100 años de la visita de Anna Pávlova a Guatire
Aníbal Palacios B.
Anna Pávlova, la mejor
bailarina de todos los tiempos, bailó primero en Guatire que en Caracas y los
habitantes de esta plácida población conocieron antes que cualquier venezolano las
virtudes artísticas de esta danzarina rusa que se presentó en la hacienda La
Carbonera un jueves 15 de noviembre de 1917, y dos días más tarde en el Teatro
Municipal de Caracas.
Anna
Pávlova llegó a Caracas el 10 de noviembre de 1917 proveniente de Buenos Aires,
para cumplir actuaciones en el Teatro Municipal de Caracas, contratada por la
Sociedad de Cines y Espectáculos. El general Eduardo Mancera era un hombre
ligado al mundo del entretenimiento; de hecho fue el empresario promotor y
constructor del Nuevo Circo de Caracas, de allí que frecuentara el medio
artístico y estuviera relacionado con los dueños de la citada Sociedad de Cines
y Espectáculos, lo cual facilitó su acercamiento a la excelsa bailarina y le
permitió formar parte de la comitiva que la recibió en La Guaira y la acompañó
hasta el Gran Hotel ubicado de Bolsa a Mercaderes, donde hoy está la estación
Capitolio del Metro de Caracas, a
escasas dos cuadras del Teatro Municipal.
General Eduardo Manera |
Esa circunstancia, a juzgar por una crónica publicada en el diario El Universal del 16 de noviembre de
1917, le concedió la oportunidad de invitarla a su hacienda en Guatire y
disfrutar las bondades del rio Pacairigua
y los cañamelares guatireños. Para el cronista de El Universal fue cuestión de suerte: Mancera estaba en el lugar
adecuado en el momento oportuno; lo cierto es que la visita se pautó para cinco
días más tarde, dado el apremio de las fechas de actuación comprometidas. El General
se dirigió de inmediato a Guatire para organizar a la carrera un majestuoso recibimiento
y un imponente sarao, porque el ambiente bucólico, sereno y encantador estaba
allí, la naturaleza se había encargado de ello. Así, La Carbonera se preparó para
recibir a la sublime Anna Pávlova, la
mejor bailarina del mundo, de todos los tiempos.
Por
aquel entonces se tardaba unas dos horas y media en trasladarse de Caracas a
Guatire. La vieja carretera salía de Mariches, recorría todo el alto de la
colina y bajaba al valle por Mampote. En Guatire, el general Mancera había dado
instrucciones para que la población entera se vistiera de gala y así dar la
bienvenida a la invitada rusa. Para la época la zona urbana guatireña tenía menos
de dos mil almas, y se extendía desde Curazao (predios del estadio Miguel Lorenzo García) hasta Macaira y
desde la calle Manzanares (luego 9 de diciembre) hasta la calle Sucre. Había
otras viviendas dispersas hacia lo que hoy conocemos como Barrio Arriba y
Plaza. Trina Muñoz nos comentó que ese día fue el más hermoso que recordara
haber visto en Guatire, ¡y mire que Trina fue una mujer longeva! La recepción comenzó
en plena entrada al pueblo, en la calle Bermúdez.
La Carbonera |
El moderno Ford T-1917
descapotable transitaba lentamente en medio de aplausos. En las 4 esquinas
cruzó hacia la calle Miranda y al detenerse, una lluvia de frescos pétalos de rosas
de colorido diverso engalanó el carruaje y la reina se paró para corresponder
el jubiloso recibimiento con una cautivadora sonrisa y un tímido saludo con su
mano. Al llegar al Calvario el automóvil dejó las empedradas vías para
dirigirse a la calle Concepción, llamada así porque la patrona de la hacienda La
Carbonera era la Inmaculada Virgen. Las flores, los aplausos y los vítores no
se detenían; había gente de lado y lado y ya en Curazao, la comitiva de vehículos con la diva y sus acompañantes se
dispuso a subir lentamente hacia los Altos
de Vallenilla, cuya cima marcaba un nuevo cambio de rumbo para encaminarse
derecho hacia La Carbonera.
