasta cifras más parejas y menos cuantiosas. Cada quien expone sus números, siempre inmensos y sin más explicaciones ni consideraciones de interés como por ejemplo lo concerniente a la dotación, alimentación y transporte de las tropas. Pareciera que cada soldado dispuso de una cajita feliz con su taparita de agua correspondiente; para no hablar de otros temas relacionados con la especie humana y sus necesidades fisiológicas.

Carlos Marx: Por unos dólares más
Para corroborar el viejo refrán que establece que muchas manos en el guiso ponen el caldo morado, hasta el mismísimo Carlos Marx, aquel que una vez (bajo la atractiva seducción de unos dólares norteamericanos) calificó a Bolívar de “canalla, cobarde, brutal y miserable”, y lo comparó con un “analfabeto,  sanguinario y corrupto” autonombrado emperador haitiano de mediados del siglo XIX, para consternación de los marxistas bolivarianos criollos, pues bien el revolucionario de marras no quiso quedarse al margen de lo acaecido por estos lares y ofreció sus cifras: 4 mil realistas contra 9 mil patriotas. Conclusión: Es falso el número de combatientes que, según nos enseñan, intervino en la batalla de Carabobo de 1821.

Carabobo 1821, ¿el comienzo del fin?

 Debemos precisar que lo que hoy denominamos Venezuela, en términos jurídicos, políticos, territoriales, económicos y sociales existe desde 1930 y, ¿casualidad?, comienza precisamente en Valencia, muy cerca del Campo de Carabobo, a partir el denominado Congreso Constituyente de Valencia. En la Batalla de Carabobo de 1821 el ejército patriota logró una importante y significativa victoria que inclinó favorablemente la balanza para que dos años más tarde, con la Batalla Naval  del Lago de Maracaibo, se lograse el triunfo definitivo sobre las tropas realistas. Podemos convenir que con el triunfo logrado el 24 de junio de 1821 en Carabobo, el Departamento de Venezuela, que eso éramos en aquel entonces, aseguraba su independencia del reino español, pero la guerra no terminó allí, como se nos hace entender. Hubo que esperar dos años para lograr el objetivo de manera categórica e incuestionable, porque los reductos realistas en  Cumaná, Puerto Cabello, Coro y Maracaibo generaban esperanzas en el ejército realista y si no inquietud, por  lo menos preocupación entre los patriotas. Los combates, enfrentamientos y escaramuzas continuaron hasta el 24 de julio de 1823 cuando en la citada Batalla Naval, las tropas que luchaban a favor de los españoles rindieron su definitivo y último esfuerzo.

¿Por qué se nos enseña que la independencia se logra con la Batalla de Carabobo de 1821 y no con la de Maracaibo de 1823? La batalla de 1821 fue el inicio de la liberación del Departamento de Venezuela o de la Capitanía General de Venezuela, que ambos nombres tenía según quien la aludiera.  Si a ver vamos, el Mariscal Francisco Tomás Morales, con la potestad que le confería su cargo de Capitán General de Venezuela, firmó el 3 de agosto de 1823 la capitulación que oficialmente puso fin a las hostilidades y de paso lo convirtió en la última autoridad del gobierno español en Venezuela, con las repercusiones políticas que el hecho implicó, dentro y fuera de nuestro territorio.

 Antecedentes de la Batalla de Carabobo de 1821
Para no ir muy lejos, ubiquemos los antecedentes inmediatos de la referida batalla a partir del Tratado de Armisticio y el de Regularización de Guerra, dos acuerdos firmados entre la Gran Colombia (que no Venezuela) y el Reino de España representados por Bolívar y Morillo, respectivamente, en noviembre de 1820. Entre otras significativas consideraciones se estableció un cese de hostilidades y una tregua de seis meses que fue política y militarmente mejor aprovechada por los criollos, porque el enemigo esperaba directrices de la lejana y convulsa España que sufría su propia crisis institucional, lo cual sin lugar a dudas incidió en las luchas libertarias de estos lares. El acuerdo concluyó antes de lo previsto. Maracaibo, que nunca se sintió parte del movimiento independentista, decidió unirse a la Gran Colombia en enero de 1821. Eso quiere decir que la guerra la reiniciaron los maracuchos con esa acción política y la culminaron ellos mismos con la acción militar sobre el lago, dos años más tarde.

