domingo, 27 de octubre de 2019


  100 años de la visita de Anna Pávlova a Guatire
Aníbal Palacios B.

Anna Pávlova, la mejor bailarina de todos los tiempos, bailó primero en Guatire que en Caracas y los habitantes de esta plácida población conocieron antes que cualquier venezolano las virtudes artísticas de esta danzarina rusa que se presentó en la hacienda La Carbonera un jueves 15 de noviembre de 1917, y dos días más tarde en el Teatro Municipal de Caracas.

Anna Pávlova llegó a Caracas el 10 de noviembre de 1917 proveniente de Buenos Aires, para cumplir actuaciones en el Teatro Municipal de Caracas, contratada por la Sociedad de Cines y Espectáculos. El general Eduardo Mancera era un hombre ligado al mundo del entretenimiento; de hecho fue el empresario promotor y constructor del Nuevo Circo de Caracas, de allí que frecuentara el medio artístico y estuviera relacionado con los dueños de la citada Sociedad de Cines y Espectáculos, lo cual facilitó su acercamiento a la excelsa bailarina y le permitió formar parte de la comitiva que la recibió en La Guaira y la acompañó hasta el Gran Hotel ubicado de Bolsa a Mercaderes, donde hoy está la estación Capitolio del  Metro de Caracas, a escasas dos cuadras del Teatro Municipal.

General Eduardo Manera
Esa circunstancia, a juzgar por una crónica publicada en el diario El Universal del 16 de noviembre de 1917, le concedió la oportunidad de invitarla a su hacienda en Guatire y disfrutar las bondades del rio Pacairigua y los cañamelares guatireños. Para el cronista de El Universal fue cuestión de suerte: Mancera estaba en el lugar adecuado en el momento oportuno; lo cierto es que la visita se pautó para cinco días más tarde, dado el apremio de las fechas de actuación comprometidas. El General se dirigió de inmediato a Guatire para organizar a la carrera un majestuoso recibimiento y un imponente sarao, porque el ambiente bucólico, sereno y encantador estaba allí, la naturaleza se había encargado de ello. Así, La Carbonera  se preparó para recibir  a la sublime Anna Pávlova, la mejor bailarina del mundo, de todos los tiempos.
Por aquel entonces se tardaba unas dos horas y media en trasladarse de Caracas a Guatire. La vieja carretera salía de Mariches, recorría todo el alto de la colina y bajaba al valle por Mampote. En Guatire, el general Mancera había dado instrucciones para que la población entera se vistiera de gala y así dar la bienvenida a la invitada rusa. Para la época la zona urbana guatireña tenía menos de dos mil almas, y se extendía desde Curazao (predios del estadio Miguel Lorenzo García) hasta Macaira y desde la calle Manzanares (luego 9 de diciembre) hasta la calle Sucre. Había otras viviendas dispersas hacia lo que hoy conocemos como Barrio Arriba y Plaza. Trina Muñoz nos comentó que ese día fue el más hermoso que recordara haber visto en Guatire, ¡y mire que Trina fue una mujer longeva! La recepción comenzó en plena entrada al pueblo, en la calle Bermúdez.

La Carbonera

El moderno Ford T-1917 descapotable transitaba lentamente en medio de aplausos. En las 4 esquinas cruzó hacia la calle Miranda y al detenerse, una lluvia de frescos pétalos de rosas de colorido diverso engalanó el carruaje y la reina se paró para corresponder el jubiloso recibimiento con una cautivadora sonrisa y un tímido saludo con su mano. Al llegar al Calvario el automóvil dejó las empedradas vías para dirigirse a la calle Concepción, llamada así porque la patrona de la hacienda La Carbonera era la Inmaculada Virgen. Las flores, los aplausos y los vítores no se detenían; había gente de lado y lado y ya en Curazao, la comitiva de vehículos con la diva y sus acompañantes se dispuso a subir lentamente hacia los Altos de Vallenilla, cuya cima marcaba un nuevo cambio de rumbo para encaminarse derecho hacia La Carbonera.  

