El cine
guatireño, magia artesanal
Aníbal Palacios B.
De repente cuatro jóvenes guatireños, trabajadores en el cotidiano y anónimo quehacer que les permite ganar el sustento para sus familias, saltan al reconocimiento mediático nacional e internacional gracias a una película, “Volver al pasado”, de confección casera (literalmente, no se trata de una frase hecha o metafórica) que impactó fuertemente en la comunidad, hasta el punto de convertirse en un éxito de ventas en los expendios donde los autores no obtienen beneficios; es decir, la piratería fílmica.
Sin experiencia alguna en el ámbito de la actuación, la producción y la edición cinematográfica formal, se atreven a plasmar una realidad con la que deben coexistir en los barrios donde habitan: la lucha de bandas armadas por crear, conservar y defender áreas de influencia delictiva. Yosmar Istúriz, dirige un elenco que en el que figuran Eric Miranda, Joselyn Ramos y Rubén Lozano como protagonistas, y donde además destacan Mariela Oropeza, José Yánez, Sandro Veliz y Gabriel Naguanagua. Una sólo cámara, una mini DV Panasonic de esas diseñadas para videos familiares, fue suficiente para que Istúriz demostrara su capacidad artística, su talento creativo y sus aptitudes cinematográficas instintivas. Decir que “es su cuarta película” crea una sensación distorsionada de lo que es su experiencia como director, productor y guionista, puesto que las tres anteriores son cortometrajes (realizados por cierto con una cámara analógica también de uso familiar) con los cuales Istúriz quería demostrarse a sí mismo y a su equipo de colaboradores que si era posible emular exitosamente a los pioneros del cine aldeano de Guatire y Guarenas, representado por Agustín Oropeza y Antonio Barberán, sin recursos técnicos ni económicos, pero con mucha creatividad, talento artístico y cooperación comunitaria.
Pasado, presente y futuro
Conversamos
con Yosmar Istúriz, Auristela Ramos, su esposa, José Yánez, Joselyn Ramos y
Sandro Veliz sobre sus vivencias durante la filmación de la película y lo
relatado es digno de convertirlo en guión cinematográfico, un poco al estilo de
La noche americana, aquel film de
Francois Truffaut que no es más que un homenaje al propio cine. Nos cuenta
Yosmar sobre la motivación de más de 60 personas entre vecinos, familiares,
amigos, compañeros de trabajo y curiosos en general que pusieron su granito de
arena, sus motos, casas, ideas,
sugerencias y dinero, de principio a fin; es decir, en la producción y
filmación de la película. La dirección y edición fue realizada por el propio
Yosmar, esta última etapa en una lenovo,
también doméstica y con un vetusto y sumamente útil moviemaker. Siempre han trabajado sin recursos económicos. En una
oportunidad en la que debían filmar una escena con dos actores que conversaban
mientras uno se tomaba un refresco, se percataron de que entre los tres (actores
y director) no tenían para adquirirlo en una bodega cercana, por lo que hubo
que retrasar la grabación mientras buscaban en una casa aledaña, una botella y
un poco de agua.
