sábado, 3 de septiembre de 2022

 Rómulo Betancourt y su arraigo pueblerino

Aníbal Palacios B.

          Rómulo Betancourt, la más relevante figura política de la democracia venezolana del siglo XX, apenas vivió nueve años en Guatire, pero fueron suficientes para impregnarse de una atmósfera aldeana que jamás olvidó y cuya espiritualidad mantuvo a pesar de los avatares políticos que le tocó vivir.

Para 1908 Guatire era un pequeño pueblo de mil seiscientos ciudadanos, según datos de Pedro Cunill Grau. En una casa de la calle Bolívar vivía Luis Betancourt, de origen canario, y su esposa guatireña Virginia Bello; allí nació el 22 de febrero un niño bautizado como Rómulo Ernesto. Poco tiempo después los Betancourt-Bello se mudaron a la calle Miranda, en la casa que hoy ocupa la Biblioteca Don Luis y Misia Virginia.

La familia se trasladó a Caracas en 1918, pero esos primeros años coexistidos en la sencillez y calidez de la vida aldeana marcaron a Rómulo Betancourt de manera tal que ni la cárcel, el exilio, la clandestinidad, ni los quehaceres de su investidura política, pudieron desarraigar de su vida la espiritualidad pueblerina, y más bien sirvieron para fortalecerlo en momentos en que el ánimo se debilitaba ante las muchas dificultades que tuvo que sortear.

Amigos como Luis Felipe Muñoz, Dimas Bolívar, Jesús García Tellechea y Pablo Antero Muñoz, entre otros, con quienes compartió escapadas al pozo Las Catanas del rio Pacairigua y disfrutó las travesuras infantiles de la época, nunca fueron olvidados en las buenas ni en la malas. Figuras fraternales como Isidoro Gámez, heredada de su padre, Elías Centeno, Miguel Lorenzo García, Antero Muñoz, Régulo Rico, Vicente Emilio Sojo y el maestro Juan José Fermín, de quienes recibió consejos y orientaciones, siempre merecieron el respeto y la consideración de un agradecido discípulo. Todo el ambiente que se generó en torno a estos y otros personajes, aunado a la enseñanza familiar de valores como el amor por el terruño donde nacemos y nos formamos, convirtieron a Betancourt en un guatireño a carta cabal.

Rómulo no fue dotado de oído musical lo cual fue una circunstancia afortunada; a fin de cuentas, la aldea ya tenía a Vicente Emilio Sojo. Decimos esto porque él vivía justo enfrente de la casa de Régulo Rico y no aprendió a tocar ningún instrumento, para fortuna del país. Su preferencia por el rio Pacairigua en detrimento del rio Guatire era un asunto de longitudes; en cinco minutos llegaba al primero, mientras que el otro requería una caminata de media hora. Betancourt visitó al pueblo en 1945; sus viajes habían dejado de ser clandestinos desde el advenimiento al poder de Isaías Medina Angarita; esta vez lo hizo en calidad de Presidente de la República. En un acto en la Plaza 24 de Julio al doctor Gilberto Useche, en nombre de la comunidad guatireña, le correspondió solicitar la construcción de una escuela, que conocemos hoy como Elías Calixto Pompa. En otra ocasión, en su segundo mandato y durante una sesión del Concejo Municipal,  Miguel Lorenzo García le pidió un estadio para Guatire. Miguel murió antes de concluirse la obra y el propio Rómulo sugirió su nombre para el estadio; merecido por lo demás, porque fue un gran dirigente y mecenas del deporte.