Los concurrentes
En Primera página
La lista de invitados era pequeña y selecta: Madame Anna Pávlova, por supuesto, Madmoiselle Stella Plaskowieska y Noemí Benedetti eras las bellas damas que engalanaron al pueblo. Sus acompañantes, el anfitrión Eduardo Mancera, el doctor Ernesto Capriles, Vicente Arévalo, el poeta y Director del diario El Universal Andrés Mata, Miguel Herrera Mendoza, Eduardo Eraso, Ramón Veloz, el doctor Adriano Riera, Eduardo Brasch, J. M. Machado, el doctor Alejandro Chataing, Carlos Mancera, Manuel Madriz, Juan Rohl, Pedro J. Mancera y el doctor I. García Chirinos. Por otra parte, la lista oficial de invitados locales era más escueta; apenas Jesús María García Teyechea, dueño de la hacienda El Ingenio, la más importante de la época en esta población, y el general Antonio Gómez, Jefe Civil. Más los coleados de siempre, claro está,  que no se pierden una velada por ninguna razón y que en nuestra cultura constituyen una presencia casi obligatoria.
La visita fue diurna, la princesa no durmió bajo el cobijo de la luna guatireña a la que años más tarde cantaría sublimemente el poeta Henry Gil, pero aprovechó para deleitarse con el paisaje guatireño, sus frutas, su conserva de cidra y su música. Monto a caballo,  y en compañía de Stella Plaskowieska conoció al rio Pacairigua, aunque no se baño en sus aguas. El maestro Régulo Rico, en su carácter de Director de la Unión Filarmónica, se encargó de amenizar musicalmente la velada y recibió a la invitada con el Himno Nacional de la vieja Rusia, la deleitó con interpretaciones clásicas, los infaltables y bailables foxtrots y, además, la sorprendió con un set de joropos mirandinos  que la bailarina no pudo pasar por alto y saltó a la pista de baile y he aquí que uno de los coleados, Simón Bendaham, se lanzó al ruedo y acompañó a la danzarina quien muy pronto le tomó el paso a tan complicado y elegante ritmo. Simón, por cierto, era hijo de uno de los comerciantes más prestigiosos de la localidad y hermano de Zhara Bendaham, quien años después se convertiría, para orgullo de los guatireños, en la primera mujer en obtener el título de médico en Venezuela.

Guatire, la Atenas de Barlovento
Cabalgata al rio Pacairigua
De la Orquesta Filarmónica formaban parte Manuel Velásquez, Julián Berroterán, Hipólito Rengifo, Ramón González, Sinforoso Muñoz, Elías Centeno, Delfín García Barba, Francisco Palacios, Alejandro González, Jesús Álvarez Pérez, Jacinto Churión, Manuel Vicente Yánez, Isidoro Gámez y Rafael Vicente Borges (padre del más grande poeta guatireño del siglo XX, Rafael Borges). Ignoramos si todos estuvieron presentes, pero dudamos que alguno se haya enfermado precisamente ese día. Vecinos de Guatire también eran para esa fecha personajes como el Dr. Ramón Alfonso Blanco, Antero Muñoz, el general Encarnación Arenas (dueño de la hacienda Santa Cruz y futuro Jefe Civil luego del alzamiento del 5 de mayo de 1929, en el que murió el titular del cargo); Natividad Rojas, José Eustoquio Centeno, Luis Betancourt (padre de Rómulo Betancourt); Manuel Hernández Suárez (dueño de la hacienda La Margarita, donde se refinaba el azúcar de mejor calidad que se consumía en  Venezuela); el párroco Manuel Monteagudo y el historiador Ángel Grisanti,  a quienes no me imagino coleándose en ninguna fiesta pero que seguramente también asistieron porque se trataba de un acto único e irrepetible. Por lo demás, era una recepción abierta por cuanto el General Manera había invitado a todos los guatireños a recibir a la bailarina nacida en San Petersburgo y era de esperar que luego, nobleza obliga, no les negaría la entrada a la hacienda; claro está sin participar en la mesa de gala, reservada para los invitados especiales. Estos ilustres guatireños eran muy respetados por el general Mancera, pero en la mesa no había espacio para tantos y limitó la invitación a García Teyechea y el Jefe Civil Antonio Gómez. De hecho, el cronista Jesús María Sánchez confirma la presencia de Ángel Grisanti y dado que era un recién llegado funcionario público, probablemente asistió en compañía de las amistades que había logrado establecer hasta el momento. Por cierto, Ángel Grisanti, calificado y laureado historiador, en una de sus crónicas afirmó que Guatire “… por su activismo comercial y su cultura, era a la vez el New York y la Atenas de Barlovento”, atinada descripción.
El anfitrión
En la recepción debió de estar Víctor Regalado y seguramente aprovechó para aprender la danza que años después enseño a varias generaciones de guatireños. Ángel María Daló y Miguel Lorenzo García eran adolescentes que bien pudieron asomarse por el lugar, mientras que Antonio Machado tenía la edad y la audacia para colearse. El doctor Manuel Felipe Tirado era el médico del pueblo y atender agotamientos e intoxicaciones era una buena excusa para presentarse. Rómulo Betancourt era un niño travieso incapaz de pasar por alto tan grande acontecimiento; César Gil, un crío y Guido Acuña no había nacido y quizás cuando se enteró de esta visita lamentó no haberlo hecho unos quince años antes. A su vez, el maestro Vicente Emilio Sojo vivía en Caracas dedicado a sus estudios musicales y, dada su disciplinada personalidad, difícilmente iba a abstraerse de sus deberes para, en un día hábil, dedicarse al ocio.

