La
Parranda de San Pedro:
¿De
Guatire o de Guarenas?
Aníbal
Palacios B.
A estas alturas, cuando por más de doscientos años
ya hemos recorrido un largo trecho, algunos cultores guareneros se mantienen
sumergidos en un marasmo existencial para tratar de convencerse a sí mismos
sobre la insostenible hipótesis de pretender que la Parranda de San Pedro es
originaria de Guarenas. Algo que no preocupa en absoluto a sus semejantes
guatireños que lo consideran una disputa irrelevante, estéril, vana,
intrascendente y extemporánea, entre otras razones porque nadie puede demostrar
nada que supere las especulaciones sinsentido.
Fotografía Daniel Hernández |
La actitud de estos parranderos deviene en la de un
padre irresponsable de dudosos sentimientos de culpa y arrepentimiento, que
nunca atendió a sus hijos, jamás les dio afecto, ni cuidó de su alimentación,
salud y educación, pero cuando el joven adquiere un título académico (Summa Cum
Laude, por lo demás), intentan figurar en la fotografía de rigor ocupando un
inmerecido primer plano, para luego, pasada la euforia del momento, volver a
desaparecer de la vida del hijo
abandonado. Esa no es la actitud. Desde hace muchos años, los
parranderos guatireños escogieron el camino de la atención, difusión,
consolidación y proyección de la leyenda, primero en la propia aldea y luego
allende nuestros límites geográficos; los resultados están a la vista. En un
artículo publicado en www.guatire.com, la
excelsa pluma de Marlon Zambrano zanja la discusión en los siguientes términos:
“El San Pedro es aquello que nos contaron
y en lo que depositamos fe ciega. Nadie sabe cómo, cuándo y dónde nació pero
todos, a través de la tradición oral, afirman que fue entre Guarenas y Guatire,
cabalgando los siglos XVIII y XIX en respuesta de los esclavos a la liturgia
sincrética que diluía la devoción chamánica con la ceremonia eclesiástica”.
La hacienda San
Pedro
Un argumento repetitivo es que la existencia de una
hacienda San Pedro en Guarenas
demuestra por sí sola que la parranda nació allí. Esto pudiera envalentonar a
los habitantes de una populosa y ferviente Parroquia caraqueña para argüir que
la Parranda de San Juan se originó en
esos lares por las mismas razones, y que los curieperos se la apropiaron
impunemente, y en consecuencia emprendan una orquestada campaña publicitaria y
legal para recuperarla. La Patrona de Guarenas es la Virgen de Copacabana, como
la Santa Cruz lo es de Guatire, pero era una costumbre colonial (aún vigente)
que los dueños de hacienda tuviesen un santo patrón particular de acuerdo con
la devoción de cada quien, e incluso cada familia también podía ser devoto de
algún santo, indistintamente del patrono del pueblo o de la hacienda, tan sólo
tenía que registrarla en el Libro de Matriculas correspondiente, aunque no
fuese un requisito obligatorio. En Guatire, por ejemplo San Pedro era Patrono
de casa y hacienda de Doña Isabel Gil
Arratia, y Patrón de Casa de Gregorio Joseph de la Pompa, como lo han
documentado en diferentes investigaciones el historiador René García Jaspe y la
antropóloga Hortesia Caballero. Por lo demás, es pertinente acotar que parte de
la hacienda San Pedro abarca predios del Municipio Zamora.Ahora lo que nos falta es que venga Juan Luis Guerra a decirnos que la Parranda nació en San Pedro de Macorís basado en la creencia y premisa publicitaria “¡Dominicana: Donde todo comenzó!”