 Anecdotario aldeano

Betancourt aprendió a leer y escribir guiado por las Hermanas Hernández,  vecinas que dirigían una escuela de primera enseñanza para niñas. En aquel entonces varones y hembras recibían clases en planteles separados, por lo que Rómulo no era formalmente alumno de las Hernández sino que ellas, como amigas de la familia, asumieron esa tarea. Pero la mamadera de gallo de los amigos más grandecitos convirtieron en insoportable el aprendizaje y un buen día se presentó en la escuela de Elías Centeno. Entre maestro y alumno se produjo el siguiente diálogo:

-       Don Elías quiero que usted me enseñe”

-       Pero Rómulo, no tienes la edad suficiente para asistir a este plantel”

-       Yo no quiero ir más a la otra escuela”

 No hubo maneras de convencerlo de que era muy pequeño para ese nivel; la terquedad, al parecer, le venía desde niño al futuro dirigente político. Al respecto, Virginia Betancourt comentó que se trataba de perseverancia, no terquedad. Lo cierto fue que Elías Centeno se convirtió en maestro formal de Rómulo con gran ascendencia en su vida extraescolar.

Perseguido político de Juan Vicente Gómez y Eleazar López Contreras, Betancourt algunas veces se escondía en la casa de Chucho Pacheco, a una cuadra de la Jefatura Civil. Cuando eso ocurría las hijas de Pacheco no salían a jugar a la plaza, justo enfrente, por temor a deslices infantiles. Cuando Elías Centeno, a la sazón Jefe Civil del Municipio, se percataba del hecho mandaba un mensaje con los amigos: “Dile a Chucho que le aconseje a Rómulo que se vaya, que no me comprometa porque me lo están pidiendo y yo sé que él está allí”. Y Betancourt no abusaba ni de la hospitalidad de Pacheco ni de la tolerancia y complicidad de Centeno; al día siguiente las niñas volvían a jugar en la plaza. Tiempo después, una tarde se presentó un anciano en casa de Centeno; Elías lo reconoció pese al convincente disfraz:

-       Rómulo ¿qué haces aquí, no sabes el peligro que corres?”

-       Ayúdame Elías, me están acorralando”

-       Me pones en un aprieto entre el deber de funcionario y el de amigo”

     Privó la amistad, y Elías Centeno ayudó a escapar al fugitivo político. Años más tarde Betancourt se acordó del gesto. Cuando derrocaron a Isaías Medina Angarita, las nuevas autoridades adecas detuvieron a Elías Centeno, Ángel María Daló y Manuel María Yánez. Al enterarse, Betancourt se enfureció y ordenó la inmediata libertad de los detenidos. La solidaridad con sus amigos era absoluta; cuando murió Isidoro Gámez, el 11 de octubre de 1945, al no poder asistir al sepelio por razones que saldrían a la luz siete días más tarde, hizo un alto en sus actividades encubiertas para enviar un telegrama manifestando su pesar por no poder estar presente.

En 1960 Betancourt invitó a todos los guatireños residenciados en Caracas para salir en una caravana desde el Paseo Los Próceres hasta la Iglesia Santa Cruz de Pacairigua, e instituyó el reencuentro entre paisanos el día de la Santa Patrona. Cuando se planteó el problema del deterioro físico de la iglesia, y ante la petición de algunos ciudadanos de construir una nueva convocó a los dirigentes de la comunidad (Vicente Milano, Manuel Hernández Suárez, René García, Guido Acuña, Luis Felipe Muñoz, Germán Pacheco, Mariano Marianchic, Gilberto Useche, Francisquito León, entre otros) a una reunión en la residencia  presidencial en Altamira. Un informe de ingeniería del Ministerio de Obras Públicas confirmaba el deterioro de la edificación y recomendaba su demolición porque no resistiría otro terremoto, que al final se produjo cinco años después. Rómulo se inclinó por la sugerencia técnica y Dimas Bolívar, camarero de Palacio, amigo del Presidente y guatireño conservador le recriminó al Presidente: “A ti no te duele la iglesia porque no fuiste bautizado en ella”; es que en esa reunión el Presidente se despojó de su investidura y actuó como un ciudadano más.