 Guatire en la Batalla de Carabobo:
El Rodeo en el marco de la estrategia militar
Rota la tregua ambos contendientes sabían que Carabobo era el lugar que orientaría el rumbo por el que transitaría Venezuela. Por una parte, estaba muy cerca del poder político, Caracas y por otra, su condición de  encrucijada para acceder a cualquier lugar del país, lo convertían en lugar de importancia estratégica inequívoca y determinante. Así, sólo había que defenderla, los realistas, y atacarla, los patriotas. Pero estos optaron por una estrategia de distracción que haría creer a los comandantes españoles que el objetivo era Caracas, y para ellos dispusieron de uno de sus oficiales más destacados, y por ende con el suficiente prestigio para dar veracidad a las acciones militares que comandaba. José Francisco Bermúdez, inició un avance desde Oriente y enfrentó en Guatire, en El Rodeo para ser más precisos, el 12 de mayo de 1821, al ejército realista, al cual derrotó y persiguió por lo valles del Tuy y acosó hasta Caracas. El objetivo de Bermúdez no era tomar la ciudad, aunque no lo descartase, sino atraer fuerzas enemigas hacia él, y fue tan eficiente, que el Mariscal Miguel de la Torre, Comandante general de las tropas enemigas.se vio en  la necesidad de enviar tropas para retomar Caracas, y debilitó así las fuerzas con las cuales defendería a Valencia. La historiografía tradicional otorga poca relevancia a la Batalla de El Rodeo, pero sus protagonistas; es decir, el ejército patriota si valoró en su justa medida ese acontecimiento.

 Guatire en el Correo del Orinoco
La primera edición extraordinaria del Correo del Orinoco (hubo dos más) publicada el 31 de mayo de 1821 fue dedicada a informar a Venezuela y al mundo sobre el éxito de lo que se conoció luego como la Batalla de El Rodeo, lo cual indica la importancia de la misma y que no fue un hecho casual, por lo que era necesario informar al ejército patriota que los planes se cumplían tal como se habían previsto, y que el general José Francisco Bermúdez había logrado atraer satisfactoriamente al ejercito adversario con sede en Caracas, para hacerle creer que la ofensiva final que se avecinaba tenía como objetivo esa ciudad . 

La citada edición publica un oficio del general Bermúdez fechado en Caracas el 14/05/1821 en el cual notifica la “…evacuación de esta plaza por el enemigo después de haber sufrido ayer en el pueblo de Guatire un fuerte revés…”. La edición se complementa con otros informes relacionados con la batalla. Dos ediciones más tarde, N° 107 del 16 de junio de 1821, se publican notas sobre la trascendencia de la lucha escenificada en El Rodeo el 12 de mayo de 1821.

 ¿Retaliaciones históricas?
Si bien es cierto que la Batalla de Carabobo de 1821 fue determinante en la posterior liberación de Venezuela del dominio español, también lo es que la misma no terminó con la guerra. Hubo que esperar dos años más para lograr el ansiado objetivo, que se obtuvo no sólo con métodos militares en la Batalla Naval del Lago de Maracaibo, sino también en términos políticos con la capitulación por parte de Francisco Tomás Morales, hasta ese momento Capitán General de Venezuela.
 ¿Por qué se subvalora lo acaecido en Maracaibo? ¿Es acaso retaliación por la  actitud marabina de no identificarse con la causa independentista sino hasta el último momento? La  pregunta quizá tenga rasgos de capciosa, pero no deja de llamarnos la atención el hecho de que cerca ya de cumplirse doscientos años  de la referida batalla, 24 de julio de 1823, y de la firma de la importantísima capitulación, 3 de agosto de 1823, aún se desconozca este último documento; es decir ha existido un notorio desinterés en encontrarlo y difundirlo, bien en los archivos españoles o en los colombianos, aunque los maracuchos han emprendido una especie de  cruzada para recuperar dicho documento, tal  vez en el marco de una campaña de desagravio histórico, que por lo demás, compartimos.