En
ese año 2009 filmar Volver al pasado
costó alrededor de once mil bolívares, equivalente a trece salarios mínimos de
la época; o sea, poco más del sueldo mensual de todo el elenco. Eso lo supieron
cuando finalizó el proyecto; de haberlo sospechado antes quizás no se hubiesen
animado a ejecutarlo. ¿De dónde salieron los reales?, de cada una de las
personas que participaron en la producción, incluyendo algunos curiosos. Antes
de comenzar la película buscaron ayuda en la Alcaldía, pero Ramón Milano, a la
sazón Director de Cultura, les negó el apoyo con el argumento de que no tenían
formación académica como cineastas y actores; es decir, no creyó en ellos. No
hay resentimiento en la queja, sólo la frustración que también sentimos quienes
cierta vez nos alegramos con la llegada de activos cultores a los puestos de
gobierno, y llegamos a pensar que desde allí facilitarían los recursos que otrora
exigían a sus predecesores, para luego observar un comportamiento algunas veces
más negligente y siempre más displicente. Pero ni falta que hizo; también se
acercaron a la Villa del Cine pero
allí los recursos parecieran destinados a proyectos suntuosos y ajenos a la
región, por lo que fueron igualmente ignorados. El ánimo se mantuvo en alto y
lograron culminar la producción en siete meses en jornadas de fin de semana
porque cada quien debía atender sus respectivos trabajos. Luego vino la dura e
importantísima etapa de edición, en casa, por supuesto, con su esposa e hijos
como asistentes. El producto estaba listo para ser exhibido y había que hacerlo
por todo lo alto. Alquilaron dos salas en el Centro Comercial Oasis con el objeto de recaudar parte de
lo gastado para invertirlo en el siguiente proyecto, pero subestimaron la
capacidad de respuesta comunitaria, las dos salas fueron insuficientes para
atender la convocatoria, vendieron copias a la salida, el boca a boca difundió
la calidad del film… y se enteraron los buhoneros que piratean películas, quienes
hicieron un buen negocio en detrimento de los realizadores: veinte mil copias en un mes, sin
publicidad alguna.
A título
de consuelo, la buhonería, cual si fuera una franquicia, ayudó a promocionar la
película en todo el país, y la noticia llegó a oídos de la prensa local,
regional, nacional e internacional, además de las publicaciones especializadas
y los cineastas; es decir todo el mundo. De repente, por todas partes se
hablaba de Guatire, de sus problemas, de sus valores, y de un humilde y
talentoso grupo de habitantes de nuestras barriadas capaces de crear arte
colectivo de muy buena factura y mucha prestancia.
Súbita notoriedad
Lo
novedoso para esto jóvenes cineastas es la popularidad en la que repentinamente
se vieron envueltos, ya en la calle se les reconoce, se les saluda a viva voz y
hasta se les pide autógrafos. Para Yosmar Istúriz esto no es más que la
adquisición de un compromiso mayor para el próximo proyecto, los sueños son los
mismos, pero las perspectivas son mayores y los requerimientos se han
acrecentado; ahora siente que el grupo tiene la imperiosa e impostergable
necesidad de mejorar la formación técnica y artística, áreas en las cuales ya
le han ofrecido ayuda concreta; pero aún falta adquirir nuevos e idóneos equipos
de filmación y edición; las expectativas han crecido, tanto para el grupo como
para jóvenes con inquietudes parecidas, quienes han visto no una película sino
un paradigma digno de imitar y, por supuesto, para el público que ha quedado
satisfecho con lo propuesto pero que, con toda seguridad, será más exigente.
Yosmar
Istúriz no se envaneció con el éxito, y
continuó con dos películas más, Unidas Por Siempre, una historia totalmente distinta aunque con
el mismo trasfondo argumental reflexivo, y Alirio
El Más Buscado, dentro de la tónica
de Volver al pasado. En el
interin, varios documentales sobre personajes del acontecer aldeano han copado
el espacio de este cineasta que funge como productor, guionista y director y
que conjuntamente con Auristela Ramos, su esposa, una especie de Productor
Ejecutivo, realizan en paralelo una dura actividad familiar devenida en labor
social a través de la Fundación Venezolana de Espina Bífida Sin
Barreras en Zamora, para ayudar quienes, como ellos, luchan una diaria batalla con su hija Aurismar
Istúriz, quien padece esa enfermedad. La familia Istúriz-Ramos en pleno
enfrenta retos de toda índole sin lamentarse y con la confianza de superar esos
obstáculos. Esa vivencia nos permite entender con más facilidad porque Yosmar y
Auristela han asumido el reto de hacer cine con presupuesto cero, porque los
problemas familiares lo van solventando con el mismo presupuesto, la misma
motivación e idéntica pasión.
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