sábado, 3 de septiembre de 2022

 El concejal Grippa

Aníbal Palacios B.

 De cómo Carlos Grippa fue Presidente del Concejo Municipal por 5 días, Belén de Jesús Marrero se le alzó a su jefe y Ana Francisca Mujica perdió su empleo

La Casa de Gobierno Municipal albergó durante mucho tiempo a la Jefatura Civil, la Comandancia de la Policía y al Concejo Municipal; era pequeña, pero como no existía burocracia, había espacio para todos. A comienzos de 1953, luego de aquellas polémicas elecciones  del año anterior, en las cuales el pueblo votó por Jòvito Villalba, pero que debido al procedimiento, aún no famoso, llamado “acta mata voto”, ganó el gobierno de Pérez Jiménez, se decidió nombrar autoridades municipales, y para evitar sorpresas las mismas no serían electas. El Jefe Civil, Jesús Velásquez, fue el encargado de seleccionar a los concejales guatireños; los requisitos fundamentales eran dos: ser ciudadanos honestos y no ser adeco ni comunista; así pues, se buscó entre copeyanos, urredistas e independientes.

Carlos Grippa, uno de los candidatos, consultó con los directivos de COPEI; su posición era que si se respetaba la autonomía municipal podía aceptar el nombramiento, pero que si el Jefe Civil o el Gobernador interferían, renunciaría. Entre los seleccionados figuraban también Antonio Rebanales, Ana Chacìn, Manuel Antonio García y Eduardo Hernández. Ana Francisca Mujica asumió el cargo de Secretaria de la Cámara. En el acto de instalación Ángel María Dalò, quien fungía de Administrador de Rentas, le comentó a Grippa, designado Presidente: “Carlos, aquí quien manda es Velásquez, y se hace lo que él dice; te sugiero que dispongas que la Administración no haga ningún pago que no venga avalado por la Presidencia de la Cámara”.

Un domingo, cinco días después de la toma de posesión, Velásquez asistió a una corrida de toros en Caracas y al día siguiente un empleado de la Prefectura se presentó en la Administración con una factura de gasolina de una estación de servicio petareña; pertenecía al Jefe Civil. Ángel María le indicó que pasase por la  Presidencia del Concejo para que autorizaran el pago porque ahora con la nueva Cámara Municipal, los procedimientos administrativos eran otros. Carlos Grippa recibió la factura y habló con el Comandante de la Policía para saber si alguna patrulla había ido el día anterior a Petare (en aquella época habían solamente dos patrullas y ambas servían); el  Jefe Policial dijo que no. En el ínterin de la verificación, el empleado de la Prefectura se fue a informar al Jefe Civil sobre el particular, y Jesús Velásquez entró al despacho presidencial en forma desenfrenada y altanera y le gritó a Grippa:

- “Por qué tanta investigación para pagar una factura; aquí sobra uno de los dos”

 Acto seguido sacó un revólver y lo colocó sobre el escritorio de Carlos Grippa y le dijo:

-“Toma, defiéndete; vamos a la calle a echarnos unos tiros”-

 Sin lugar a dudas el tipo era una especie de caballero medieval, hay que reconocerlo; otro en su lugar simplemente le hubiese caído a tiros al concejal  y ya. Carlos Grippa siempre tuvo un carácter vehemente, irónico, impetuoso; terco dirían algunos, pero loco no era. Asustado, pero sereno, atinó a decir:

-’Si me vas a matar hazlo aquí, yo no sé manipular un revólver”

 En eso apareció la figura de Belén de Jesús Marrero, ex - dirigente campesino de Salmeròn y guardaespaldas de Velásquez, e intervino milagrosamente en el conflicto y le dijo al Jefe Civil:

- “Mira Velásquez, si las cosas son así, creo que también sobra uno entre tú y yo, vente a la calle que yo si me voy a dar unos tiros contigo”.

-“Tú eres mi subalterno” -, grita con desdén el Jefe Civil.

            -“Pero soy más amigo de Carlos Grippa” -.

 De inmediato se quitó la chapa policial lanzándola sobre el escritorio, justo al lado del revólver.

El Jefe Civil, quien tampoco era loco y sabía cazar una buena pelea, optó por retirarse. Se fue inmediatamente a Los Teques y al día siguiente reunió a la Cámara Municipal y les informó que por orden del Gobernador el señor Carlos Grippa no podía seguir siendo Concejal, y le pidió que desalojara el recinto. Carlos abandonó la sala y con él otros colegas de Cámara.

- “No, no, ustedes no, solo Grippa”-, indicaba Velásquez.

- “Si él se va, nosotros también”-.

 En eso se levanta la Secretaria de la Cámara, Ana Francisca Mujica y recoge sus bártulos.

- “Señorita, usted no, son los Concejales”-, dice ya en tono de súplica.

- “Mire señor Velásquez, en esta semana aprendí que soy la Secretaria de la Concejo Municipal, no del Jefe Civil”-, e igualmente se marchó…

 Cincuenta años más tarde, Ana Francisca Mujica nos dijo: “Consideré que no era justo lo que estaban haciendo, y le dije que si ellos renunciaban yo también, agarré mis cosas y me fui. Él no quería que yo renunciara, y después estuvo mucho tiempo sin tratarme”. Por su parte, Carlos Grippa comentó que el gesto más significativo y admirable fue el de Ana Francisca, puesto que renunciaba a su empleo en solidaridad con ellos: “… los demás teníamos nuestras fuentes de ingresos, porque el cargo de Concejal era ad-honorem; ella dependía de su sueldo y renunció”.

Eso la convierte en una mujer con dignidad y sólidos principios, porque no sólo renunció a un cargo, también se enfrentó a la máxima autoridad civil del Municipio, lo cual en aquella época era mucho decir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario