domingo, 8 de octubre de 2017


El  ¿descubrimiento?  de  América
Aníbal Palacios B.

Más de quinientos años después, las inexactitudes, mitos, distorsiones, omisiones y las estériles desavenencias semánticas aún envuelven bajo un manto de misterio la llegada de Colón a nuestro continente, lo cual genera una lógica dificultad para entender cabalmente lo ocurrido.

 
El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define la palabra Descubrimiento, en su primera acepción,  como “Hallazgo, encuentro, manifestación de lo que estaba oculto o secreto o era desconocido”. Como segundo significado del término, puntualiza: Encuentro, invención o hallazgo de una tierra o un mar no descubierto o ignorado. Es decir establece la preexistencia del objeto desconocido. Pues bien el 12 de octubre de 1492 Cristóbal Colón descubrió un nuevo territorio. Estaba allí, muchos navegantes pasaron, lo vieron y hasta estacionaron, pero nadie se percató de la novedad, hasta que lo hizo el marinero genovés. Si usted quiere regatearle méritos al personaje, puede decir que los indígenas descubrieron a Colón porque, con absoluta seguridad, ellos avistaron primero a los visitantes que éstos a los residentes… pero hubo un descubrimiento. No fue ningún “Día de la resistencia indígena” porque los indígenas no se resistieron. Tampoco un “Encuentro de dos mundos” porque mundo hay uno sólo; mucho menos el “Día de la raza” porque desde el punto de vista étnico faltaban dos. El encuentro de dos culturas suena más racional, pero igualmente una encontró (descubrió) a la otra. Podemos convenir en que se hable del Descubrimiento de América por comodidad pedagógica, aunque no fue sino hasta el año 1507, quince años después, cuando un cartógrafo alemán, Martín Waldseemüller, publicó el primer Mapa Oficial de la nueva región y lo llamó América, por la sencilla razón de haber sido Américo Vespucio quien primero se percató, o hizo público, que era un continente y no una isla grande. Igual convenimos en lo de las tres carabelas, aunque  en realidad fueron dos (la Santa María era una nao), porque para los efectos es igual y en estos menesteres el tamaño no importa; además, era lo  que había.

De inexactitudes, distorsiones y omisiones
Lo primero que nos enseñan es que en la época se pensaba que la tierra era plana y que Cristóbal Colón, cual un José Arcadio Buendía cualquiera, determinó, un buen día (valga la redundancia), que “la tierra es redonda como una naranja”. Pues resulta que un tal Eratóstenes, más de mil quinientos años antes, había demostrado la esfericidad de la tierra  y establecido la circunferencia ecuatorial en poco más de 40 mil kilómetros, y allí estaba precisamente el problema. Era de conocimiento público, entre especialistas, claro está, la información del matemático griego, pero Colón con insistente terquedad sostenía que eran apenas unos 30 mil kilómetros, lo cual significaba darle una vueltica en menos tiempo.

En relación con la tripulación de ese primer viaje, según el cuento, estuvo conformada por malandros,  sicópatas, ladrones, criminales, zagaletones, bachaqueros, reposeros, enchufados, caraquistas y motorizados. ¡No! A Colón lo acompañaban marineros. El que una buena cantidad de estos fueran reclutados en cárceles se debió a que los marinos, después de muchos meses en alta mar llega a los puertos en busca de bingos, botiquines y burdeles, por lo que suelen meterse en líos, algunos de ellos considerados delitos. Colón fue muy convincente con la Reina Isabel a la hora de conseguir financiamiento para el viaje, pero su capacidad de orador no le sirvió mucho para persuadir al común de los tripulantes que merodeaban por Palos, pueblo que por cierto se jactaba de formar a los mejores marineros del mundo. Así que hubo que ofrecer conmutación de penas por aventuras. Tampoco es cierto que estos aventureros vinieron atraídos por el espejismo del oro, puesto que después del horizonte se preveía encontrar especias, es decir, condimentos aromatizantes para las comidas, por lo cual es lógico pensar que a la voluntaria tripulación le atrajo simplemente la atractiva idea de ser excarcelados. Finalmente, nos informaron que Colón llegó a una isla llamada Guanahani, pero sin indicarnos dónde carrizo quedaba. ¿No es más didáctico decir que llegó a las Bahamas? Ahí,  a seis o siete cuadras de Los Roques.

