Rómulo Betancourt y su arraigo pueblerino
Aníbal Palacios B.
Para 1908 Guatire era un pequeño pueblo
de mil seiscientos ciudadanos, según datos de Pedro Cunill Grau. En una casa de
la calle Bolívar vivía Luis Betancourt, de origen canario, y su esposa
guatireña Virginia Bello; allí nació el 22 de febrero un niño bautizado como
Rómulo Ernesto. Poco tiempo después los Betancourt-Bello se mudaron a la calle
Miranda, en la casa que hoy ocupa la Biblioteca Don Luis y Misia Virginia.
La familia se trasladó a Caracas en
1918, pero esos primeros años coexistidos en la sencillez y calidez de la vida
aldeana marcaron a Rómulo Betancourt de manera tal que ni la cárcel, el exilio,
la clandestinidad, ni los quehaceres de su investidura política, pudieron
desarraigar de su vida la espiritualidad pueblerina, y más bien sirvieron para
fortalecerlo en momentos en que el ánimo se debilitaba ante las muchas
dificultades que tuvo que sortear.
Amigos como Luis Felipe Muñoz, Dimas
Bolívar, Jesús García Tellechea y Pablo Antero Muñoz, entre otros, con quienes
compartió escapadas al pozo Las Catanas del rio Pacairigua y
disfrutó las travesuras infantiles de la época, nunca fueron olvidados en las
buenas ni en la malas. Figuras fraternales como Isidoro Gámez, heredada de su
padre, Elías Centeno, Miguel Lorenzo García, Antero Muñoz, Régulo Rico, Vicente
Emilio Sojo y el maestro Juan José Fermín, de quienes recibió consejos y orientaciones,
siempre merecieron el respeto y la consideración de un agradecido discípulo.
Todo el ambiente que se generó en torno a estos y otros personajes, aunado a la
enseñanza familiar de valores como el amor por el terruño donde nacemos y nos
formamos, convirtieron a Betancourt en un guatireño a carta cabal.
Rómulo no fue dotado de oído musical lo cual fue una circunstancia afortunada; a fin de cuentas, la aldea ya tenía a Vicente Emilio Sojo. Decimos esto porque él vivía justo enfrente de la casa de Régulo Rico y no aprendió a tocar ningún instrumento, para fortuna del país. Su preferencia por el rio Pacairigua en detrimento del rio Guatire era un asunto de longitudes; en cinco minutos llegaba al primero, mientras que el otro requería una caminata de media hora. Betancourt visitó al pueblo en 1945; sus viajes habían dejado de ser clandestinos desde el advenimiento al poder de Isaías Medina Angarita; esta vez lo hizo en calidad de Presidente de la República. En un acto en la Plaza 24 de Julio al doctor Gilberto Useche, en nombre de la comunidad guatireña, le correspondió solicitar la construcción de una escuela, que conocemos hoy como Elías Calixto Pompa. En otra ocasión, en su segundo mandato y durante una sesión del Concejo Municipal, Miguel Lorenzo García le pidió un estadio para Guatire. Miguel murió antes de concluirse la obra y el propio Rómulo sugirió su nombre para el estadio; merecido por lo demás, porque fue un gran dirigente y mecenas del deporte.
Betancourt aprendió a leer y escribir
guiado por las Hermanas Hernández,
vecinas que dirigían una escuela de primera enseñanza para niñas. En
aquel entonces varones y hembras recibían clases en planteles separados, por lo
que Rómulo no era formalmente alumno de las Hernández sino que ellas, como
amigas de la familia, asumieron esa tarea. Pero la mamadera de gallo de los
amigos más grandecitos convirtieron en insoportable el aprendizaje y un buen
día se presentó en la escuela de Elías Centeno. Entre maestro y alumno se
produjo el siguiente diálogo:
- “Don Elías quiero que usted
me enseñe”
- “Pero Rómulo, no tienes la edad
suficiente para asistir a este plantel”
- “Yo no quiero ir más a la otra
escuela”
Perseguido político de Juan Vicente
Gómez y Eleazar López Contreras, Betancourt algunas veces se escondía en la
casa de Chucho Pacheco, a una cuadra de la Jefatura Civil. Cuando eso ocurría
las hijas de Pacheco no salían a jugar a la plaza, justo enfrente, por temor a
deslices infantiles. Cuando Elías Centeno, a la sazón Jefe Civil del Municipio,
se percataba del hecho mandaba un mensaje con los amigos: “Dile a Chucho que le
aconseje a Rómulo que se vaya, que no me comprometa porque me lo están pidiendo
y yo sé que él está allí”. Y Betancourt no abusaba ni de la hospitalidad de
Pacheco ni de la tolerancia y complicidad de Centeno; al día siguiente las
niñas volvían a jugar en la plaza. Tiempo después, una tarde se presentó un
anciano en casa de Centeno; Elías lo reconoció pese al convincente disfraz:
- “Rómulo ¿qué haces aquí, no
sabes el peligro que corres?”