Otro argumento esgrimido es el hallazgo de una partida de nacimiento de una niña llamada Rosa Ignacia. Ignoran los ponentes que para la fecha en que se supone nació la infanta, no se emitían “partidas de nacimiento”; más allá del hecho de ser María, Rosa e Ignacia nombres comunes en la sociedad colonial. Si María Ignacia hubiese bautizado a su hija con el nombre de Garbiñe Ignacia, tal vez podrían especular un poco más pero, que sepamos, por estos lugares Garbiñe hay una sola, por cierto guatireña. Por otra parte, René García Jaspe documentó la existencia de tres registros de nacimiento con el nombre de Rosa Ignacia, guatireñas ellas.
¿Un venezolano
ganó el Premio Nobel de Medicina?
Quizá lo correcto es decir que un científico
norteamericano nacido en Venezuela ganó en 1980, conjuntamente con dos colegas,
el Premio Nobel de Fisiología y Medicina, pero tiene mayor efecto periodístico
decir que se trata de un médico venezolano; sólo que él nunca se consideró tal.
Baruj Benacerraf vivió sus primeros cinco años en Venezuela y se mudó a Francia
con su familia en 1925, donde completó su educación secundaria, y en 1940 viajó
a Nueva York a estudiar en la
Universidad de Columbia. El científico narra su vivencia en los siguientes
términos: “Tengo un
fuerte sentimiento de identidad con mi patrimonio cultural, que puede haber
moldeado gran parte de mi personalidad. Soy de ascendencia española, judía y
sefardí. Mi padre nació en Marruecos, cuando era una colonia española. Mi madre
nació en Argelia, recibió una educación francesa estándar y tenía el
equivalente de un diploma de secundaria, que difieren, en este sentido, de mi
padre, que era en gran parte autodidacta y tenía apenas suficiente educación
para aprender a leer y escribir español”. (Benacerraf, Baruj: From
Caracas to Stockholm: A Life in Medical Science. Prometheus Books; First
Edition, August 1, 1998). Es decir, no se sentía venezolano, y con mucha razón.
Nacer en una ciudad específica es un evento circunstancial; no somos de donde nacemos sino de donde nos formamos. La Constitución Nacional obvia el lugar de nacimiento para considerar venezolano a un ciudadano, siempre que cumpla algunos parámetros y declare su voluntad de serlo. Por lo demás, los hijos de inmigrantes que llegan al país desde muy niños se sienten venezolanos. Incluso Elio Bolívar (ex Cronista Oficial de la Ciudad) en una oportunidad manifestó su preocupación porque los guareneros nacían en Guatire, ante la insuficiencia de centros asistenciales en Guarenas, pero no por ello dejaban de ser guareneros, acotamos nosotros. Así que discutir la nacionalidad del científico y la regionalidad ciudadana por el mero afán de darnos golpes de pecho nos parece un acto banal.
Parranda popular
vs. Parranda familiar
En Guatire, el San Pedro siempre ha sido una
Parranda comunitaria, colectiva, de arraigo popular. Nació en los tablones de
caña y aún conserva ese tenor pueblerino de antaño que reivindica sus orígenes.
La Parranda de Guarenas tiene un carácter familiar, exclusivo, y esto lo decimos sin el ánimo cuestionador que siempre
han utilizado muchos guareneros para ocultar su indiferencia e indolencia hacia
la parranda. “Los Núñez creen que esa parranda es de ellos” argumentan para
justificar su apatía y hasta su irresponsabilidad. Nosotros, por el contrario,
siempre hemos considerado que, en todo caso, gracias a que los Núñez creyeron
que era de ellos, Guarenas tiene Parranda, porque nadie más se ocupo de ella.
No obstante, es hora de abrir el compás y fomentar que comunidades como Los
Naranjos, Las Clavellinas o Menca, tenga su propia parranda. Por nuestra parte,
siempre hemos señalado que a pesar de lo masivo de nuestra tradición, cada
comunidad que tenga una iglesia o una capilla (como Araira, Las Rosas, Las
Casitas y Las Barrancas) debe salir a parrandear cada 29 de junio, dentro del
marco de la tradición. Las Parrandas del 23 de Enero, del CEA y la Fundación,
deben ser las abanderadas en esta tarea y marcar las pautas en ese sentido.