 ¿Qué trajo Colón?
Lo más trascendente del portafolio colombino fue la cultura española, fundamentalmente idioma y religión.  Más de dos tercios de los colonizadores españoles fueron andaluces. ¡Gracias a Dios! Nuestra forma de hablar, nuestra música y hasta nuestro espíritu, es andaluz. No quiero imaginarme hablando como un madrileño. ¡Hostia, que ni siquiera saben pronunciar el nombre de la ciudad!  Los alimentos vinieron en el primer viaje como elementos de autoconsumo. Gallinas, ganado bovino y porcino, al principio fueron para  alimentar la tropa. Luego, una vez que arribaron los primeros colonizadores era  necesario  autoabastecerse y de España llegó algodón, cebada, trigo y  arroz. El café, que llegó a jugar un papel de primer orden en el fortalecimiento de las economías locales, también vino del Este. La caña de azúcar, plátanos, naranjas, limones y hasta el exquisito y americanizado mango, fueron frutos importados. También armas, primero como elemento de defensa y luego de conquista,  y por último las enfermedades europeas que causaban estragos por aquellos lares y aquí azotaron  a una población inmunológicamente desvalida

 ¿Qué se llevó Colon?                
Los reyes católicos no se decepcionaron porque Cristóbal Colón no les llevase lo que les prometió: una nueva ruta marítima para llegar a Oriente, proveedor comercial por excelencia. Su ingratitud no llegaba a tales extremos; se conformaron con las ingentes toneladas de oro y plata que estabilizó sus agotadas  finanzas luego de la cruenta, larga y costosa guerra contra los moros, y como valor agregado un territorio de más de 40 mil kilómetros cuadrados que explotar comercialmente y una población superior a las 500 mil almas para catequizar y ofrecer al paisano, nacido en Valencia, Rodrigo de Borgia que, a la sazón, ejercía en el Vaticano el cargo de Pontífice, con el nombre de Alejandro VI. Pero como no faltaban sibaritas aficionados entre los colonizadores, muy pronto la gastronomía española se enriqueció con productos como la papa, el maíz, tomates, piñas y el maní, aunque fueron el tabaco y el cacao los cultivos que marcaron la pauta económica de la región. A los escribientes españoles, que todo lo anotaban, se les pasó por alto registrar quien se comió el primer aguacate, que para muchos gourmets se trata de un héroe anónimo. En cuanto a la fauna utilitaria fue poco lo que aportamos por aquí, porque cocodrilos, anacondas, jaguares, cascabeles y jabalíes no encontraron mucha demanda en el  mercado europeo, más allá de los parques zoológicos.

Más recientemente, se afirma que la sífilis fue un aporte de los aborígenes americanos a la cultura europea, a manera de intercambio  viral, para compensar a los españoles por los microorganismos genéticos que tantas enfermedades importados por ellos desde el viejo continente.

El tercer viaje
Macuro. Fotografía de Luis Ovalles
Macuro tiene el exclusivo privilegio de haber sido el primer territorio continental al que llegó Colón; allí se instaló doce días; era su tercer viaje transoceánico. Esto ha sido un secreto bien guardado por los gobernantes venezolanos, quizás con la excepción de Juan Vicente Gómez, porque 520 años después Macuro sigue casi tan igual a como lo encontró el Almirante. La mayoría de los historiadores coinciden en que fue descubierto el 3 de agosto de 1498, aunque hay quienes insisten en que fue un día antes, porque Colón pasó por la desembocadura del Orinoco el día 2. Pero si nos ponemos a hilar muy fino tendríamos que señalar que fue en 1493 porque durante su segundo viaje el Almirante navegó por áreas del mar territorial venezolano. Es poca la información que recibimos al respecto, pero Venezuela limita por el norte con el mismísimo imperio estadounidense, si tomamos como referencia la territoriedad marítima. Macuro debería ser una fortaleza histórica y un fortín turístico, al punto de llegar a discutirle a los dominicanos eso de “donde todo comenzó”.

Pero la historia nos la enseñan incompleta, vaya usted a saber por qué.