sábado, 7 de mayo de 2011

Estudia, Trabaja, Descansa

ELIAS CALIXTO POMPA
El poeta de la familia

Aníbal Palacios B.

Si en algún momento los sonetos de Elías Calixto Pompa tienen una vigencia real, indispensable y hasta urgente, es precisamente este inicio del siglo XXI. K-Listo, su seudónimo favorito, es el poeta de los valores familiares. Nació en Guatire el 14 de octubre de 1837 en la casona de la hacienda El Palmar. Hijo de Gerónima Lozano y Gerónimo Pompa, militar e insigne investigador de las propiedades curativas de las plantas venezolanas, lo cual le llevó a publicar el libro “Medicamentos indígenas”, quizá la obra más editada, en el mundo entero, de venezolano alguno.

Elías Calixto, comerciante de profesión, poeta y dramaturgo de vocación, si bien no tenía espíritu de militar, a pesar de su ascendencia familiar, no pudo eludir los enfrentamientos políticos, que en aquella época eran elementos intrínsecamente ligados. Eso le valió cárceles e incluso exilio. Su poesía le permitió trascender las tierras venezolanas para difundir su sensibilidad humana por todo el territorio americano y convertirse en lectura recomendada, que no obligatoria, incluso en las aulas españolas, cuna de grandes poetas. Su encomienda al niño… "Estudia, y no serás cuando crecido ni el juguete vulgar de las pasiones, ni el esclavo servil de los tiranos"; su exhortación al joven… "Joven trabaja, sin cesar, trabaja; la frente honrada que en sudor se moja, jamás ante otra frente se sonroja, ni se rinde servil a quien la ultraja"; su exigencia al adulto… "Entreabre con amor tus labios viejos, y alumbra al joven que te sigue el paso, con la bendita luz de tus consejos", constituyen una exaltación de espiritualidad dirigida al ser humano en cada una de las significativas etapas de su vida, que le marcarán un rumbo y un sentido a su propia existencia.
Si en lejanos tiempos existió un médico de la familia, es decir una especie de  internista que atendía todos los problemas de salud de cada uno de los componentes del el hogar, desde el recién nacido hasta la abuelita, Elías Calixto Pompa se convirtió a su vez en el poeta de la familia. Para los padres de finales del siglo XIX y hasta mediados del siglo XX los sonetos Estudia, Trabaja, Descansa, se convirtieron, de manera amena, por lo demás, en el soporte de orientación fundamental en la formación de los hijos en todo el mundo hispanohablante. Muchas tías y abuelitas que no sabían leer ni escribir recitaban con fluidez estos versos, y lograban transmitir el mensaje a plenitud.

ESTUDIA
Estudia, es puerta de luz un libro abierto;
entra por ella, niño, y de seguro,
que para ti serán en lo futuro,
Dios más visible, su poder más cierto.

El ignorante vive en un desierto,
donde es el agua poca, el aire impuro,
un grano le detiene el pie inseguro;
camina tropezando, vive muerto.

En esa de tu edad, abril florido,
recibe el corazón las impresiones,
como la cera el toque de las manos.

Estudia, y no serás cuando crecido,
ni el juguete vulgar de las pasiones,
ni el esclavo servil de los tiranos.

TRABAJA
Joven, trabaja, sin cesar, trabaja;
la frente honrada que en sudor se moja,
jamás ante otra frente se sonroja,
ni se rinde servil a quien la ultraja.

Tarde la nieve de los años cuaja,
sobre quien lejos la indolencia arroja;
su cuerpo al roble, por lo fuerte, enoja,
su alma orgullosa, al lodazal no baja.

El pan que da el trabajo es más sabroso
que la escondida miel que con empeño,
liba la abeja en el rosal frondoso.

Si comes ese pan, serás tu dueño;
más si del ocio ruedas al abismo,
todo serlo podrás, menos tu mismo.

DESCANSA
Ya es blanca tu cabeza, pobre anciano,
tu cuerpo, cual la espiga al torbellino,
se doble y rinde fácil,  ya tu mano
al amigo bordón del peregrino.

Maneja sin compás, y el aire sano,
es a tu pobre corazón mezquino;
deja la alforja, ve, descansa ufano,
en la sombreada orilla del camino.

Descansa, sí, más como el Sol se acuesta,
viajero, como tú, sobre el ocaso,
y al astro que le sigue un rayo presta.

Entreabre con amor tus labios viejos,
y alumbra al joven que te sigue el paso,
con la bendita luz de tus consejos.

La riqueza poética y espiritual de estos versos es tan grande y tuvo tanta trascendencia, que de alguna manera opacó el resto de su poesía, rica en rasgos costumbristas e incluso, ambientalistas como un canto premonitorio o visionario sobre problemas inexistentes para la época.
K-Listo falleció en Caracas el 20 de diciembre de 1887, y legó al mundo entero una humilde, sencilla, pero sobre todo útil manera de asumir el compromiso de vivir

domingo, 1 de mayo de 2011

Hospital Santa Marta de Guatire

Su historia y el por qué se llama Santa Marta
Elías Nicolás Centeno

A mediados del año 1930, un grupo de ciudadanos encargados de la organización de los actos que debían constituir el homenaje que se tributara a Bolívar con motivo de la conmemoración del Primer Centenario de su muerte, acaecida en Santa Marta el 17 de diciembre de 1830, inició entre varios proyectos de obras útiles cuya realización sería para el presente y para el porvenir el más grande testimonio de admiración del pueblo de Guatire por la memoria esclarecida y la gloria siempre ascendente del Libertador, inició, repetimos, el más beneficioso, el más urgente de los proyectos por realizar, el de un Hospital para el Distrito que perpetuará un instante, el último de la vida del Héroe, el más doloroso en la historia de América: El tránsito de Bolívar a la Inmortalidad. Este mismo grupo de ciudadanos, al lanzar el proyecto de construcción del Hospital le escogió un nombre simbólico que representara al Libertador ante las generaciones de nuestro pueblo, en el ocaso de su vida, moribundo, agonizante en su lecho de muerte; este nombre fue “Santa Marta”.

