El concejal Grippa
Aníbal Palacios B.
La Casa de Gobierno Municipal albergó durante mucho tiempo a la Jefatura Civil, la Comandancia de la Policía y al Concejo Municipal; era pequeña, pero como no existía burocracia, había espacio para todos. A comienzos de 1953, luego de aquellas polémicas elecciones del año anterior, en las cuales el pueblo votó por Jòvito Villalba, pero que debido al procedimiento, aún no famoso, llamado “acta mata voto”, ganó el gobierno de Pérez Jiménez, se decidió nombrar autoridades municipales, y para evitar sorpresas las mismas no serían electas. El Jefe Civil, Jesús Velásquez, fue el encargado de seleccionar a los concejales guatireños; los requisitos fundamentales eran dos: ser ciudadanos honestos y no ser adeco ni comunista; así pues, se buscó entre copeyanos, urredistas e independientes.
Carlos Grippa, uno de los candidatos, consultó con los directivos de COPEI; su posición era que si se respetaba la autonomía municipal podía aceptar el nombramiento, pero que si el Jefe Civil o el Gobernador interferían, renunciaría. Entre los seleccionados figuraban también Antonio Rebanales, Ana Chacìn, Manuel Antonio García y Eduardo Hernández. Ana Francisca Mujica asumió el cargo de Secretaria de la Cámara. En el acto de instalación Ángel María Dalò, quien fungía de Administrador de Rentas, le comentó a Grippa, designado Presidente: “Carlos, aquí quien manda es Velásquez, y se hace lo que él dice; te sugiero que dispongas que la Administración no haga ningún pago que no venga avalado por la Presidencia de la Cámara”.Un domingo, cinco días después de la toma de posesión, Velásquez asistió a una corrida de toros en Caracas y al día siguiente un empleado de la Prefectura se presentó en la Administración con una factura de gasolina de una estación de servicio petareña; pertenecía al Jefe Civil. Ángel María le indicó que pasase por la Presidencia del Concejo para que autorizaran el pago porque ahora con la nueva Cámara Municipal, los procedimientos administrativos eran otros. Carlos Grippa recibió la factura y habló con el Comandante de la Policía para saber si alguna patrulla había ido el día anterior a Petare (en aquella época habían solamente dos patrullas y ambas servían); el Jefe Policial dijo que no. En el ínterin de la verificación, el empleado de la Prefectura se fue a informar al Jefe Civil sobre el particular, y Jesús Velásquez entró al despacho presidencial en forma desenfrenada y altanera y le gritó a Grippa:
-
“Por qué tanta investigación para pagar una factura; aquí sobra uno de los dos”
-“Toma,
defiéndete; vamos a la calle a echarnos unos tiros”-
-’Si
me vas a matar hazlo aquí, yo no sé manipular un revólver”
-
“Mira Velásquez, si las cosas son así, creo que también sobra uno entre tú y
yo, vente a la calle que yo si me voy a dar unos tiros contigo”.
-“Tú
eres mi subalterno” -, grita con desdén el Jefe Civil.
-“Pero
soy más amigo de Carlos Grippa” -.
El
Jefe Civil, quien tampoco era loco y sabía cazar una buena pelea, optó por
retirarse. Se fue inmediatamente a Los Teques y al día siguiente reunió a la
Cámara Municipal y les informó que por orden del Gobernador el señor Carlos
Grippa no podía seguir siendo Concejal, y le pidió que desalojara el recinto. Carlos
abandonó la sala y con él otros colegas de Cámara.
-
“No, no, ustedes no, solo Grippa”-, indicaba Velásquez.
-
“Si él se va, nosotros también”-.
-
“Señorita, usted no, son los Concejales”-, dice ya en tono de súplica.
-
“Mire señor Velásquez, en esta semana aprendí que soy la Secretaria de la Concejo
Municipal, no del Jefe Civil”-, e igualmente se marchó…
Eso
la convierte en una mujer con dignidad y sólidos principios, porque no sólo
renunció a un cargo, también se enfrentó a la máxima autoridad civil del
Municipio, lo cual en aquella época era mucho decir.
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