Los concurrentes
En Primera página |
La
lista de invitados era pequeña y selecta: Madame Anna Pávlova, por supuesto, Madmoiselle
Stella Plaskowieska y Noemí Benedetti eras las bellas damas que engalanaron al
pueblo. Sus acompañantes, el anfitrión Eduardo Mancera, el doctor Ernesto
Capriles, Vicente Arévalo, el poeta y Director del diario El Universal Andrés Mata, Miguel Herrera Mendoza, Eduardo Eraso,
Ramón Veloz, el doctor Adriano Riera, Eduardo Brasch, J. M. Machado, el doctor
Alejandro Chataing, Carlos Mancera, Manuel Madriz, Juan Rohl, Pedro J. Mancera
y el doctor I. García Chirinos. Por otra parte, la lista oficial de invitados
locales era más escueta; apenas Jesús María García Teyechea, dueño de la
hacienda El Ingenio, la más
importante de la época en esta población, y el general Antonio Gómez, Jefe
Civil. Más los coleados de siempre, claro está,
que no se pierden una velada por ninguna razón y que en nuestra cultura
constituyen una presencia casi obligatoria.
La
visita fue diurna, la princesa no durmió bajo el cobijo de la luna guatireña a
la que años más tarde cantaría sublimemente el poeta Henry Gil, pero aprovechó
para deleitarse con el paisaje guatireño, sus frutas, su conserva de cidra y su
música. Monto a caballo, y en compañía
de Stella Plaskowieska conoció al rio Pacairigua, aunque no se baño en sus
aguas. El maestro Régulo Rico, en su carácter de Director de la Unión
Filarmónica, se encargó de amenizar musicalmente la velada y recibió a la
invitada con el Himno Nacional de la vieja Rusia, la deleitó con
interpretaciones clásicas, los infaltables y bailables foxtrots y, además, la
sorprendió con un set de joropos mirandinos
que la bailarina no pudo pasar por alto y saltó a la pista de baile y he
aquí que uno de los coleados, Simón Bendaham, se lanzó al ruedo y acompañó a la
danzarina quien muy pronto le tomó el paso a tan complicado y elegante ritmo. Simón,
por cierto, era hijo de uno de los comerciantes más prestigiosos de la
localidad y hermano de Zhara Bendaham, quien años después se convertiría, para
orgullo de los guatireños, en la primera mujer en obtener el título de médico
en Venezuela.
Guatire, la Atenas de Barlovento
Cabalgata al rio Pacairigua |
De
la Orquesta Filarmónica formaban parte Manuel Velásquez, Julián Berroterán, Hipólito
Rengifo, Ramón González, Sinforoso Muñoz, Elías Centeno, Delfín García Barba,
Francisco Palacios, Alejandro González, Jesús Álvarez Pérez, Jacinto Churión, Manuel
Vicente Yánez, Isidoro Gámez y Rafael Vicente Borges (padre del más grande
poeta guatireño del siglo XX, Rafael Borges). Ignoramos si todos estuvieron
presentes, pero dudamos que alguno se haya enfermado precisamente ese día.