La Junta que entonces echó sobre sus hombros con el eficaz apoyo de los habitantes del Distrito la espléndida conmemoración centenaria, tuvo el plausible pensamiento de que los actos conmemorativos no se redujeran simplemente a aquellos hechos que, transcurridas las horas recordatorias de la fecha luctuosa, se olvidarían pronto, extinguidos que fuesen los comentarios de la esplendidez; como hubiese sucedido si todo se hubiese concretado, como es costumbre, a los solemnes funerales, a los largos discursos históricos, a los actos literarios, a las ofrendas florales, al minuto de silencio en el momento memorativo de la muerte con la lectura de la última proclama, a la guardia de Honor que durante el día ante la figura del héroe montó un grupo de cultos caballeros, al acto apoteósico de las cinco naciones velando al pie de la Estatua representadas por cinco bellas señoritas y al concierto por escogida orquesta de los Himnos de las Naciones Bolivarianas.

Todos estos actos y muchos otros imponentes y de igual naturaleza que tuvieron lugar en la fecha centenaria de la muerte, se hubieran desvanecido como el humo, como la estela, quedando sólo al correr de los primeros años un pálido recuerdo que el tiempo borraría sin dejar ningún indicio, ninguna prueba del esplendor de la conmemoración. Pero, para evitar esto, quiso la Junta que la memoria de Bolívar se glorificase también, no con actos pasajeros expuestos a caer pronto en el olvido, sino con obras perdurables que llevasen a las generaciones venideras, el sentimiento bolivariano de las generaciones del presente; y para ello tuvo el acierto de elaborar los proyectos para erección de una estatua de bronce del Libertador, de una plaza digna de su memoria a la que se le pondría el nombre de “24 de Julio”, día de su nacimiento, de un hospital que se llamaría “Santa Marta”, ciudad donde murió, y de un paseo en la colina del Calvario que se llamaría “Paseo América” en honor a las naciones americanas que sirven de pedestal a su gloria.
Para la construcción de estas obras se requería de enormes sumas de dinero y el año de 1930 no era propicio para solicitar como era necesario, la ayuda de los gobiernos Nacional y del Estado, porque muy frescos estaban aún los sucesos del 5 de mayo de 1929 en que el pueblo de Guatire, a las puertas de Caracas y enemigo siempre de todas las tiranías, se levantó en armas contra el gobierno despótico de Juan Vicente Gómez. Guatire era desde ese entonces un pueblo odiado en las altas esferas del gomecismo; hasta guatireños ausentes hubo que lo negaron en su desgracia, y cabe aquí recordar un hecho histórico que pone de manifiesto el miedo de la época; algunos periódicos de Caracas, cuando por algún motivo que no se podía esquivar, saludaban a alguna persona llegada de Guatire, lo hacían en esta velada forma: Procedente de un pueblo mirandino ha llegado a esta ciudad nuestro amigo don N.N.&.&”; o de este otro modo: “...del Estado Miranda, o bien del interior de la República &.&.” Parecía como si una terminante orden velasquera hubiese dispuesto borrar a Guatire del mapa de Venezuela.

Así pues, viviendo en silencio, privados hasta de respirar en una época de terror y de odio, no había para que pensar en auxilios económicos del Gobierno Estadal y mucho menos del Nacional, para la realización de las cuatro importantes obras proyectadas, y completamente solos, con la voluntad y unánime concurso de todos los guatireños (para esa época Guatire era todavía un pueblo unido) la Junta del Centenario pudo llevar a feliz término la realización de las dos primeras obras: la erección de la imponente Estatua del Libertador en su doble carácter de Magistrado y Guerrero y la construcción de la hermosa plaza donde fue erigida. Cabe recordar aquí también que hasta las inscripciones que lleva el pedestal del monumento, fueron un motivo más para aumentar la aversión del gomecismo imperante, inscripciones que leídas hoy no tienen la torcida interpretación que se les quiso dar en el régimen pasado.

Han pasado nueve años sin que se extinguiera el propósito de la construcción del Hospital. Después de muerto Gómez han desfilado por la Presidencia del Estado Miranda varios Magistrados; ante los dos penúltimos que fueron los de más duración, se hicieron repetidas veces las gestiones para la construcción de esta obra, y sólo el último gobernante, el Coronel Ramón Ayala, actual Magistrado regional, a los seis o menos días de encargarse de la Presidencia del Estado, atendió solícito a la primera gestión que le hiciera el señor Jesús María García Tellechea; antes del mes ya habían empezado los trabajos y ya hoy es un hecho tangible la terminación del magnífico Hospital.

Presidente de Miranda, y a los miembros de la Junta del Centenario de 1930 y al señor García Tellechea, la inmensa satisfacción de haber sido los iniciadores y propulsores de la benéfica idea, convertida hoy en realidad al contemplar la hermosa construcción del hospital “Santa Marta”.

 

Hospital Santa Marta. Ubicado al final de la calle 9 de Diciembre, sector El Placer, donde actualmente
está  un colegio.