Ese día, tal vez para disminuir la tensión del momento, Betancourt apeló a una de sus facetas menos conocida, el humorismo; así, propuso la creación de un Gabinete Ejecutivo con puros guatireños, por lo que designó al diputado Guillermo Muñoz, Ministro de Hacienda; a Cruz Ana Ortega (esposa de Leopoldo Sucre Figarella) Ministra de Obras Públicas; César Gil Gómez, Ministro de Educación; el Obispo Feliciano González fue nombrado Cardenal, y así conformó un equipo de trabajo completo con sus entusiastas paisanos.

Una vez concluido su mandato, Betancourt no dejó de visitar al pueblo; cualquier oportunidad era propicia para compartir con sus amigos de la infancia en casa de Luis Felipe Muñoz. Pero era casi imposible pasar inadvertido porque todo el mundo esperaba su presencia para conversar con él. Pero esos encuentros carecían de la intimidad con la que prefería reunirse con sus amistades. El 29 de junio de 1975 acudió a la celebración de la Parranda de San Pedro. Era esperado en casa de Lourdes Hernández pero había mucha gente en la entrada y cambió de parecer Su intención era ir a casa de Luis Felipe Muñoz en Macaira, como era su costumbre, pero la calle también estaba abarrotada, por lo que decidió darle una vuelta la manzana e inesperadamente se presentó en casa de Emilia Gámez, hija de su entrañable amigo Isidoro Gámez, en el Cerro de Piedra. Allí se auto invitó a almorzar (o se coleó, si le parece a usted mejor) y en compañía de Marcos Falcón Briceño y Jesús María Graterol puso en aprieto a la desconcertada anfitriona, quien le ofreció lo que había preparado para sus hijas que venían a visitarla: mondongo, pernil y ensalada de gallina; el postre era quesillo y dulce de lechosa, y Betancourt adicionalmente solicitó conserva de cidra. Al convite se incorporaron Luis Felipe y Pablo Antero Muñoz y la puerta se cerró a cal y canto. A duras penas lograron entrar las hijas de Emilia y Pedro Manuel Pompa, el esposo. La familia Porto, que elaboraba las exquisitas conservas, vivía diagonalmente y Emilia simplemente cruzó la calle en su búsqueda. Previsiblemente trajo más de lo requerido para el momento porque el ex Presidente pidió para llevar; los sabores pueblerinos aún perduraban en su memoria y en su paladar.

Además del Grupo Escolar, son obras de Betancourt el Estadio, la Iglesia y la Casa Sindical; esta última la entregó directamente a Felipe Berroterán, de Calvarito, y Marcelino Urrutia, de Los Malavares, representantes del Sindicato de trabajadores cañicultores; en el acto estuvo presente José Antonio Álvarez, de Barrio Arriba, vicepresidente del Sindicato Nacional correspondiente. Fueron ellos quienes propusieron el nombre de Luis Moreno pare el recinto, en honor a quien fuera un destacado dirigente de los trabajadores que construyeron el dique de El Norte.

Betancourt solía preguntar por las novedades del pueblo cada vez que venía y era Felipito Muñoz quien lo mantenía al tanto. En una ocasión Luis Rondón vio frustrada su aspiración de ser Director Regional de Deportes porque Simón Alberto Consalvi solicitó al gobernador Manuel Mantilla que designara a la sobrina de un diputado merideño. Mantilla se disculpó con Rondón y le dijo que necesitaría una palanquita. Visitaba Rómulo, como era usual, la casa de Luis Felipe Muñoz y éste, ya informado de la situación por Felipito, le comentó lo ocurrido. Posteriormente Betancourt conversó con Octavio Lepage, Secretario General del partido, y le indicó que a los guatireños no les parecía bien que un merideño dirigiera el deporte mirandino, Días después, cuando el gobernador Manuel Mantilla juramentaba al nuevo Director de Deportes le comentó: “Caramba Rondón, te recomendé que buscaras una palanquita pero se te pasó la mano”:

Rómulo nunca se desprendió de su carácter aldeano y el apego sentimental por el terruño, a pesar de haber estado aquí apenas sus primeros nueve años de vida.







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