Vecinos de Guatire también eran para esa fecha personajes como el Dr. Ramón
Alfonso Blanco, Antero Muñoz, el general Encarnación Arenas (dueño de la
hacienda Santa Cruz y futuro Jefe Civil luego del alzamiento del 5
de mayo de 1929, en el que murió el titular del cargo); Natividad Rojas, José
Eustoquio Centeno, Luis Betancourt (padre de Rómulo Betancourt); Manuel
Hernández Suárez (dueño de la hacienda La
Margarita, donde se refinaba el azúcar de mejor calidad que se consumía
en Venezuela); el párroco Manuel
Monteagudo y el historiador Ángel Grisanti, a quienes no me imagino coleándose en ninguna
fiesta pero que seguramente también asistieron porque se trataba de un acto
único e irrepetible. Por lo demás, era una recepción abierta por cuanto el General
Manera había invitado a todos los guatireños a recibir a la bailarina nacida en
San Petersburgo y era de esperar que luego, nobleza obliga, no les negaría la
entrada a la hacienda; claro está sin participar en la mesa de gala, reservada
para los invitados especiales. Estos ilustres guatireños eran muy respetados
por el general Mancera, pero en la mesa no había espacio para tantos y limitó
la invitación a García Teyechea y el Jefe Civil Antonio Gómez. De hecho, el
cronista Jesús María Sánchez confirma la presencia de Ángel Grisanti y dado que
era un recién llegado funcionario público, probablemente asistió en compañía de
las amistades que había logrado establecer hasta el momento. Por cierto, Ángel Grisanti,
calificado y laureado historiador, en una de sus crónicas afirmó que Guatire “… por su activismo comercial y su
cultura, era a la vez el New York y la Atenas de Barlovento”, atinada
descripción.
El anfitrión |
En
la recepción debió de estar Víctor Regalado y seguramente aprovechó para
aprender la danza que años después enseño a varias generaciones de guatireños. Ángel
María Daló y Miguel Lorenzo García eran adolescentes que bien pudieron asomarse
por el lugar, mientras que Antonio Machado tenía la edad y la audacia para
colearse. El doctor Manuel Felipe Tirado era el médico del pueblo y atender
agotamientos e intoxicaciones era una buena excusa para presentarse. Rómulo
Betancourt era un niño travieso incapaz de pasar por alto tan grande
acontecimiento; César Gil, un crío y Guido Acuña no había nacido y quizás
cuando se enteró de esta visita lamentó no haberlo hecho unos quince años
antes. A su vez, el maestro Vicente Emilio Sojo vivía en Caracas dedicado a sus
estudios musicales y, dada su disciplinada personalidad, difícilmente iba a
abstraerse de sus deberes para, en un día hábil, dedicarse al ocio.
La reseña periodística
El diario El Universal cubrió ampliamente la visita de Anna Pávlova a Guatire,
dedicándole espacios de portada y páginas interiores, ilustradas con destacadas
fotografías. El día 16 de noviembre, por ejemplo, tituló en primera plana:
Los ilustres visitantes |
“UNA FIESTA CAMPESTRE – Almuerzo en “La
Carbonera”; para seguidamente señalar: “Se ha dicho que los grandes artistas
viven una vida ficticia, y es esta una verdad indiscutible. De un hotel a un
tren, de un tren á un trasatlántico, de un teatro á otro, su vida queda fuera, á coté de la vida normal. Por eso Anna
Pavlowa, admirando hace días el valle (de Caracas) que se divisa, verde y
magnífico desde el acueducto, murmuró
con deseo en el cual había la nota de desaliento de quien sabe que suspira por
lo irrealizable: ¡Qué magnificencia de campo! ¡quién pudiera vivir, aunque
fuera un día, fuera de la ciudad! Y el general Mancera, que es además de un
perfecto gentleman, un rico gentleman farmer, preparó para la
maravillosa artista, la maravillosa sorpresa. Ayer, a las siete, rompió la
tranquilidad del tardío despertar caraqueño, en estas mañanas un poco frías, un
poco neblinosas, en las que es dulce
dormir, el estrépito de algunos cuarenta caballos en plena eficiencia de su
poderoso motor. Y la moderna caravana que raptaba (como en un ballet) a la
bella alígera bailarina, por todo un día, tomó el camino de Guatire. Un día de
campo había deseado Anna Pavlowa y el general Mancera, quien tiene la llave de
la fortuna, como Aladino, se lo brindaba”… “Sobre la mantelería de Flandes,
brillaban el baccarat, la plata
maciza y la gruesa, dorada porcelana inglesa. Y el menú y los antiquísimos
vinos, y el champagne helado eran
dignos de la reina de la fiesta… Hubo brindis entusiastas, se improvisaron
versos y, por fin, como clou de la
tarde, Anna Pavlowa bailó… en Guatire, en “La Carbonera” que bien se merecía
ese homenaje. Y se fue el sol, y la comitiva alegre, después de tan alegre día,
regresó por la carretera blanca, entre los verdes ya sombríos de caña y del café,
y no faltó un bello crepúsculo para que Anna Pavlowa pudiera admirar todas las
maravillosas fases de nuestro campo”.