San Pedro de
Guatire
Fiesta de la tradición |
El 25 de junio de 2009, veintidós años antes de que la Parranda de San Pedro fuese declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, Arnaldo Arocha, gobernador de Miranda, decretó al San Pedro de Guatire Patrimonio Histórico y Cultural del Estado Miranda. En el año 2009, cuatro años antes de la declaratoria de la UNESCO, la Alcaldía de Zamora decretó el 29 de junio como día de asueto; es decir, antes del meritorio y enaltecedor reconocimiento universal, el San Pedro de Guatire ha recibido el reconocimiento de instituciones oficiales que más allá de acciones protocolares constituyen un apoyo significativo al esfuerzo constante que por más de dos siglos ha sostenido la tradición en este pueblo. De hecho, la declaratoria de la UNESCO de diciembre de 2013 no fue un acto casual, fue producto del esfuerzo realizado por guatireños, concretamente del Centro de Educación Artística Andrés Eloy Blanco (CEA), quienes se dedicaron a dar forma al riguroso expediente requerido por el Organismo Internacional para recibir la postulación; para ello contó con el decidido apoyo del Centro de la Diversidad Cultural. Por lo demás, el 29 de junio de 2014, el Cuerpo Diplomático acreditado en el país acordó rendir honores a la Parranda de San Pedro luego de ser declarada por la UNESCO Patrimonio Universal Inmaterial de la Humanidad, y se llegó hasta la humilde iglesia de Santa Cruz de Pacairigua en Guatire. Por otra parte, artistas como Elizabeth Rodríguez, Pasacalle, Edgar Alexander, Henry Gil e Ilan Chester han grabado distintas versiones del San Pedro con el ritmo y la melodía de la Parranda guatireña, que se distingue por su lenta y acompasada cadencia. Todos estos reconocimientos hablan por sí solos del arraigo y la trascendencia de la Parranda de San Pedro de Guatire, y no son obra de la casualidad, sino frutos de la entereza, perseverancia y disciplina del parrandero guatireño, en una ardua y añeja tarea.
Desavenencias
internas
La tarea de preservar la Parranda de San Pedro de
Guatire implica aclarar controversias, enfrentar distorsiones y erradicar desviaciones,
como el verso injurioso que algunos parranderos pretendieron arraigar o el inexistente
personaje llamado Domitilo, que otros quieren imponer. Pero a veces surgen
situaciones que a pesar de su intranscendencia también requieren aclaratorias. Nos
referimos a la campaña de la Parranda de San Pedro del 23 de Enero y su empeño es declarar que su origen institucional se remonta
al año 1958. En primer lugar, el barrio no existía. A mediados de 1958 el
Concejo Municipal comenzó a otorgar parcelas pero el barrio tardó más de un año
en consolidarse. No es como en estos tiempos en los cuales una orquestada riada
de gente invade un terreno ajeno y conforman un barrio en menos de 24 horas.
Por otra parte, Justo Pico Tovar, por
muchos años esencia y alma de la parranda guatireña, murió en noviembre de 1965
y para entonces había solamente una parranda: La Parranda del San
Pedro de Guatire. La tesis de los parranderos del 23 de Enero implica, contra
todo razonamiento lógico, histórico y sensato, admitir que Pico fue en realidad un humilde y anónimo (¿o usurpador?) miembro más de la Parranda de esa barriada.
¿Es eso lo que en el fondo pretenden establecer? Por otra parte, al morir Pico la conducción de la tradición
recayó en Celestino Alzur, quien incluso declaró que Justo Tovar había delegado
en él esa tarea. Luego de la muerte de Alzur es cuando se encargan los dirigentes
del 23 de Enero, ya a mediados de los años setenta.
La Parranda de San Pedro de Guatire es un frondoso
árbol constante y celosamente cuidado por voluntariosos jardineros que abonan
su tierra, desbrozan su entorno y podan
sus ramajes díscolos, de allí su transcendencia.