- “Ayúdame Elías, me están
acorralando”
- “Me pones en un aprieto entre el
deber de funcionario y el de amigo”
En 1960 Betancourt invitó a todos los
guatireños residenciados en Caracas para salir en una caravana desde el Paseo
Los Próceres hasta la Iglesia Santa Cruz de Pacairigua, e instituyó el
reencuentro entre paisanos el día de la Santa Patrona. Cuando se planteó el
problema del deterioro físico de la iglesia, y ante la petición de algunos
ciudadanos de construir una nueva convocó a los dirigentes de la comunidad
(Vicente Milano, Manuel Hernández Suárez, René García, Guido Acuña, Luis Felipe
Muñoz, Germán Pacheco, Mariano Marianchic, Gilberto Useche, Francisquito León,
entre otros) a una reunión en la residencia presidencial en Altamira. Un informe de
ingeniería del Ministerio de Obras Públicas confirmaba el deterioro de la
edificación y recomendaba su demolición porque no resistiría otro terremoto,
que al final se produjo cinco años después. Rómulo se inclinó por la sugerencia
técnica y Dimas Bolívar, camarero de Palacio, amigo del Presidente y guatireño
conservador le recriminó al Presidente: “A ti no te duele la iglesia porque no
fuiste bautizado en ella”; es que en esa reunión el Presidente se despojó de su
investidura y actuó como un ciudadano más.
Ese día, tal vez para disminuir la
tensión del momento, Betancourt apeló a una de sus facetas menos conocida, el
humorismo; así, propuso la creación de un Gabinete Ejecutivo con puros
guatireños, por lo que designó al diputado Guillermo Muñoz, Ministro de
Hacienda; a Cruz Ana Ortega (esposa de Leopoldo Sucre Figarella) Ministra de
Obras Públicas; César Gil Gómez, Ministro de Educación; el Obispo Feliciano
González fue nombrado Cardenal, y así conformó un equipo de trabajo completo
con sus entusiastas paisanos.
Una vez concluido su mandato, Betancourt no dejó de visitar al pueblo; cualquier oportunidad era propicia para compartir con sus amigos de la infancia en casa de Luis Felipe Muñoz. Pero era casi imposible pasar inadvertido porque todo el mundo esperaba su presencia para conversar con él. Pero esos encuentros carecían de la intimidad con la que prefería reunirse con sus amistades. El 29 de junio de 1975 acudió a la celebración de la Parranda de San Pedro. Era esperado en casa de Lourdes Hernández pero había mucha gente en la entrada y cambió de parecer Su intención era ir a casa de Luis Felipe Muñoz en Macaira, como era su costumbre, pero la calle también estaba abarrotada, por lo que decidió darle una vuelta la manzana e inesperadamente se presentó en casa de Emilia Gámez, hija de su entrañable amigo Isidoro Gámez, en el Cerro de Piedra. Allí se auto invitó a almorzar (o se coleó, si le parece a usted mejor) y en compañía de Marcos Falcón Briceño y Jesús María Graterol puso en aprieto a la desconcertada anfitriona, quien le ofreció lo que había preparado para sus hijas que venían a visitarla: mondongo, pernil y ensalada de gallina; el postre era quesillo y dulce de lechosa, y Betancourt adicionalmente solicitó conserva de cidra. Al convite se incorporaron Luis Felipe y Pablo Antero Muñoz y la puerta se cerró a cal y canto. A duras penas lograron entrar las hijas de Emilia y Pedro Manuel Pompa, el esposo. La familia Porto, que elaboraba las exquisitas conservas, vivía diagonalmente y Emilia simplemente cruzó la calle en su búsqueda. Previsiblemente trajo más de lo requerido para el momento porque el ex Presidente pidió para llevar; los sabores pueblerinos aún perduraban en su memoria y en su paladar.
Además del Grupo Escolar, son obras de
Betancourt el Estadio, la Iglesia y la Casa Sindical; esta última la entregó
directamente a Felipe Berroterán, de Calvarito, y Marcelino Urrutia, de Los
Malavares, representantes del Sindicato de trabajadores cañicultores; en el
acto estuvo presente José Antonio Álvarez, de Barrio Arriba, vicepresidente del
Sindicato Nacional correspondiente. Fueron ellos quienes propusieron el nombre
de Luis Moreno pare el recinto, en honor a quien fuera un destacado dirigente
de los trabajadores que construyeron el dique de El Norte.
Betancourt solía preguntar por las
novedades del pueblo cada vez que venía y era Felipito Muñoz quien lo mantenía
al tanto. En una ocasión Luis Rondón vio frustrada su aspiración de ser
Director Regional de Deportes porque Simón Alberto Consalvi solicitó al
gobernador Manuel Mantilla que designara a la sobrina de un diputado merideño.
Mantilla se disculpó con Rondón y le dijo que necesitaría una palanquita.
Visitaba Rómulo, como era usual, la casa de Luis Felipe Muñoz y éste, ya
informado de la situación por Felipito, le comentó lo ocurrido. Posteriormente
Betancourt conversó con Octavio Lepage, Secretario General del partido, y le
indicó que a los guatireños no les parecía bien que un merideño dirigiera el
deporte mirandino, Días después, cuando el gobernador Manuel Mantilla
juramentaba al nuevo Director de Deportes le comentó: “Caramba Rondón, te
recomendé que buscaras una palanquita pero se te pasó la mano”:
Rómulo nunca se desprendió de su
carácter aldeano y el apego sentimental por el terruño, a pesar de haber estado
aquí apenas sus primeros nueve años de vida.
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