De San Petersburgo a Guatire
Vieja iglesia |
Anna
Pávlova se paseó por los más grandes escenarios de las capitales del mundo,
desde el Teatro Mariinski en San Petersburgo, donde nació un 12 de febrero de 1881, el Palace Theatre,
el Royal Albert Hall y el Covent Garden de Londres, o el Metropolitan Opera
House de Nueva York, Grand Opera de Paris. el Teatro Colón de Buenos Aires y… la
humilde Carbonera. Londres, New York, Bruselas, Berlin, Praga, Copenhague,
Vienna, Paris, Oslo, Ciudad de México, Estocolmo, Santiago de Chile, Rio de
Janeiro, Buenos Aires y… Guatire. Rusa de nacimiento, el comienzo de la Primera
Guerra Mundial la toma desprevenida justamente en Berlín y logró huir a Londres.
En el año de su visita a Venezuela la guerra comenzaba a inclinarse a favor de
los aliados, pero en su país, Rusia, las cosas empeoraban. Justamente mientras
Anna Pávlova distraía su mente ante el paisaje del rio Pacairigua, en Moscú los
bolcheviques se imponían a los mencheviques en la conocida Revolución de
Octubre, en calendario juliano, que era noviembre en el calendario occidental
cristiano o gregoriano. Lo cierto es que las calles de Moscú y San Petersburgo
estaban ardientes y revoltosas, y nada mejor que el paisaje rural, silvestre y
bucólico de Guatire para disipar penas y atenuar nostalgias.
Anna Pávlova |
Jesús
María Sánchez, en una crónica sobre Pávlova cita el libro de Daniel Bendaham, Gerencierías, para informarnos que “…La
Pavlova quedó tan impresionada con el zapateado del joropo, que decidió allí
mismo tratar de aprenderlo. Como se imaginará el lector, numerosos caballeros
se ofrecieron de inmediato. Pero ejerciendo su privilegio como huésped de
honor, la artista decidió escoger pareja… Para asombro de todos, la escogencia
recayó sobre un adolescente de trece o catorce años cuya manera de zapatear
había gustado a la famosa invitada. Fue así como el hermano menor de mi padre,
mi tío Simón Bendaham, bailó joropo con Anna Pávlova en aquella hacienda de
Guatire, convirtiéndose en el único venezolano que tuvo el inefable honor de
hacer pareja con esa legendaria figura del ballet”.
El
único ser nacido en continente americano diríamos nosotros, por cuanto los
bailarines de la compañía de la famosa danzarina eran todos europeos. Es
pertinente agregar que fue ese el gran momento de los guatireños en el evento
pues ninguno de los invitados sabía bailar joropo mirandino, acostumbrados a
los valses, y no estarían a la altura de la ilustre visitante petersburguesa y a nadie le agrada hacer el ridículo.
Así que, como si todo hubiese estado previamente acordado, parejas de aldeanos coparon
la pista de baile; se ignora con quién bailaba Simón Bendaham cuando Anna Pávlova
irrumpió en el ruedo y sorprendió a sus compañeros de mesa.
Así,
quiso el destino que Guatire, pueblo que nació enmantillado por disposición del
Cabildo Eclesiástico de Caracas el 23 de marzo de 1680, disfrutó de una jornada
memorable en el cual participó la comunidad entera como si se tratara de un día
de la Santísima Cruz de mayo o una procesión del Nazareno.