La reseña periodística
            El diario El Universal cubrió ampliamente la visita de Anna Pávlova a Guatire, dedicándole espacios de portada y páginas interiores, ilustradas con destacadas fotografías. El día 16 de noviembre, por ejemplo, tituló en primera plana:
Los ilustres visitantes
 “UNA FIESTA CAMPESTRE – Almuerzo en “La Carbonera”; para seguidamente señalar: “Se ha dicho que los grandes artistas viven una vida ficticia, y es esta una verdad indiscutible. De un hotel a un tren, de un tren á un trasatlántico, de un teatro á otro, su vida queda fuera, á coté de la vida normal. Por eso Anna Pavlowa, admirando hace días el valle (de Caracas) que se divisa, verde y magnífico desde el  acueducto, murmuró con deseo en el cual había la nota de desaliento de quien sabe que suspira por lo irrealizable: ¡Qué magnificencia de campo! ¡quién pudiera vivir, aunque fuera un día, fuera de la ciudad! Y el general Mancera, que es además de un perfecto gentleman, un rico gentleman farmer, preparó para la maravillosa artista, la maravillosa sorpresa. Ayer, a las siete, rompió la tranquilidad del tardío despertar caraqueño, en estas mañanas un poco frías, un poco neblinosas, en las que es dulce dormir, el estrépito de algunos cuarenta caballos en plena eficiencia de su poderoso motor. Y la moderna caravana que raptaba (como en un ballet) a la bella alígera bailarina, por todo un día, tomó el camino de Guatire. Un día de campo había deseado Anna Pavlowa y el general Mancera, quien tiene la llave de la fortuna, como Aladino, se lo brindaba”… “Sobre la mantelería de Flandes, brillaban el baccarat, la plata maciza y la gruesa, dorada porcelana inglesa. Y el menú y los antiquísimos vinos, y el champagne helado eran dignos de la reina de la fiesta… Hubo brindis entusiastas, se improvisaron versos y, por fin, como clou de la tarde, Anna Pavlowa bailó… en Guatire, en “La Carbonera” que bien se merecía ese homenaje. Y se fue el sol, y la comitiva alegre, después de tan alegre día, regresó por la carretera blanca, entre los verdes ya sombríos de caña y del café, y no faltó un bello crepúsculo para que Anna Pavlowa pudiera admirar todas las maravillosas fases de nuestro campo”.

De San Petersburgo a Guatire
Vieja iglesia
Anna Pávlova se paseó por los más grandes escenarios de las capitales del mundo, desde el Teatro Mariinski en San Petersburgo, donde nació  un 12 de febrero de 1881, el Palace Theatre, el Royal Albert Hall y el Covent Garden de Londres, o el Metropolitan Opera House de Nueva York, Grand Opera de Paris. el Teatro Colón de Buenos Aires y… la humilde Carbonera. Londres, New York, Bruselas, Berlin, Praga, Copenhague, Vienna, Paris, Oslo, Ciudad de México, Estocolmo, Santiago de Chile, Rio de Janeiro, Buenos Aires y… Guatire. Rusa de nacimiento, el comienzo de la Primera Guerra Mundial la toma desprevenida justamente en Berlín y logró huir a Londres. En el año de su visita a Venezuela la guerra comenzaba a inclinarse a favor de los aliados, pero en su país, Rusia, las cosas empeoraban. Justamente mientras Anna Pávlova distraía su mente ante el paisaje del rio Pacairigua, en Moscú los bolcheviques se imponían a los mencheviques en la conocida Revolución de Octubre, en calendario juliano, que era noviembre en el calendario occidental cristiano o gregoriano. Lo cierto es que las calles de Moscú y San Petersburgo estaban ardientes y revoltosas, y nada mejor que el paisaje rural, silvestre y bucólico de Guatire para disipar penas y atenuar nostalgias.
Anna Pávlova
Jesús María Sánchez, en una crónica sobre Pávlova cita el libro de Daniel Bendaham, Gerencierías, para informarnos que “…La Pavlova quedó tan impresionada con el zapateado del joropo, que decidió allí mismo tratar de aprenderlo. Como se imaginará el lector, numerosos caballeros se ofrecieron de inmediato. Pero ejerciendo su privilegio como huésped de honor, la artista decidió escoger pareja… Para asombro de todos, la escogencia recayó sobre un adolescente de trece o catorce años cuya manera de zapatear había gustado a la famosa invitada. Fue así como el hermano menor de mi padre, mi tío Simón Bendaham, bailó joropo con Anna Pávlova en aquella hacienda de Guatire, convirtiéndose en el único venezolano que tuvo el inefable honor de hacer pareja con esa legendaria figura del ballet”.
El único ser nacido en continente americano diríamos nosotros, por cuanto los bailarines de la compañía de la famosa danzarina eran todos europeos. Es pertinente agregar que fue ese el gran momento de los guatireños en el evento pues ninguno de los invitados sabía bailar joropo mirandino, acostumbrados a los valses, y no estarían a la altura de la ilustre visitante  petersburguesa y a nadie le agrada hacer el ridículo. Así que, como si todo hubiese estado previamente acordado, parejas de aldeanos coparon la pista de baile; se ignora con quién bailaba Simón Bendaham cuando Anna Pávlova irrumpió en el ruedo y sorprendió a sus compañeros de mesa.
Así, quiso el destino que Guatire, pueblo que nació enmantillado por disposición del Cabildo Eclesiástico de Caracas el 23 de marzo de 1680, disfrutó de una jornada memorable en el cual participó la comunidad entera como si se tratara de un día de la Santísima Cruz de mayo o una procesión del Nazareno.